Paranoia

A veces, en lo más profundo de mi habitación, justo cuando la luz se apagaba y la oscuridad se volvía densa e infinita, escuchaba detrás de la puerta del armario como algo enorme y feroz quería salir, se asomaba, gemía y de vez en cuando escuchaba su respiración acelerada, como si algo le molestara. Por pequeños instantes la puerta se agitaba e intentaba no mirar hacia ese lado, pero aquella mirada que ligeramente se asomaba penetraba mi cuerpo, la sentía clavada en mi espalda, tiritaba.

Intenté calmarme, respiraba hondo y profundo y trataba de pensar que todo esto era una mala jugada de mi sueño, me cubría con mi cobija hasta la cabeza y era entonces cuando la puerta se abría ligeramente con ese clásico crujido de películas, un gélido aire se instalaba en mi habitación. Intenté cerrar los ojos tan fuerte, hasta que me dolían pero era inútil. Escuchaba como unas garras apretaban la puerta y ésta crujía, después caminaba hacia donde estaba. Lentamente mi cobija se alzaba y dejaba entrar una especie de mano peluda, ésta ascendía ligeramente por mi tobillo. “Carajo”, pensé mientras empezaba a lagrimear, intenté girar, gritar, pero mi cuerpo no respondía, se había congelado.

Miré por el rabillo del ojo y en plena oscuridad veía unos ojos rojos, de esos grandes, y unos colmillos tan largos que si me movía, hubiesen perforado mi cuerpo. Entonces, escuché girar el picaporte, la luz se encendió de momento, era mi madre y por primera vez estaba agradecido por aquella visita nocturna, no me preguntó nada, de seguro había escuchado ruidos extraños, solo se limitó a cerrarla de nuevo. La luz se apagó velozmente y de nueva cuenta la puerta del armario empezó a vibrar, quería zafarse, salir volando, algo estaba ahí dentro que perturbaba mi sueño, quise armarme de valor, y justo cuando intenté poner un pie sobre el piso, algo lo tomó rápidamente, sentía unas pesuñas perforar mi tobillo, quise gritar, pero éste se ahogo en mi garganta, sentía la sangre escurrir por mi pie y estaba seguro que ya había un charco, bajé por instinto el otro pie para correr pese a ese dolor, pero era inútil, aquella “cosa” tomó violentamente mis piernas, las apretó casi hasta sentirlas partirse y tiró de ellas tan fuerte como pudo. A la par, mi rostro se estampo contra el piso, ni tiempo me dio de poner las manos, escuché como algo se cuarteaba de mi frente, y mi sospecha se reafirmo con la sangre que la sentía correr por mi rostro. Me sentí mareado, tanto que no lograba ver con claridad.

Mi cuerpo no se movía, me sentía más cansado que nada, aquella cosa me jalaba hacia el interior de la cama, me di la vuelta pesé a ese dolor penetrante y fijé las manos al piso, pero era inútil, estaba lleno de mi sangre, se resbalaban, miré hacia mis piernas que las había dejado de sentir, y ahí estaba aquel ente extraño desgarrando mi pierna violentamente, sentí pánico cuando se la comía, jalaba con sus colmillos mi piel y la sangre seguía fluyendo, intenté golpearlo con mi zapato, eso fue lo más estúpido que se me ocurrió, aquello me miró con ojos satánicos que se salían de órbita, no tenía pelo alguno, su rostro esta largo y apreciaba, pese a esa oscuridad, su cara huesuda, más arriba, en la frente, unos cuernos afilados. Estiró su mano huesuda y peluda para esquivar mi zapato. Me limite a llorar, que más podía hacer.

Entonces, quedé petrificado cuando empezó a salir un poco más, la cama se alzaba y dejaba ver la anormalidad de su cuerpo, aproveche la ocasión para salir, intenté retroceder hacia un lugar más seguro, y aquello estiró su mano hacia mi cabeza, su mano cubría mi cráneo, enterró sus garras y sin más que hacer, me alzó, grité como jamás lo había hecho, sentía como la sangre escurría con mayor velocidad, con su otra mano que rápidamente se convertía en una especie de cuchillas, perforo mi pecho, mi esternón, sabía que quería, comer mi corazón.

– Hijo, ¿Pero que te pasa? – dijo mi madre cuando abrió la puerta de sopetón, me encontraba sudoroso y jadeante en la cama – Has estado gritando toda la noche.

No le contesté, estaba agitado, miré mis piernas rápidamente y ahí estaban, agradecí de ser un mal sueño, miré el armario y estaba vacío. Mi madre cerro la puerta, la luz se apago, y empecé a reírme, solo había sido una pesadilla. Intenté calmarme, me di la vuelta dando la espalda al armario y el sueño llegaba a mi regazo justo cuando empecé a sentir una respiración agitada detrás de mi cuello, era un aíre gélido que rápidamente contraía mi piel. “Es solo un sueño”, dije cuando unas garras descendían lentamente por mi espalda y la sentía sangrar.

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