Más vale creer y no ver

Mi abuelo me había dicho, ya mucho tiempo atrás que es mejor que uno no vea la muerte de otra persona, mucho menos si es alguien que jamás en la vida hemos visto. Según él (QEPD) cuando el espíritu abandona el cuerpo, éste, en un intento de furia, se adiere a cualquier otro humano que haya sido espectador de aquella muerte. Peor aún si es alguien que no conoces y además, si fue una muerte violenta (asesinato, accidente, suicidio). Eso es lo que mi abuelo Salvador nos contaba a mi hermano menor y a mi pues a los dos nos llamaba mucho la atención ver gente muerta en un accidente (ya saben, de los que mueren de algún accidente automovilístico. Morbo) entonces él nos contaba esto para que no quitara las ganas. Claro, a esa edad eso me espantó, pero aún así, me hacía el que no se la creía. Pasaron años, y jamás me había tocado ver algo así, pero tan sólo unas semanas, me ocurrió. Y puedo decir, que fue una de las experiencias más horribles, raras y desesperantes de mi vida.
Era un  sábado por la noche, o más bien, ya era domingo pues pasaban de las dos de la madrugada. Abandoné el antro-bar donde mis amigos y yo habíamos estado de fiesta, pues ya varios se habían ido. Excepto por mi mejor amigo que estaba demasiado borracho como para salir de ahí por si solo. Lo subí a mi auto, y decidí llevarlo hasta su casa. El camino hasta allí era bastante corto, por eso no me molestaba. El bar estaba en una de las calles oscuras y solitarias cerca de la avenida Chapultepec, en Guadalajara. Mientras yo manejaba, mi amigo balbuceaba cosas realmente tontas, y me daban tanta risa que las quise grabar con mi celular. Primer error, quizá.
Mientras quería sacar mi teléfono de mi pantalón, una luz brillante bañó mi auto, y acto seguido, un fuerte y potente claxon. Levanté la mirada y pude ver como las dos luces de un enorme camión (parecía de cerveza o algo así) se acercaban de frente contra mí. En lo que los carros se acercaban, pude ver dos siluetas dentro del enorme camión. Maniobré bruscamente con tal de evadirlo, y aunque estuve cerca, el camión alcanzó a darle un golpe de costado a mi auto. Eso hizo que me descontrolara y casi chocara contra una casa antigua de la calle. Me detuve en seco y asustado. Bajé de vehículo para inspeccionar si algo pasó con el camión, pero entre la penumbra y las luces de ciertos postes de luz, no pude ver nada más que oscuridad a lo lejos. Decidí no hacer nada más y tras fijarme en el golpe en mi carro (un tanto grave) tomé el volante y arranqué lanzando maldiciones.
La casa de mi amigo estaba a tres cuadras más y lo dejé a cargo de su hermana, que se veía asustada. Me despedí y me puse en marcha de nuevo para llegar a mi casa, la cual estaba del otro extremo de Chapultepec y como a veinte minutos de ahí. Osea, sí, tenía que regresar por el mismo camino donde casi me mataba. No me preocupaba… no demasiado. Encendí la radio para tratar de relajarme; pero, ¿qué podría pasar? ¿de qué estaba nervioso? Sólo si acaso el que manejaba ese camión me esperara donde casi chocábamos para darme una buena paliza. Ajá.
Me acerqué al lugar del accidente, no había nada, más que las marchas de llanta al derrapar. Supuse que eran las de mi coche por el tamaño. Seguí manejando mientras tarareaba una canción que odiaba.  Entonces, sólo 2 calles más allá, estaba ahí, la enorme camioneta (que por alguna razón ya no estaba tan grande) totalmente volcada. «Yo… yo no he sido el culpable de esto» pensé, mientras trataba de evadir la escena. Empecé a sudar frío. Pero algo, y aún no sé qué fue, me hizo querer bajarme de mi auto y revisar si había alguien. Pedir disculpas, quizá. Algo extraño, pero me llevó a hacerlo. Me bajé temblando.
El automóvil estaba echando humo, y dificultaba ver si había alguien adentro o no. Yo no soy de esos que les gusta inspeccionar las cosas, debo admitirlo, soy miedoso ahora, pero como dije, algo… o alguien me incitaba a ver qué había pasado. Las palabras y cuentos de horror de mi abuelo retumbaron en mi cabeza. Las ignoré y me acerqué más. Para mi sorpresa, dentro estaban aquellas dos personas. Veía al conductor del otro extremo y a una mujer con un fuerte golpe en la cabeza. Entré en pánico. Quise sacar mi teléfono celular para  llamar a emergencias… pero no estaba en mi pantalón. Claro, se me había caído dentro de mi auto cuando traté de evadir a esa camioneta. Camioneta que ahora estaba volteada y con dos personas inconscientes… sino es que…
Corrí tembloroso en busca de mi teléfono, abrí la puerta y empecé a buscar y una vez más, pude ver a mi alrededor un fuerte destello. Pero estaba vez ahora envuelto en llamas. Salí expulsado hacía dentro de mi auto y me golpeé la cabeza contra el vidrio. Cuando pude volver a moverme, entendí lo que pasó. Otro carro había pasado (al parecer a toda velocidad. Ebrios) e impactó contra el camión. Ambos carros explotaron. Ahora todo era un fogón inmenso. De mi cabeza resbalaba sangre del golpe, y tambaleándome más que nunca decidí salir. Lo último que vi esa noche era la inmensa fogata y uno que otro cuerpo calcinado del pequeño carro que causó la explosión. Pero yo… yo había causado todo eso.
Creo que desperté  un día después, pues era de noche y no fueron sólo horas. Todo mundo creyó que yo había evadido milagrosamente la colisión y me salvé de la explosión. Y como sólo pudieron ver que el pequeño auto a toda velocidad con cinco adolescentes a bordo (ebrios, se los dije) era el culpable, yo era sólo un sobreviviente. Y me quedé callado. Quizá todo pasaría esa noche, nada me pasaría, e incluso pensé que la suerte había estado de mi lado… el casi choque, tirar mi celular, ir por el a mi carro… era un dilema. ¿Mi buena suerte fue la mala de otros?
Pero, ahora hablando de los cuentos de mi abuelo, en el presente creo que es cierto. Desde esa noche, tengo pesadillas varias con personas muertes. De hecho, siete. Curioso, ¿no es cierto? pero eso no es lo peor… algunas veces, mientras conduzco en la noche, veo en los espejos retrovisores un fuerte destello y me ha causado más de una vez uno que otro accidente mínimo. Pero que «suerte» la mía. También he tenido unas cuantas experiencias donde empiezo a oler a quemado, procedente de ningún lugar. Creerías que todas estas cosas son «simples», pero vivir con ellas, temiendo que la pesadilla sea real, que esta vez me cause un accidente de muerte o que el olor a quemado venga de mi… te hace volverte paranoico, pues crees que nunca acabará.
Nunca he sido el mismo desde esa noche, y me sigo sintiendo culpable por todo aquello… pero eso sí, desde esa noche, no soporto la idea de ver a personas muertas en la calle.

Creación propia

J. S. Pérez

Please wait...

2 comentarios

¿Quieres dejar un comentario?

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.