Realidad Alterada

Buenas amigos creepypasteros, mi nombre es Rafael Díaz, a pesar de que soy un gran fanático de las creepypastas, historias y novelas de terror esta es mi primera creepypasta publicada, soy un joven escritor que en este momento está escribiendo una novela, este es un fragmento de un proyecto en paralelo en el que estoy trabajando, es un cortometraje, espero que la disfruten, saludos.

 

Caminando por el pasillo que conducía a las habitaciones de la casa número 17 del District University de Seattle se encontraba Travis, un pequeño niño de cinco años con una curiosidad inmensa aún para tratarse de un chico de su edad.  Tenía en su mano derecha una paleta de dulce que había comprado de camino a casa luego de disfrutar una divertida e ingeniosa tarde en compañía de su pandilla de amigos y en la izquierda un balón de fútbol comprado hace casi un año, había sido una tarde dónde había perdido por completo la noción del tiempo, las horas corrían como agua en una ducha y se había olvidado de cuánto tiempo permaneció allí, jugando al fútbol y luego a las escondidas con Gregory, Albert, Mary y Charlotte, era un grupo de cinco personas incluyendo al propio Travis, a pesar de las chicas eso no les impedía jugar a los deportes entre ellos, era algo común en pequeños niños de su edad, se mezclaban a jugar fútbol y béisbol niños y niñas de corta edad (ninguno superaba los siete) para luego de algunos años olvidarse de esos antiguos juegos (en el caso  de las niñas) y dedicarse enteramente al pulimento de su personalidad marcada, en el caso de los niños luego se convertirían en jóvenes a quienes le agradarían  los deportes, las chicas  y en algunos casos pasar mucho tiempo en compañía del alcohol, en el caso contrario, en el lado femenino amarían destacar en la moda y amar series y películas de corte muy rosa, para llenar sus sentimientos.

 

El chico había estado allí en un pequeño campo verdoso producto de la hermosa grama bien podada  a unos quinientos metros de su casa divirtiéndose en grande con el grupo que conocía debido a la cercanía que tenían (todos vivían en compañía de sus padres en el District University, con excepción de Mary, quien vivía con su abuela Marta, los padres de esta última habían fallecido en un trágico accidente de avión cuando ella era solo contaba con dos años). Había llegado con su balón comprado por su madre y como si aquellos ojos de los niños pequeños hubiesen observado oro en el desierto saltaron rápidamente de la grama en donde se hallaban echados y corrieron a saludar a Travis que al ver el gran interés de su grupo de amigos sonrió enormemente y corrió hacia ellos. Luego de permanecer jugando por espacio de una hora y media al futbol habían decidido jugar al escondite entre los arbustos que el pequeño campo poseía, y entre tanto juego y placer sano se habían hecho las siete de la noche y una duda había surgido por su cabeza como una bala imponente y fría que recorre su cerebro en busca de su sistema nervioso: ¿Por qué mamá no había ido en busca de mí?, había surgido mientras jugaba al escondite tratando de que Charlotte no los encontrara, se había escabullido como bien sabía hacer y se había llevado su balón mientras al voltear hacia atrás había visto como la pequeña niña trataba de dar con el paradero de cada uno de los chicos del grupo. Al salir del campo de hermosa grama bien cuidada había pasado en busca de una paleta de dulce en la tienda del señor Méndez y contando centavo por centavo le había pagado orgullosamente al viejo dueño del establecimiento.

 

Sus pasos se apresuraron y en su cabeza surgió otra interrogante de mayor envergadura: Quizás su madre si sabía en donde se encontrara, pero no deseaba buscarlo para darle una tunda cuando llegara por haberse quedado demasiado tiempo fuera de casa, después de todo era apenas un pequeño niño de cinco años y esas no eran horas de llegada para tan corta edad y menos aún en compañía solo de sus pequeños amigos de infancia. Llegó a la puerta principal de la casa y la abrió esforzándose un poco en llegar al pomo de la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido como lo haría un alcohólico al llegar tarde a casa para que nadie se entere de su presencia, luego de cerrarla con su balón de fútbol abrazado en su mano izquierda se dispuso a cerrarla con mucho cuidado, tarea que logro con un esfuerzo considerable. Comenzó a pasearse por el recibidor de su casa mientras sus cabellos se movían en torno a su frente y observó las llaves de su madre puestas sobre la pequeña mesa en donde se encontraba un retrato de él y su madre, lo que confirmaba que ella si se encontraba en la casa y por consiguiente no se había olvidado del pequeño crio, lo que le esperaría sería sin duda un regaño efusivo y luego si su madre no conseguía calmarse unas nalgadas al chico.

 

Con el miedo de todo lo anterior nombrado el chico llegó al pasillo que conducía a las tres habitaciones de la casa, en la más próxima, la que se encontraba a la izquierda estaba su cuarto, y no quería parar allí, antes de seguir había recordado la paleta que había comprado y la sacó de su bolsillo derecho y la sostuvo con algo más de fuerza de lo que lo haría normalmente, con sus dos manos ocupadas prosiguió su camino, el cuarto de la derecha que se encontraba en el medio de los tres era el de su padre fallecido hace dos años y era usado para visitas familiares, ese tampoco le importaba, su madre se encontraba en el último de ellos el que se ubicaba como el cuarto del pequeño Travis a la izquierda, no había escuchado ruido alguno al entrar en la casa por lo que supuso que su madre se hallaba en su habitación, esperándolo para hacerlo escarmentar por su tardanza, lo que supuso en Travis un miedo más grande del acostumbrado, había acumulado ese miedo a medida que caminaba hacía su casa y ahora estaba más aterrado que nunca, sus pequeñas manos sudaban y resistía a que su balón y paleta no se escabulleran de sus manos, no había querido soltar el balón antes para que no ensuciara de lodo la casa que su madre lustraba tan bien y la paleta quería ofrecérsela como especia de chantaje para que su regaño fuera menos duro y si tenía suficiente suerte no le castigaría.

 

Cuando por fin estuvo enfrente de la blanca puerta del cuarto de su madre no sintió el ruido de la televisión, ni de la radio, solo el seco silencio que significaba que ella estaba durmiendo o que en el peor de los casos estuviera en compañía de una de sus típicas citas a quienes metía en su casa y de las cuales a Travis  no le agradaba ninguna de ellas, giró el pomo de la puerta con suavidad para comprobar si el seguro se encontraba pasado ya que su propia madre le advertía que lo hiciera de esa manera para comprobar si estaba cerrado o no, en alguna ocasión al abrirla de golpe el niño casi había observado a su madre besar a un tipo que ella había traído a casa, eso había ocurrido hace un par de meses. Lo giró con suavidad y la puerta cedió, ahora el miedo se había apoderado de él por completo, un gran grito asegurado creía haber tenido, cuando la abrió por completo las luces se encontraba apagadas  y le costó comprende y distinguir lo que había observado, su paleta y balón cayeron de sus manos ante la horrorizante escena de la cual él era testigo: Guindada desde una altura considerable se encontraba su madre, con una soga gruesa al cuello, sus zapatillas en estado de reposo suspendidas en el aire, y su cara, su cara morada a causa de la falta de oxígeno le dijeron al pequeño Travis lo que nunca había visto ni siquiera en películas de horror: Su madre se había suicidado colgándose en su propia habitación.

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rafa diaz

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