Mala elección

El trabajo en la universidad San Marcos se había alargado más de lo previsto, obligando a Meylin a quedarse con sus compañeros más tiempo. Cuando finalmente terminaron el trabajo, salieron de la universidad a las nueve de la noche, hora muy difícil para encontrar un autobús que los llevase a casa, más aún porque ese día era feriado.

Meylin era la única que vivía lejos y que debía encontrar un bus que la llevase si no a su casa, lo demasiado cerca como para caminar hacia ella. Todos sus amigos ya se habían retirado por otros caminos, y a esa hora le daba la impresión de estar siendo observada.

La suerte junto con la paciencia de la joven estudiante se veían ahora empapadas por la lluvia que empezó a caer, mientras seguía mirando hacia la pista con la esperanza de encontrar un bus que la pudiese recoger.

Al pasar más de cuarenta minutos de espera, los ojos de Meylin se iluminaron por lo que parecía ser un bus que tomaba la misma ruta que llevaba a su casa. El bus se detuvo y Meylin rápidamente subió en él empapada, pero con mucho alivio por saber que llegaría a su casa después de una larga espera.

Meylin se mostró muy extrañada al ver, tras subir al bus, que éste estaba completamente lleno. Cada uno de los asientos estaba ocupado, excepto uno que se hallaba justamente al final. Además de esto, un sujeto muy desaliñado se encontraba parado al frente de todos.

Meylin caminó con cautela hacia el último asiento y se sentó al costado de un hombre de edad. De ahí en adelante sólo se preocupó por mirar a la ventana y descansar sus pensamientos. El cansancio hizo que no se preocupara por escuchar lo que el sujeto decía, sólo le preocupaba llegar a su casa y no coger un resfriado por haber esperado al bus bajo la lluvia.

El sujeto de pie entonces tomó asiento, mientras que la persona que se sentaba a su lado se paró en el mismo lugar. A Meylin ahora sí le pareció extraño; otro sujeto se había parado al frente de todos, y expuso, con voz relajada:

—Pues buenas noches, supongo… eh…, sería cortarle primero los dedos de ambas manos, e ir terminando por los de los pies —dijo el sujeto que se movía de un lado a otro algo vacilante—. Y pues, eso es todo, gracias.

Luego regresó a su asiento mientras otra persona se levantaba y ocupaba el mismo lugar, al frente.

—Buenas noches, mi nombre de Estefania. He pensado en clavar unas cuantas agujas —dijo la señora ahora de pie, mostrando una bolsa con largas agujas— para prolongar el sufrimiento y la tensión en su cuerpo. Gracias.

Todos los pasajeros miraban al frente, como testigos de algún caso. La señora se sentó y tomó su lugar el sujeto que se encontraba a su costado. Meylin empezó a sentir mucho miedo, cada uno de los pasajeros se paraban al frente para confesar alguna clase de bajeza frente a los demás. ¿Qué era ese lugar? ¿Quiénes eran esas personas? Meylin, por suerte, se sentaba al final; pero sabía que eventualmente debería pararse al frente y exponer como los demás lo hacían… la duda de la joven era ¿qué si no tenía nada que confesar? ¿Qué pasaría entonces?

—…por eso al final le rompería las piernas con este martillo —dijo el joven ahora de pie, sacando de su mochila un martillo oxidado y levantándolo para que los demás lo vieran—. Eso sería todo, gracias.

Sólo faltaban cinco pasajeros más y le tocaría a Meylin salir al frente; ¿pero qué iba a decir? ¿Acaso se tenía que inventar algún gusto grotesco para poder subirse al bus? En ese momento comprendió que el bus al que se había subido no era exactamente un bus que cobraba alguna clase de pasaje para llevarte a tu destino, sino que lo hacía gratis, pero para cierta clase de personas, con cierta clase de intenciones.

—Buenas noches, mi nombre es Julian, tengo 38 años y como muchos de ustedes me encanta el sexo forzado. Lo primero que haría sería tocar su cuerpo para excitar a mi víctima y después clavarle mis dedos en los ojos hasta que salgan disparados por la presión. Ya después besaría los orificios en donde alguna vez estuvieron esos dos hermosos ojos. Muchas gracias y buenas noches.

El hombre, después de delatar sus intenciones, se sentó de lo más tranquilo en su asiento, mientras que los otros pasajeros parecían acostumbrados a tales declaraciones. Sólo faltaban cuatro personas y sería el turno de Meylin, la joven universitaria estaba totalmente asustada por lo que sus oídos escuchaban. Intentaba ocultar su miedo para intentar encajar con los demás, y asimismo intentó idear alguna perversión que tuviera oculta. Entonces pensó en una noticia reciente sobre un extraño sujeto que comía trozos de carne de sus víctimas mientras las violaba; era algo totalmente repudiante para ella, pero si tenía que decirlo de forma convincente para llegar a su casa sana y salva, lo haría.

Después de que el sujeto que se sentaba al costado de Meylin expresara el deseo de arrancarle el cabello a su víctima de un tirón con sus propias manos, Meylin respiró hondo y se preparó para pasar al frente.

Pero en el momento que el hombre volvió a sentarse a su lado, algo sumamente extraño sucedió: todos los pasajeros voltearon para mirarla. Fue algo muy perturbador para Meylin, por la sencilla razón de que ninguno había mostrado señales de movimiento durante toda la estancia de la joven en aquel curioso bus. Aun así, tragó saliva y se paró para ponerse al frente de todos los pasajeros del bus, quienes ahora la miraban con grandes sonrisas, todas con un tono de perversión grabado en ellas, como si después de tanto tiempo pudieran cumplir sus fantasías.

Meylin no demoró más en darse cuenta de la situación, e intentó romper la ventana que tenía más cerca de ella para lograr escapar; pero ya era tarde, los pasajeros se habían abalanzado sobre ella y cada uno la reclamaba para poder saciar esas bajas pasiones y esas filias que guardaban en su interior.

Meylin empezó a sentir fuertes golpes de martillos en ambas rodillas, agujas que se le clavaban por todo el cuerpo, mordiscos y toda clase de torturas que los pasajeros desplegaban contra ella.

Definitivamente, tomar un bus lleno a altas horas de la noche fue una muy mala elección.

Creación propia

Escante

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7 comentarios

Pues subirse a un bus lleno a altas horas de la noche no es mala eleccion, la mala eleccion fue subirse a ese bus, yo me hubiera retirado antes de que me tocase y despues tomaría otro bus, pero me gustó mucho el creepypasta, es interesante y algo perturbador por el hecho de que todas las ideas macabras que fueron expuestas al frente fueron puestas en practica con una sola muchacha 4/5

Eso último que has dicho era la idea, pero no fue así. Y una buena idea, Escante, estás lleno de buenas ideas, pero a veces te sale mal. La historia es predecible, y estoy suponiendo que pretendías que así fuera, que el lector se diera cuenta antes que Meylin del lío en el que ésta se había metido. Durante toda la historia nos estuviste preparando para ese momento, y cuando llegó, le dedicaste dos párrafos completos. De dos y una línea y media. En lo más lindo de la historia, te quedaste corto.

Habían, calculo, por lo menos unas 30 personas en ese bus. Treinta personas no caben encima de una. Al final, como pudimos ver, sólo unos cuantos pudieron cumplir su «fantasía», porque sencillamente una persona no basta para treinta. Ese fue otro error.

El chiste del final… no dio tanta risa como pudo haber dado.

Aún cuando es una linda historia (Como me gustaría ser un pasajero de ese bus), concuerdo con tubbiefox… tenáis que dedicar más detalles a las macabras perversiones de los pasajeros… eso es algo atractivo, es miel para nosotros.
Me ha gustado (En serio ¿De donde sacas tus ideas?) (Y)

Me gusto mucho el Creepy, y quisiera hacer una adaptación cinematográfica, un trabajo universitario, obviamente sin animo de lucro. Mi correo es [email protected] si estas interesado contactarme.
Y sigue escribiendo, hay mucho talento.

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