Estimado lector, me he valido de las siguientes líneas, para relatar un hecho sucedido hace algún tiempo, un hecho que no me agrada recordar, y que sin embargo, sigue en mi mente y no puedo arrancarlo de ahí. Esto es algo real, sin precedentes para mi persona, y que cambió en gran forma mi percepción de lo que nos rodea. Creerlo o dudar de él, es asunto netamente de quien lea el relato. Sin más preámbulos, comenzaré con mi historia.
Era 31 de diciembre de 2009, como es tradición, no reunimos en familia a cenar y celebrar el año nuevo en la casa de mis tíos, junto a nuestros familiares más cercanos, en especial con mi abuela Rocío, quien previamente había cumplido 66 años, y el día anterior la habían dado de alta del hospital, ya que tuvo un infarto que casi le cuesta la vida; “ya estoy lista pa’ partir”- solía decir riéndose, con ese evidente acento que caracteriza el hablar de la gente que habita el sur de Chile, a algunos nos preocupaba, ya que la abuela siempre tuvo fama de ser “un poco bruja”, muy asertiva en sus predicciones y fiel amante de lo esotérico, pero por otro lado, la mayoría de los ancianos asegura que no le queda mucho por vivir.
Eran cerca de las once y media, cuando estábamos en el apogeo de las risotadas, entre chistes y anécdotas, que un violento silencio azotó la mesa; todos callamos por unos cuantos segundos, hasta que de repente, se escucha un golpe seco y estruendoso desde la puerta; nos miramos asustados, todos quienes compartíamos la mesa, hasta que mi mamá dice – Debe ser el abuelo, que siempre llega tarde a todos lados, que hombre más irresponsable – Decía mientras caminaba hacia la puerta, la cual abrió, y se llevo una gran sorpresa… no había nadie. No le dimos mayor importancia, y atribuimos ese misterioso sonido al viento, que ese día corría más fuerte los días anteriores. Seguimos conversando, hasta que unos diez minutos más tarde, se oyó el mismo sonido, pero esta vez, acompañado de un sonido frecuente y periódico; era el sonido del viejo auto de mi abuelo, esta vez no cabían dudas: Era él. Mi abuela fue a abrir la puerta, y entraron ambos, el abuelo saludó a todos muy afectuosamente (lo cual no era raro considerando el motivo de la reunión familiar), no quiso colgar su chaqueta, ni sentarse, ya que aseguraba que venía a buscar a mi abuela, ya que al estar recién operada, no podía estar tanto rato despierta y necesitaba descansar, nos abrazamos antes de las 12, no dijo unas frases muy emotivas, respecto a cuanto nos quería, etc. Y partieron, nos quedamos un rato hablando, hasta que dieron las 12, nos abrazamos, disfrutamos en familia los que estábamos presentes entonces, hasta que a las 1:30 de la madrugada sonó el teléfono, llamada a la cual atendió mi hermano. Volvió llorando hacia nosotros, con una cara que representaba una mezcla de confusión, miedo y tristeza; los abuelos chocaron en auto y fallecieron explicó, pero lo que no tenía una explicación, era que el choque tuvo lugar a las 6: 30 del día anterior, hora a la que mi abuela había salido recién del hospital. Nadie podía creerlo, revisamos las fotos tomadas hace un momento, y en todas las que debería haber estado la abuela, solo salía una sutil silueta gris y borrosa. Al otro día vimos con profunda tristeza las noticias, que hablaban de un accidente automovilístico en el que dos ancianos, de identidad recién confirmada habían fallecido instantáneamente. Desde ese día, todo cambió para mí, yo que era una persona escéptica, capaz de respaldar todo según lo que dicta la ciencia y la lógica, me encuentro más confundido que nunca, tratando de hallar una explicación a lo que vivimos esa noche, mi familia y yo.