Cuando escuchas acerca de adolescentes que se han suicidado, siempre es algo triste, pero usualmente es comprensible hasta cierto punto. No me malinterpreten, no es aceptable que los chicos se suiciden a ninguna edad, pero cuando eres un adolescente —inseguro y dominado por las hormonas—, no es difícil imaginarse cómo jóvenes ya de por sí melodramáticos pueden llevar las cosas hasta un extremo lamentable. Yo mismo me encontré en esa posición unas cuantas veces antes de conseguir ayuda psiquiátrica. Los adolescentes están en un punto delicado, pues apenas se inician en el proceso de ver al mundo como un adulto. Cuando el mundo es cruel contigo por cosas que no puedes controlar, esa se convierte en tu primera impresión del mundo adulto.
Sin embargo, este no fue el caso aquí. La niñita solo tenía tres años.
Cuando los adolescentes cometen suicidio, es devastador. ¿Pero cuando los infantes lo hacen? Es insondable. ¿Cómo puede ser que alguien tan joven pueda ser tan apático, tan imparcial, y estar tan desesperado por acabar algo que apenas ha comenzado? ¿Qué debe resultar tan mal como para que un niño, que apenas ha salido de su primera infancia, sea capaz de contemplar la opción del suicidio? A los tres años, un niño ni siquiera debería comprender la muerte, mucho menos escogerla de forma activa. Estoy tan perplejo por la noticia que no sé cómo proceder. ¿Cómo racionalizas esto? ¿Cómo retomas tu día sabiendo que vives en un mundo en donde esto siquiera es posible?
No es como si todos los niños no actuaran de forma suicida involuntariamente. Juegan muy cerca de las piscinas, se tragan cosas que no deben, escalan árboles demasiado grandes. Observarlos como un halcón puede ser crucial para un padre. Cuando mi hermano y yo éramos niños, una vez tiré una roca a una colmena de abejas en el patio de la casa de nuestra abuela. A pesar de que sabía que mi hermanito era alérgico a las abejas, perforé el panal y él fue picado terriblemente. Fue impresionante que no muriera.
Los niños no son prudentes. Están llenos de bravuconería y no acogen plenamente la gravedad de la muerte. Es comprensible.
Lo que no entiendo es cómo una niña de tres años, jovial y amorosa, pudo sacar una tijera afilada del cajón de la cocina. No entiendo cómo una niña usualmente educada se pudo meter en el cuarto de huéspedes para abrir por la mitad al hermoso oso de felpa coleccionable de su abuela con tal de poder jugar al doctor. No entiendo cómo siguió llorando y llorando incluso después de haber recibido la orden de que guardara silencio. No entiendo cómo pudo elegir ser azotada hasta que quedó afónica por todo el berrinche y revestida de marcas grandes y rojas. No entiendo cómo, después de que se le dijo de nuevo que se callara, más bien gritó a propósito. O cómo chilló con frenesí cuando las tijeras atravesaron su barriga solo para que prologara su suplicio.
No puedo hacerme a la idea de por qué un niño se haría esto a sí mismo voluntariamente. No puedo explicarlo.
Ni me explico lo que se supone que le tengo que decir a su padre cuando regrese a casa.
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4 comentarios
alguien que me explique por favor 🙂
El niñero mato a la niña, solo que su percepcion de eso es distinta, de ahi su manera de contarlo
El que narra la historia es el/la niñer@ de la niña
El narrador asesinó a la niña y lo que hace es intentar inventar una manera para explicarle al padre como es que la niña se »suicidó»