Mi papá fue un oficial de seguridad en Chernóbil durante el colapso

No te daré un trasfondo extenso, porque no importa. Básicamente, mi papá obtuvo el trabajo en la planta nuclear de Chernóbil a través de un antiguo compañero de clases que trabajaba en algún tipo de puesto de nivel medio en el Partido Comunista. Mi papá no traía mucha suerte en ese entonces, e Egor lo vio de casualidad en una taberna local. Empezaron a hablar, e Egor usó su influencia para conseguirle el puesto. No importaba que no estuviera cualificado. «La mitad de estos sujetos no lo están», le había dicho.

De cualquier forma, mi papá comenzó a trabajar ahí en 1984 e hizo un muy buen trabajo. Cumplió con lo que se le pidió; la mayoría era simplemente revisar los sensores y asegurarse de que las tuberías estuvieran selladas y todo eso. A finales de 1985 y a principios de 1986, había comenzado a notar que más representantes del Partido Comunista estaban llegando y saliendo de la planta. Usualmente, las visitas estaban limitadas a oficiales de cumplimiento y supervisores de materiales peligrosos cuando algún material radioactivo era movido de adentro hacia afuera. Pero estos no eran especialistas de la planta. Se veía como que eran miembros del politburó. Me dijo que reconoció a unos cuantos por los discursos televisados, pero que no recordaba nombres. Solo sabía que eran de rangos altos.

En la noche del colapso, papá estaba haciendo sus revisiones usuales de válvulas y sensores, cuando los miembros del politburó, acompañados por soldados con fusiles kalashnikovs, se desplegaron por el pasillo y hacia el área del reactor. Los soldados estaban vistiendo con trajes para radiación, mientras que los miembros del Partido no. Mi padre los siguió por varias decenas de metros y subió a una plataforma elevada desde donde los podía ver a todos. Se amontonaron por las piscinas de enfriamiento. Mi papá hizo un esfuerzo para actuar como si estuviera observando las lecturas de presión frente a él, notando vagamente que se estaban elevando.

Fue alrededor de este punto cuando las luces se cortaron. Aparentemente, esto no era inusual para la planta; los sistemas eléctricos no recibían el mantenimiento necesario y a todos los electricistas en el personal se les había encargado trabajo más crítico. Incluso con las luces fuera de servicio, la radicación de Cherenkov lanzó su resplandor azul característico encima del grupo, iluminando a los políticos y a los soldados. El agua en la piscina comenzó a moverse.

Ahora, mi papá no era un ingeniero nuclear. Aun así, sabía que fuera lo que fuera que estuviera sucediendo en la piscina era anormal. Había estado en el área muchas veces, y en ningún momento el agua se había movido de la misma forma en la que lo hizo entonces. Se derramaba con turbiedad y parecía que estaba alcanzando su punto de ebullición efervescente. Echó un vistazo hacia los medidores frente a él y vio que la temperatura y la presión en el sistema de circuito eran drásticamente más altas de lo que deberían ser. Cuando había comenzado a correr por la plataforma hacia la estación de alarma más cercana, vio algo que lo hizo detenerse.

Lo que me dijo no tuvo mucho sentido al comienzo. Tienes que imaginarte que alguien corriendo a toda marcha para jalar una alarma de emergencia en una planta nuclear no se va a detener por cualquier cosa. Pero él se detuvo. Y observó. Algo había flotado hasta la cima del agua hirviente. Flotaba, cabeza abajo, en la piscina. Los miembros del Partido no reaccionaron, pero los soldados alzaron sus rifles ante la cosa, hasta que uno de los políticos les ladró una orden para que desistieran.

Un minuto o dos más tarde, la cosa se arrastró afuera de la piscina y echó su peso encima de piernas gruesas para pararse frente a la multitud que se había aglomerado. Lo que mi papá dijo que recordaba más vívidamente acerca de la cosa, era su cabeza. Estaba torcida perpendicularmente hacia uno de sus hombros, y no tenía ojos, ni nariz, ni orejas. Lo único que había era un agujero amplio. Ni siquiera era una boca, sino un agujero. Y dentro de él, el mismo resplandor azul de la piscina destellaba sobre los rostros de las personas que lo rodeaban.

Alguien más en la planta debió de haber notado las anormalidades en la temperatura y la presión y había jalado la alarma, porque las sirenas comenzaron a dispararse y los generadores de diésel habían sido gatillados para forzar la máxima potencia del sistema de enfriamiento. Pero nada de eso le importó a mi papá. Dijo que la cosa se acercó a los soldados, uno por uno, y, sin que ellos opusieran ningún tipo de resistencia, presionaba el agujero en su rostro contra la parte superior de sus cabezas, y se empezaron a disolver. Primero se derritieron sus trajes, luego su piel se comenzó a ampollar y carbonizar. La cosa gigantesca empujaba sus fauces hasta que casi alcanzaba sus piernas, las cuales se caían al suelo en la forma de una pila de fuego llameante.

Luego hizo lo mismo con los politburós reunidos. Con todos excepto uno. Ella permaneció de pie en medio de los escombros de piernas, caderas y entrepiernas humeantes, y miró fijamente a la atrocidad. Luego, le gritó. Es algo que mi papá dijo que se ha repetido a sí mismo cada día desde entonces: «залить соль на почве». Derrama sal en la tierra. Mientras las palabras abandonaban su boca, el contador Geiger que mi papá era obligado a llevar consigo en todo momento explotó a la vida en el mismo instante en el que la mujer se encendió en llamas. Mi papá pudo haber jurado que ella estaba sonriendo mientras era calcinada.

Todo esto fue finalmente suficiente para que mi papá saliera corriendo de ahí. Él sabía que había estado expuesto a la radiación gravemente, pero encontró consuelo en el hecho de que los tics de su contador se ralentizaron rápidamente mientras abandonaba el área de la piscina. Justo antes de que saliera de la habitación, le dio un último vistazo a la cosa. Se había comenzado a derretir. Tan pronto como su cuerpo comenzó a colarse a través de las rejillas de metal, el agua debajo hizo erupción en la forma de una masa de vapor sobrecalentada.

El resto del colapso aconteció más o menos de la misma forma en la que fue reportado al final. Mi papá fue capaz de salir antes de la explosión principal. Vivió con la culpa profunda de haber corrido a un lado de sus colegas, quienes aún no sabían que algo realmente catastrófico estaba a punto de suceder. Él creyó que su cáncer de tiroides era el castigo por su indiferencia hacia ellos durante el escape.

La fotografía icónica de la Pata de Elefante radioactiva en el sótano de la planta de poder permaneció, enmarcada, en su vestidor por el resto de su vida. A medida que me contaba esta historia, me confesó que la mantuvo para recordarse a sí mismo las implicaciones de las palabras de aquella política antes de que fuera devorada por las llamas. «Esa cosa hará que el área a su alrededor sea inhabitable por cien años —suspiró—. Y se está colando a través del suelo incluso hasta el día de hoy. Si toca aguas subterráneas, explotará como una bomba casera y hará que el desastre del 86 se vea como fuegos artificiales. Rusia, Europa, África del norte. Todo será irradiado».

Murió un par de días después de que compartió su experiencia conmigo. Simplemente no tengo idea de qué hacer con respecto a todo el asunto. Obviamente, es posible que lo haya inventado. Pero no sé por qué lo haría. No tiene nada que ganar ahora que está muerto. Quizá algunos de los otros sobrevivientes o sus hijos puedan corroborar partes de lo que me dijo; quizá no. De cualquier forma, si es verdad, existen muchos más aspectos relativos al desastre de lo que se nos ha contado. Incluso ahora, mientras el desecho radiactivo se derrite en la tierra, la historia de mi papá casi lo hace sonar como si el colapso de la planta solo fue un precursor de algo mucho peor. Algo planificado. No quiero que lo que me dijo sea verdad, pero «derrama sal en la tierra» me aterra más de lo que puedo soportar.

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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por Max Lobdell:
https://unsettlingstories.com/

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