Si lees esto, ya me he suicidado

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Regresé de Afganistán hace poco. Ocho semanas, para ser exacto. Ver a las personas que has asesinado es una muy buena manera de arruinar tu sueño reparador.
 
Sí, tres.
 
Ya sabes la pregunta que estoy contestando. Dos hombres y un niño. En retrospectiva, debieron ser cuatro. Cuando estábamos asegurando un edificio, vi una pila de trapos en el suelo. Los pateé para sacarlos del camino, y, dejando atrás un golpe seco, el objeto rodó por el suelo y comenzó a llorar. La madre corrió y levantó a su bebé. La mirada en sus ojos… He visto los ojos de hombres que genuinamente me querían matar; pero los de ella no me querían ver morir. Querían que sufriera.
 
Se estableció contacto, dos hombres. Escuché gritos en dos idiomas diferentes. Lo único que distinguí en inglés fue «suelta el cuchillo», y amenazas fueron lo único que escuché en fuesen cuales fuesen los idiomas que hablaban.
 
El cuchillo aún estaba en su mano. Inhalo. Dos en el pecho, una en la cabeza. Exhalo. Inhalo. Dos en el pecho, una en la cabeza. Exhalo. Retenemos a la madre. Me acerco para examinar los cuerpos. El hombre que tenía el cuchillo solo tenía un disparo en el pecho. ¿En dónde estaba la otra munición?
 
Miro detrás. Veo un niño. No más de doce años, muerto. Un agujero en su garganta. Le di en la yugular. Había más sangre que niño. Un revólver Sandy calibre .38 en la mano del niño. Aún no había inhalado…
 
La noche anterior a esa fue la última noche en que dormí. Desde esa misión, fui sometido a muchas investigaciones estresantes. Me cuestionaban si había visto al niño o no. Por Dios, si le había APUNTADO al niño.
 
Para acortar la historia, se me dio el visto bueno. Eso es todo lo que importa, ¿no? Podía volver a casa y disfrutar mis obesos restaurantes americanos. Pude ver a mi familia. A mi esposa embarazada. Pude verla a los ojos. Deseaba que hubiese una manera para ver sus ojos sin ver los míos. No quería ver lo que hice. Tras ocho semanas sin contacto visual, parecía haber tensión en nuestra relación.
 
Pegaba mi trasero a la silla de la computadora y dejaba que el cuarto fuera bañado por la luz azul de la máquina. Mis ojos dolían. Pasaba la mayor parte de mi tiempo en Reddit, YouTube, Pornhub. Borré mi Facebook. La soledad y el anonimato eran lo que más buscaba. Luego de ochenta y nueve horas sin dormir, mi esposa me convenció de ir al doctor.
 
Una nueva droga. Sin-MOR-Sin-Problema. No sabía si era el eslogan o la droga, pero el doctor me aseguró que era la droga.
 
«¡Confía en el nombre!» era el eslogan.
 
Empecé a tomar Sin-MOR y aquí es donde las cosas empiezan a perder sentido. Tomaba dos pastillas antes de la cena y estaba revitalizado. Dormía como si fuese un evento olímpico. Constantemente, tenía el mismo sueño y despertaba en lugares donde no me quedé dormido. Se convirtió en un chiste de fiesta.
 
«A veces me despierto y mi esposo está dormido en la bañera, ¡y a veces está recostado en el jardín cerca del cobertizo de herramientas!».
 
Todos ríen. Pero si les contara el sueño que lo antecede, nadie reiría. Nadie se ríe del asesinato de un niño de doce años. El único problema con este Sin-MOR, es que no me puedo despertar. TENGO que ver el sueño. Cuando se vuelve insoportable, me despierto fuera de la cama.
 
Al final, dos pastillas dejaron de funcionar. Tuve que aumentarlo a tres, luego cuatro. Entonces comencé a tener los sueños a lo largo del día. No me refiero a quedarme viendo a la nada o algo por el estilo. Me refiero a que veía cosas. A veces escuchaba en la distancia al bebé que pateé. A veces veía los ojos de la madre cuando era de noche. El único lugar que nunca debía ver era el espejo.
 
Aparecía una versión mucho más feliz de mí mismo, sonriendo de oreja a oreja. Primero pensé que realmente era yo. Que, en realidad, era feliz. Pero luego él… yo… sacaba un estilete y se rasgaba los brazos. Cuando yo miraba hacia abajo, no había nada. Otras veces, me hacía marcas. A veces cortaba un poco de piel y lo descargaba por el retrete. Mi otro yo siempre me decía que usara manga larga. Que no quería que nadie viera sus cicatrices. Le hice caso.
 
Por semanas, traté de alejarme de la vista de espejos hasta que vi a mi esposa llorar. Estaba viendo al espejo y dijo que él no paraba de cortarse. Le pregunté quién, pero no me escuchó. Se lo grité, y, aun así, siguió mirando el espejo. Observé con ella, para comprobar si veía lo que yo veía.
 
Era el mismo doppelgänger. Pero esta vez no estaba sonriendo. Tenía un ceño fruncido caricaturesco. Uno que tendrías que esforzarte para hacer. De un momento a otro, él estaba cortando la garganta de mi esposa con el mismo estilete. Tan pronto como vi la sangre manar, desperté a un lado del cobertizo de nuevo. Esta medicación se estaba saliendo de control. Me subí a mi auto y me apresuré hacia el hospital.
 
Luego de llegar y ser extremadamente descortés con las personas, convencí al doctor de que me tenía que ver de inmediato. Le conté todo y las siguientes palabras que pronunció hicieron que mi corazón fuera tan audible en mi cabeza que bien pudo haber estado detrás de mis orejas.
 
«John, estás en el grupo de control. Sin-MOR no pudo haber tenido ningún efecto en ti porque solo era azúcar…».
 
Mi boca estaba seca. No pude soltar palabra alguna. Miré abajo, a mis brazos, y sentí de inmediato cómo se esparcía el ardor por todas direcciones. Enrollé mis mangas y vi las marcas. Los cortes. Los pedazos de piel que tiré en el retrete.
 
Busqué mi teléfono con torpeza y marqué el número de mi esposa. No respondió.
 
Sí, en el cobertizo.
 
Esa es la respuesta a la pregunta que quieres hacer.

La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por ZebraWater:
https://reddit.com/user/ZebraWater/submitted/?sort=top&t=all

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