Tic toc el reloj gira al revés
Toc toc ¿Quién es esta vez?
No hay nadie tocando, ni el viento silbando
Gírate que no todo lo que ves cierto es.
Esas palabras me caminan por la mente muchas veces. Otras veces corren como si quisieran escapar de mi
Se venía una tormenta, la noche en Byberry (Philadelphia State Hospital) podría asemejarse a un infierno gélido, oscuro como las fauces de un lobo y álgido como el desierto cuando el sol duerme; sin embargo, con toda esa oscuridad las luces para los pacientes eran ardientes y tan lucidas como el pleno verano. No importa si afuera hay tornados o tormentas, adentro siempre era peor.
– Es sorprendente este lugar. La mayoría de los pacientes tienen serios problemas mentales y aquí aguardan algunos seriamente peligrosos. Hay que tratarlos con cuidado o podrían causar más problemas ¿cierto, señorita Schmitt?
Me dirigí a la asistente Rose Schmitt, enfermera del sanatorio desde hacía 4 años, su salud mental parecía normal y su cuerpo fuera del mismo. ¡Por dios soy doctor! ese tipo de pensamientos en este lugar no me convienen
– Doctor Mendelhson yo estoy realmente complacida que usted se haya ofrecido ayudarnos, como ve carecemos de personal ¿nos da una mano?
Esos ojos grises tan esplendidos eran para mí la luz de todas las mañanas. Ese cabello rojo como las nubes del alba me trastornaba, y a la vez se convertía en la forma de volver a mi mundo de fantasía donde ella y yo estábamos juntos. Me golpee las mejillas y continúe a la habitación 21
– Oh vaya, estamos nuevamente en la habitación 21, la recamara de aislamiento grupal para los reclusos…digo pacientes de la clínica. Duele de solo ver esto. –Preocupada contempló la mujer los cadáveres vivos de los pacientes que se despedían con una sonrisa perturbadora de la razón y recibían a la madre locura vestida de color.
– Es la primera vez que entro aquí, es terrible pero ahora debemos revisar que…
– Oh no! Falta un paciente. El paciente 218. Esquizofrenia paranoide fase aguda – Vociferó con inquietud la pobre mujer.
– No se preocupe lo encontraremos, solo debemos… -Observé un segundo la habitación, era casi imposible mantener los ojos abiertos.
Mi mente no quiere perturbarse por eso los ojos me pesan, para no ver las siniestras expresiones de horror o placer de los pacientes. El 217 se hallaba en una esquina con una camisa de fuerza blanca, como los demás. Pero este poseía unos grandes y exorbitantes ojos saltones. Como un grillo me miraba y pataleaba sus largas piernas encorvadas
– ¡Sácame de aquí! ¡Yo no soy el culpable, debo cuidarlos a todos! –Se retorcía mientras sacaba un líquido blanquecino de la boca. Como un perro con rabia me miro con odio infinito.
– Debemos concentrarnos en buscar al paciente 218, después podemos administrarle las drogas a los demás. Vamos doctor. –Me habló la Señorita Schmitt mientras contaba con los dedos.
Un momento… ¿El paciente 216 tiene unas jeringas en las manos? ¿Por qué tienen agujas? Espera, ¿Acaso no estaba atado? ¿Y qué hay del 215? ¿Por qué tiene una cachiporra en la boca? ¿De dónde sacaron eso?
– Enfermera Schmitt, algo pasa en este lugar. ¿Por qué tienen esas cosas los pacientes? –Mientras yo hablaba me alejaba poco a poco de la habitación.
– Oh bueno, eso es lo que les queda de sus vidas pasadas, ahora son solo unos PACIENTES ¿no?
Esos ojos grises tan luminosos ya no tienen luz, esta mujer no es la enfermera Schmitt y yo debo salir de aquí
– Señor Mendelhson ¿Está usted bien? Quizá debamos internarlo por unos días para mejorar su salud mental. Lobotomías, terapia de electroshockes, trepanación. Yo pienso que realmente existe la piedra de la locura así que… ¿me da una mano? O mejor ¿me da su cabeza?
Huí. Salí corriendo de la habitación como un conejo escapa del león buscando una apertura para salvar su minúscula vida. Me tropecé. Caí en el suelo frío, frío y oscuro. Ahora todo era oscuro y la única luz provenía de la habitación 218.
– ¿¡Quién es usted!? ¡Déjeme salir o se las verá con el departamento de sanidad, la policía, los forenses! –casi llorando le hablé al pasillo oscuro sin obtener respuesta por 2 segundos.
– Tranquilo Señor Mendelhson, yo realmente cuidare de usted. Lo hare sentir bien. –ahí estaba. Detrás de mí, con esa mirada grisácea y los cabellos rojos, me miraba desde abajo con una sonrisa que le deformaba e rostro.
¿Dónde estoy? Debo escapar o sino me convertirá en su nuevo paciente
– Oh vaya! Encontramos al paciente 218
– ¿QUE? –gire mi cabeza a los lados sin ver nada…de pronto eche un vistazo a mi bata blanca de doctor. El número 218 se encontraba estampado en ella.
Soy su nueva víctima. Me va a dañar. Ya no tengo escapatoria
– ¡Estás loca! ¡Tú y todos están locos! –grite con fuerzas mientras la mujer se mantenía con esa nauseabunda sonrisa.
– Tic toc el reloj gira al revés
– Toc toc ¿Quién es esta vez?
– No hay nadie tocando, ni el viento silbando
– Gírate que no todo lo que ves cierto es. –Pronunció esas palabras. ¿Por qué las conocía? Solo yo lo sabía sin embargo…
– Doctor Mendelhson mire bien. El único loco aquí es usted. Si el reloj gira al revés ¿no es eso raro? Ahora se le está pasando la medicina. Es hora de volver a la realidad. DESPIERTE
…
– ¡Rápido enfermera Schmitt adminístrele clozapina al paciente 218! –Gritó el grillo de ojos saltones a la mujer de cabellos rojizos
– ¡Sácame de aquí! ¡Yo no soy el culpable, debo cuidarlos a todos! –me retorcía mientras sacaba un líquido blanquecino de la boca. Como un perro con rabia los miré con odio infinito.
Tenían jeringas porque eran médicos, tenían cachiporras porque eran policías… ¿yo soy el infectado?
– Doctor Thomson ya se la administré. –Habló la Señorita Schmitt y mientras se acercaba me susurro con una sonrisa repugnante.
– Ahora puede volver otra vez Doctor Mendelhson
Esos ojos grises tan esplendidos eran para mí la luz de todas las mañanas. Ese cabello rojo como las nubes del alba me trastornaba, y a la vez se convertía en la forma de volver a mi mundo de fantasía donde ella y yo estábamos juntos. Me golpee las mejillas y continúe a la habitación 21.