Son pocas las personas que tienen conocimiento sobre la tumba del señor Forestern. Algunos habitantes del pueblo cuyas nubes grises nunca se han visto desvanecer han afirmado haberla visto en alguna ocasión, dicen que los que la han apreciado de lejos pueden notar que el ambiente de sus alrededores se ve abandonado ya que la vegetación se encuentra marchita. Mucho no puedo contar pues todos se alejan o evitan el tema cuando les saco la conversación por lo que un día me propuse a echarle un vistazo; me dirigía hacia el cementerio poco después de las doce de la madrugada, las calles permanecían solitarias como si de un pueblo fantasma se tratara, solo las luces de los viejos postes de luz que de vez en cuando titilaban me hacían compañía. Cuando crucé la gran puerta parcialmente oxidada de la entrada del cementerio pude notar que el ambiente cambió por completo en fracción de segundos, eché un vistazo a los alrededores y a lo lejos pude ver que se aproximaba una persona – será el cuidador de tumba – pensé, así que esperé a que me recibiera para no dejar los modales. – Buenas noches joven- dijo – ¿Qué lo trae a estas horas por acá?- concluyó, le dije que se trataba de la tumba del señor Forestern que nadie la visitaba, por lo que me dejé llevar por la curiosidad y visitarla y rendirle tributo tal vez. Pensé que venir a estas horas de la noche sería más cómodo ya que nadie anda afuera de sus casas y sabiendo las historias locales no quise llamar la atención, – Muy bien hijo – Me contestó, – Puedo mostrarte el camino, es por acá- me hizo un ademán mientras se adelantaba; en el camino me empezó a contar acerca del difunto, que en los tiempos de antaño le decían el brujo de gatewall ya que poseía riquezas y tenía bastante poder sobre el pequeño pueblo, incluso los rumores se extendieron de que hacía experimentos con personas recién fallecidas y a veces vivas, pero que nunca lo lograron confirmar.
El camino se hacía demasiado largo para como recordaba, así que le pregunté cuánto nos faltaba, sin respuesta alguna, no me había fijado pero cuando vi sus brazos no pude divisar la fuente de la luz que nos alumbraba el camino ¡era como si la luz se reflejara sin lámpara! Me puse nervioso así que pensaba en irme corriendo lo más rápido posible hasta que el viejo señor dijo –Llegamos- miré la tumba pero a mi sorpresa estaba vacía y vi que las pequeñas ramas de flor marchita se iban congelando, hasta que todo se nubló y empecé a sentir un frío cortante, el piso era blanco como si de nieve se tratara y empezó a nevar sin mencionar que la neblina era muy densa por lo que no pude ver más allá, giré mi vista hacia el cuidador de tumbas y esbozaba una leve sonrisa y me dijo – Después de todo los experimentos no fueron suficientes para el trabajo de toda una vida, es por eso que necesito seguir trabajando – En cuanto escuché esas palabras salir de su tono gastado, salí corriendo lo más rápido que pude sin mirar atrás, no sé cómo lo hice pero mis piernas no paraban, era como un motor de vapor de incansables engranajes, logré salir del cementerio y fue cuando el ambiente pareció volver a la normalidad, el frío se desvaneció y cuando me di la vuelta me vino un pequeño susto al ver al señor parado justo detrás de la puerta llamándome haciendo un ademán con la mano mientras sonreía.
Sin duda alguna sé por qué nadie se acerca a ese extraño lugar, le pregunté a las personas del extraño cuidador de tumbas pero respondieron lo que sinceramente sospechaba, no existía tal hombre así que dejé el tema para que no me creyeran loco, lo que logré vivir era cierto, al menos así lo sentí y no les mentiré que cuando es hora de dormir, exactamente a las doce de la noche un frío invade toda mi habitación pero siempre me tapaba con la sábana hasta la cabeza. Un día traté de ver el origen y cuando se hicieron las doce en punto, comenzó el frío así que me armé de valor y destapé mi cabeza dejando mi visión escasa debido a la oscuridad y allí estaba el señor Forestern moviendo la mano para que me acercara.
Por Vlad Pine