Me encontraba yo dentro de un manicomio en un cuarto ya gastado, las paredes de cemento ralladas con símbolos, sin ventanas, una diminuta lámpara de escritorio posada en una mesa de madera comida por termitas, una cama de metal sin colchón con una simple cobija sucia y rasgada y el suelo manchado de todo lo que se pueda pensar. El guardia había cerrado la puerta de metal detrás de mí y se desvanecía entre los largos y espeluznantes corredores de aquel manicomio cerca de Londres. Mi corazón palpitaba al ver a aquel viejo con cabello blanco como el talco y arrugas que le colgaban hasta el cuello sentado en la cama mirando al suelo con un rosario entre sus manos murmurando plegarias. Tome una bocanada de aire ya que el cuarto olía a orina y abrace mi cuaderno de piel.
El viejo me miró y sonrió. Su sonrisa, su sonrisa era malévola y demoniaca e inolvidable. Se lamió los labios delicadamente y habló entre respiros: -Joven Adam, he visto que ha venido a visitarme, la última vez que vino fue hace dos años, ¿Cuál es la razón por la que viene?
Le respondí acomodándome la chaqueta con el sentimiento de que no me quería dentro de su habitación: -He venido, señor Peterson, he venido a entrevistarle para el periódico de Londres.
El viejo cruzó los brazos y se recostó contra la pared y se rascó su barbilla.
“-¡Oh claro! ¿Por qué no comenzamos? Todo comenzó en mil ochocientos quince cuando yo tenía unos veintisiete años cuando me mude a este miserable país para adquirir un trabajo, verá que había estudiado medicina con doctorado. Entonces, me contrataron en un hospital de alta calidad, para mí era un palacio ya que yo había vivido en la miseria. Trabajé allí por unos cuantos años y durante esos largos años que parecían siglos, conocí al amor de mi vida, Katherin Cott, la mujer más bella y rubia de todo Londres con mejillas coloridas y labios rojos escarlata. Se enamoró de mí y entonces salíamos muy a seguido a pesar de nuestras diferencias económicas. Mi familia la aceptaba, ellos estaban interesados en el dinero y decían que íbamos a ser ricos. Mi madre, pronto, enfermó de cólera y yo no pude hacer nada, murió sola dos meses después.»
El viejo rió macabramente y lo mire confuso. Luego empezó a toser bruscamente y le ofrecí mi pañuelo de seda que saque de mi bolsillo, él lo tomó y empezó a toser y toser hasta que la tos cedió y me devolvió el pañuelo lamiéndose los labios.
“-Hasta que Él apareció en mi vida, sir Patrick Liddel, el médico más joven y apuesto, llegó al hospital donde yo trabajaba, me robó el trabajo y me dejo en paro con poco dinero y en un motel, sin piedad ni pena. Todo el mundo lo adoraba. Ese cabrón, me negué a dejar mi trabajo y mi vida pero, no. Un día llegue al hospital donde trabajaba y mis cosas descansaban en la puerta de mi antigua oficina. Se que los gerentes no tenían la culpa, la culpa la tenía él. Lo que más me dolió fue que me arrebató a mi dulce Kath, se casaron y tuvieron un hermoso hijo igual a la madre, Patrick Jr. ¡Claro que no faltaba el horrendo nombre, no! Pero iba a cobrar mi venganza, al ese ‘santo’ yo me vengaría, y lo hice, pero no fue suficiente.”
Mis ojos contemplaban al viejo con terror y él solo se sentaba con una vil sonrisa de dientes amarillos y chuecos, casi pudriéndose Quería preguntar por más sobre la historia pero me daba miedo y sentía como mi alma de desvanecía y los escalofríos me recorrían la espalda cuando el continuó hablando.
“El cinco de noviembre, los Morris organizaron un baile de mascaras en su vivienda festejando el cumpleaños de la señora Morris. Yo asistí y me asegure de que los Liddel asistieran porque allí iba a ocurrir todo. El demonio les tocaría la mano. Partí con las mejores vestimentas que pude conseguir y una mascara de cuervo. Espere una hora con treinta y tres segundos a que llegaran y llegaron. En frente de mis ojos, sir Patrick Liddel, Katherin y el primogénito posaban. Me encargue de que el hijo se separaba ya que había mucha gente, agarre una pelota y el niño iba detrás de esta hasta llegar a una sala oscura. Y agarre al niño y lo ate a una silla y lo escondí en la esquina de aquella sala y cerré la puerta y luego con las navajas, lo fui torturando, un diente por diente y dedo por dedo, todavía recuerdo como lloraba y trataba de gritar por sus padres. Le dibujaba símbolos por el cuerpo y cuello y podía saborear su agonía, dolor y sufrimiento.»
«Termine mi obra maestra, cubierto de sangre, le arranque el corazón y lo puse en una caja de zapatos y escondí el cuerpo. Me limpie la sangre, elimine cualquier evidencia y me encamine a mi hogar con la caja de zapatos. ¿Loco yo? Jamás, fue brillante mi idea, déjeme decirle que deje la caja de zapatos en la puerta de la casa de los Liddel y me adentre en la casa. Me aferre a un puñal que encontré en la cocina y me escondí en el armario del cuarto donde dormía Kath ya que la pronto-no-feliz pareja tenía cuartos separados, para las mujeres estar seguras.»
«Espere un par de tiempo a que la pareja llegara chillando desesperados por su hijo, vieran la caja y gritaran a todo pulmón clavándose los puños en el vientre y corazón. Luego, que se pusiesen a dormir en lagrimas, entonces, salí del armario con tal astucia como un gato al aterrizar de un salto. Sin hacer ni un ruido ni diferencia en la temperatura con mis movimientos. Empece a sudar y me acerque a la mujer dormida y con el puñal le abrí la garganta mientras lanzaba un grito ahogado, la sangre roja como una rosa me salpicaba por todos lados. La saboreaba felizmente y me la embarraba por toda la cara, casi en éxtasis. Le arranque el corazón mientra decía estas palabras -Si no eres mía, no seras de nadie más. Y coloque el corazón en otra caja de zapatos y me senté satisfecho en la orilla de la yacija y espere hasta que el grito atrajera al hombre Liddel al que al verme, llamó a la policía. Llegaron y me encaminaron al manicomio. ¿Pero cómo? Si yo, loco no estoy, soy brillante, mi inteligencia me derivó a la demencia. ¡No entendían, no saben el arte de matar! Me pusieron una camisa de fuerza y me encadenaron a la pared, me decían que no soy digno de esta vida pero la muerte no estaba en sus manos, fui juzgado como demente y aquí estoy. Lo mejor fue que salí en cada periódico del mundo, ¡Soy famoso!»
Me seque el sudor con mi pañuelo. Mi corazón estaba helado y mi cerebro ya no daba cuerda. Escalofríos me recorrían la espalda y mire mis manos, temblaban como un terremotos. -Hace dos años vine porque quería ver la maldad de Dios, un animal, un pecador que jamás sería perdonado.
Mis palabras sonaban huecas entre un lugar cerrado. ¿Cómo este hombre fue capaz de crear tan desastre? Me levante y llame al guardia. Al irme de aquel friolento lugar, juré que podía escuchar la voz del señor Peterson diciendo -¿Usted sabe lo que es estar loco?
4 comentarios
Es buena, bien escrita, la descripción al principio es basta, pero no se, algo le falta a la parte del asesinato del pequeño, si bien eso es contado atravez de las palabras de Peterson pudo haber causado más impacto. Te dejo 4/5 y el +1 suerte
Así tu historia es muy buena pero podria dar mas, extiendela un poco no hagas los dialogos tan abrupto, hablanos mas del medo e inquietud del joven, el detalle de la caja es muy bueno ;D
3/5
quisiera haber sentido el miedo y la desesperacion del niño.. sin embaro esta muy buena! 4/5
tiene varios errores, ortografía, cosas que no concuerdan… la lectura va muuy rápida, pudo haber sido muy buena, sin embargo no lo es.
¿Cómo es posible que todos durmiesen mientras el primogenito estaba dormido?
¿Y el tipo dormido mientras mataban a su señora? meh.
Al principio sentí la venganza del tipo, pero la historia meh… dejá mucho que desear