Isa Moo Moo

«¡Amo a mis amigos! ¡Los amo, los amo, los amo! Si te metes con ellos, ¡te metes conmigo!»

Eso era lo que ella siempre pensaba cada vez que veía a sus amigos. Los amaba. Los protegía. Aún siendo una pequeña niña de doce años, protegía a sus amigos -mayores, menores, o de su misma edad.

Siempre tenía una sonrisa en su cara, e iba dándole felicidad a otros. Ella siempre podía notar si alguien estaba triste o no. Pero ella los hacía reír, no importaba cómo. Ella era rara, del tipo que decía y hacía estupideces sin razón. Incluso los maestros lo sabían. Pero aunque fuera rara, era inteligente: sabía cómo usar las reacciones y creencias de la gente a su favor. Los manipulaba y usaba de tal forma que parecía como si fueran ellos mismos los que decidieron hacer «algo».

¿Manipuladora? Sí, en muchas formas. Pero siempre lo hacía para el bien. Por el bien de sus amigos.

A diario aprovechaba su rareza para hacer cosas raras, así que a otros les parecería normal que ella los hiciese. Aunque sea muy ingeniosa, había cosas que no sabía hacer bien. Una era consolar. Pero para eso utilizaba su rareza. Incluso si era una amiga, posiblemente ligaría con ella, en broma, claro; también a sus amigos, y los abrazaba.

«Zorra, perra, puta.». Eso era lo que pensaban muchos de ella por consolar a sus amigos de esa forma.

Y a ella le importaba un bledo. La mayoría de las veces sus amigos reirían, o quedarían con el shock de lo que acababa de pasar y olvidarían lo sucedido.

La mayoría de las veces.

Sino, haría alguna otra cosa rara. Pero ella podía ver si aquella persona necesitaba estar sola.

Esta chica se llamaba Isabella.

Quería que todos fueran felices. Soñaba con un mundo perfecto. Siempre fue así; deseaba la felicidad de las personas.

Hasta que el reino de los adultos atacó.

«Madura», «no hagas eso, es raro», «detente, a nadie le gusta». Eso le decían a diario.

Ella era rara, no lo podía evitar. Pero siempre seguía sonriendo.

Su rareza fue creciendo con los años desde que nació. Sin darse cuenta, una fuerza oscura crecía a la par. Una fuerza que esperaba el momento para salir a la luz. A veces salía un poco de esta, pero en proporciones tan pequeñas que ni siquiera las notaba.

Felices, sean todos felices por siempre.
Pero a veces se olvidaba de su propia felicidad, y cuando la recordaba, encontraba un gran vacío. Lo ignoraba, pues la felicidad de sus amigos era su felicidad.

Y al llegar a casa… bueno, sus familiares también decían que era rara, pero no les agradaba tanto su forma de actuar. Incluso a veces hacían comentarios hirientes, pero se daban cuenta y se disculpaban. Ella los amaban, y ellos la amaban también. Poco a poco, ellos se hicieron unos raros, gracias a ella.

Todo los días veía con orgullo su trabajo.

Pero todo este amor, toda esta felicidad se vino abajo. Y pronto sabrás por qué.

Ella estaba viéndose en el espejo. Su cabello, largo y castaño oscuro y suave,brillaba con el sol. En su cabeza, tenía a su sombrero de peluche de una vaca, Moo Moo. Siempre que podía la traía puesto, a pesar de que muchos lo vieran extraño. Moo Moo es una vaca marrón con cuernos amarillos, aunque muchos la llamaban toro, ella insistía que era una vaca.

Ese día decidió ir con Moo Moo a la escuela. Sorprendentemente, ella no disfrutaba de la atención que recibía por sus extrañeces, pero hacía lo mejor posible para ocultarlo.

Ni siquiera habían empezado las clases, por lo que podía tener su sombrero sin ser regañada. Así pasaron los días, usando su sombrero antes, durante el recreo, y luego de clases. Sin su sombrero se sentía desnuda. Empezó a ver las otras ventajas de su sombrero: podía meter cosas ahí, y aunque lo tuviera colgando de su cuello, no se notaría. Generalmente guardaba utensilios o comida; comida dulce; pasteles envuelto, caramelos, pudín. De chocolate, en su mayoría. «¡Amo las cosas dulces! Pero más el chocolate… ¡y el pan!»

Un día, ella pensó: «¿Qué pasaría si algún día algo o alguien entra a la escuela, y mis amigos no pueden defenderse?….. Necesitaría un arma, a ver… algo que fácilmente encuentres en una escuela. Debe ser mortífera y eficaz………. ¡Ya sé, tijeras!»

Buscó y buscó en su hogar por ellas, y encontró diez en total. Tres quedaban descartadas, pues tenían punta redonda. Una estaba muy oxidada, la cual la dejaba con seis opciones. Una tenía un filo perfecto y era puntiagudo, aunque era demasiado liviana. Serviría para ataques sorpresa en tejidos blandos como los ojos, o incluso, si se aplicaba suficiente fuerza, el pecho; ésta iba. Quedan cinco. Esas dos están muy poco afiladas, quedan tres. Y encontró la perfecta: ojos de la tijera suaves, hoja aceptablemente puntiaguda y grande, aunque le faltaba un poco de filo. Se podía corregir.

Esa noche afiló su tijera, a tal modo que apenas un toque podía cortar. Rio, divertida y orgullosa de su trabajo, sin darse cuenta de que esto le traería una obsesión incontrolable.

Ella era muy observadora y pensativa. «Las posibilidades son infinitas, así que debemos estar preparados para cualquier cosa, ¿verdad?», se decía a diario.

Cuando acompañó a su hermano para que le cortaran en cabello, notó la facilidad y rapidez con la que los peluqueros cortaban. Curiosa, le preguntó a uno:

«¡Wow, señor! ¿Cómo puede mover las tijeras tan rápido y no cortarse?»
La miró, y le dijo: «Todo está en la práctica. Y quítate ese toro de la cabeza, niña. El calor daña el cabello.»
Sonriendo, le dijo con alegría: «Jamás.»


Tutoriales, tutoriales, tutoriales. Practicó tanto que en unas cuantas semanas ya podía mover las tijeras como una maestra. También practicó pelea con tijeras por su propia cuenta, esperando que sirviese para algo, algún día.

Amaba sus tijeras. No salía de casa sin ellas. Todas eran peligrosamente afiladas. Un pequeño toque y te cortas.

Llevó su obsesión con las tijeras al colegio. Para eso eran sus tijeras, ¿no? Para asegurar a ella y a sus amigos.

Ella encontró hermoso el sonido del snip de la tijera al abrir y cerrar. Lo amaba. La tranquilizaba.

Y un día se preguntó:
«Hmmm… ¿cómo se sentirá cortar carne?»


Aquel día.

Oh, Dios. Aquel día.

Se pasó. La maestra se pasó.

Respira, Isabella, respira.

Ella estaba dibujando caricaturas. Sus OCs, en diferentes escenas de su imaginación. En el escritorio.

Era clase de literatura. Había acabado rápidamente el examen, y estaba aburrida. Ni siquiera escribió algo en el escritorio. Sólo dibujó los personajes. La maestra pasó al lado de su puesto, miró los dibujos, y se fue. Luego de que todos terminaran el examen, muchos de sus «amigos» habían visto con curiosidad cómo ella dibujaba, y fueron a ver sus dibujos. Todos los amaron. Tocó la campana, y la maestra de literatura se fue.

«Ella me odia, yo la odio…. pero ambas sabemos qué es lo mejor, y lo ignoramos.»
Eso es lo que ella pensó.

Ya en el recreo, regresó con la directora, y dijo:
«Directora, ésa es la niña. Esa es la que se estaba copiando.»
«Jovencita, venga un momento.»

«No way.»

Le dieron un sermón que duró media hora, que es todo el recreo, mas diez minutos de su clase favorita (matemáticas… no es nerd, es intelectual). Le dieron una detención, y la fracasaron en el examen. Todo esto en clase. Ella intentó defenderse, y estaba a punto de convencer la directora cuando Tania, una de sus amigas, dijo:

«Es verdad… yo la vi escribiendo en su escritorio.»

Otro dijo:
«Sí, y me había dicho algo de que no había estudiado, y que se iba a copiar.»
«No»

«Le habíamos pedido que nos hiciera preguntas, pero ella no se sabía nada.»
«¿Por qué?»

«Ella nos enseñó después del ejercicio las respuestas.»
«Creí que éramos amigos.»

Cabezas de sus «amigos» asentían, o decían «sí». Pero entonces, Seina se paró:
«¡Pero, maestra! Ella nos enseñó su silla después del examen, y tenía dibujos de caricaturas. Ni siquiera tenía palabras.»

Otras cabezas asintieron, y dijeron «sí». Por desgracia, éstos eran sólo cuatro; cinco con Seina, conocidos por ser unos bromistas.

«¿Quién de ustedes está mintiendo? Si no responden, todos reciben un aviso.» (Aviso: Pedazo de papel que mandan en algunas escuelas «avisando» al acudiente de alguna falta mayor que haya hecho el niño o la niña; éste afectando tu «currículum» escolar fuertemente).

Todos empezaron a hablar al mismo tiempo. Un aviso era algo terrible. Vio a sus amigos verdaderos, que la estaban mirando y les dio las gracias silenciosamente.

«Directora, me estaba copiando.»

Caras de sorpresa y ojos malévolas, cinco caras tristes a punto de protestar calladas con una mirada, y una detención.


«Jajaja, eso le pasa por querer tanta atención.» «¿Amigos? ¡Jamás, con esa zorra wannabe!» «Está loca, y cree que le vamos a dar trato especial por rara.»

«Loca.»
«Attention whore.»
«Muere.»
«La odio.»
«Mimada.»
«Y ella creía que me caía bien.»

Susurros. Susurros por todos lados. Todos hablaban de ella. Creía que eran sus amigos. Creía que los hacía felices. Sabía que algunos a veces se burlaban, pero no a este punto.

«Yo sólo quería que fueran todos felices…»


«No son mis amigos. Nunca lo fueron. No merecen mi compasión. No merecen mi felicidad. Merecen ser castigados. Merecen dolor.»

Pensaba todo esto, todo los días. Eso ya había pasado dos meses atrás.

De poco a poco, su personalidad fue cambiando. Sus «amigos» intentaron hablarle, como si nada hubiese pasado, pero ella les daba una sonrisa amable, con ojos tan fríos y rabiosos, que se alejaban casi al instante.

Ya no le deseaba la felicidad al mundo luego de ver lo desleal que puede ser.

Tenía tres listas: una blanca, una negra, y una gris. La blanca para los «salvados», la negra para los «desgraciados», y la gris para «ninguno».

La blanca tenía unos cuantos pocos nombres de amigos de otras aulas que escucharon la historia y se compadecieron de ella, además de su familia. La negra tenía aquellos que escucharon la historia y se burlaron, rieron, o la culparon. La gris era para cualquier persona que conociese.

Venganza, odio, ira. Sentimientos que tan pocas veces había sentido en su vida llegaron al aire.

Deseo, deseo, deseo. ¿Pero, de qué?

Snip, snip, snip.

Jamás lloró. Se rehusaba. Estaba disgustada, enojada, pero más que nada, triste. La traición inesperada siempre duele.

Se rompió finalmente cuando una señora, de unos 30 años y en uniforme, llegó a su casa desprevenidamente una tarde en la que su madre fue al supermercado. Fue directo al grano:
«Su madre tuvo un accidente. Un auto la chocó, y ambos murieron al instante.»

«¡Jajajaja! ¡Esto no se podría poner mejor!»

«Su abuela los cuidará de hoy en adelante.»

«Lo sabía~, lo sabía~.»

El sarcasmo. Lo mejoraba todo. Tanto su hermano mayor como el menor rompieron en un inmediato ataque de llanto. Y ella se rompió. No en llanto, sino que aquel contenedor que tenía sus sentimientos se abrió, y todo se fue. De ahí en adelante, casi todas las emociones que tuvo, se esfumaron.

Ya no sentía nada.

Ya no le importaba casi nada.

Ya no hacía nada.

Pero siempre se mantuvo con una sonrisa en su rostro por los que amaba.

Ni siquiera fue al funeral. Por más que su abuela protestó, ella se quedó en cama. Y pensó, pensó, y pensó, y se dio cuenta de lo horrible que era la humanidad, y especialmente, su gorda abuela paterna.

«Ay, abuelita… cuando llegaste, estabas llorando… empezaste a llorar al llegar, maquillada y todo…… Eres una hipócrita. Tu primera lágrima cayó de tu ojo derecho.»


Nueva entrada a la «lista negra»:

Abuela Rachel


Ahora estaba desesperada. Necesitaba un sentimiento. Quería un sentimiento.

Internet decía: «Científicamente comprobado: las sonrisas pueden mejorar el estado de ánimo de una persona, e incluso transmitirle el sentimiento. Esto incluye las caras felices.»

Tiza. Su habitación olía a tiza.

Caras felices hechas con tiza estaban en las paredes. Ella misma sonreía, aunque no quisiera.

«Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Medidas desesperadas. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda. Ayuda.»

Repetía una y otra vez en su mente, todo el día, todos los días.

«Veo que necesitas ayuda.»
«¿Quién eres? ¿Por qué estas en mi mente?»
«Te sientes sola, desamparada, odiada y rechazada, ¿no?»
«……sí»
«Sigue tu instinto. Y a mí.»

La voz desapareció.

«Seguir mi instinto……..»


«Estoy loca.»


En su total apariencia, Isabella parecía estar feliz, como siempre. Pero los cambios se notaban. No confiaba en nadie. Sólo le hablaba a la lista blanca, y a otros, si era totalmente necesario.

¿Amor? Apenas sentía algo.

¿Felicidad? ¿Qué es eso?

¿Cordura? Poca.

Y Seina lo notó. Notó sus tics en los ojos cuando le hablaba alguien de la lista negra o gris. Notó la rabia sin razón de sus ojos. Y le pareció interesante.


Su tijera. ¿¡Dónde estaba!? ¿¡Dónde estaba!?

No lo encontraba. Se desesperó.

¿¡Dónde estaba!? ¿¡Dónde estaba!? ¿¡Dónde estaba!?

Fue a buscarlo fuera de su habitación. Entró a la sala, y ahí estaba…

«¡Ah, hola Chabeli! Al fin saliste de ese hueco.» «No. Me llames. Así. JAMÁS.»
«Hola abuelita. ¿Haz visto la tijera negra que siempre uso?»
«¿Esa cosa? ¿Para qué quieres una tijera? ¡Usted no es un hombre para estar cargando cosas tan peligrosas! Ah, si. ¡Mira el vestido que te compré! Es rosado y con hermosas flores, ¡como te gusta!» «EN QUÉ MUNDO?!» «Oh, y quítate esa cosa de la cabeza que se ve feo. ¿Y por qué andas vestida de negro en la casa? No creo que tu mamá te haya dejado usar tanta ropa negra.»

«Si no fuera porque mis hermanos están en la casa, tu obeso cuerpo estaría desangrándose en el suelo con los órganos- ¿qué? ¿Por qué pienso esto? ¿Qué me está pasando?»


La voz regresó. «¿Recuerdas cómo te hizo sentir ese pensamiento?»

La chica Moo Moo no lo podía creer. «Yo… yo me sentía…»
«Dilo.»
«Feliz», dijo en voz alta.


En el colegio y con su tijera de vuelta, algo pasó. Tania le dio por molestarla, de nuevo. La ignoró, como siempre, evitando mirarla a la cara; una cara que alguna vez consideró amistosa.

«Deberías irte.»
«A nadie le importas.»
«Yo sé cómo tu eres, y eres una perra.»
«Muere.»

No le prestó atención a ninguno.

«Hija de puta.»
«Anormal.»
«Imbécil.»
«Tú y tus amigos son unos imbéciles. Deberían morir.»

Uyuyuy.

«No digas eso, es de mala educación», dijo ella intentando mantener la calma. «Lo vuelves a decir y te corto la lengua.»

«Ajá, así que hablas. ¿No deberías estar con tus perros- ¡hay, perdón! ¿Amigos?»
«Deja de hablar mal de las personas.»
«Yo hablo como quiero, y yo digo que ustedes son unos hijos de puta.»
«Odiada Tania, te quisiera advertir con todo irrespeto que si no cierras esa ignorante boca tuya, deberé de hacer algo al respecto, no muy agradable para ti.» Su madre le había enseñado que siempre debía ser educada.

«Tú, y tus amigos estarían mejor con tu madre en la tumba.»

Pop! Goes the weasel! «Hazlo.»

Hábilmente sacó la tijera filosa pero liviana de su bolsillo. Gracias a sus clases de Jiu-jitsu en años previos, fácilmente la volteó. Enganchó sus piernas en su cuerpo, dejándola inmóvil. Tomó su cabello desde lo más cerca a la raíz posible, y ¡snip, snip! Un mal corte de cabello para Tania~

«Si no quieres algo peor~ Deberías considerar callarte, ¿no~?»


En fin, otra detención. ¿Y quién la cuidaba? ¡Sorpresa, sorpresa! La maestra de literatura.

Era la única en el salón, además de la maestra. Tenía derecho a usar a Moo Moo.

«La tuviste que haber matado. ¿Por qué no la mataste?»
«¿Y por qué debería?»

«Porque te he estado entrenando los últimos años por algo, y al fin creí que iba a ver mi trabajo hecho.»
«….¿quién eres?»

«¿Dijo algo, chiquilla boba?» La sangre le ardió de rabia. ¿Boba?
«Maestra, no tiene por qué hablarme así.»
«Y tú no tienes derecho de hablarme de forma tan irrespetuosa. Esta clase de vocabulario vulgar merece un aviso.»   «what»   «what»


«Pero, maestra. No tiene por qué insultarme.»
«¿Sabe qué? Ya me cansé de usted. Usted es sólo una chiquilla que le gusta la atención y por eso se la pasa diciendo boberías por ahí, y usted lo sabe. Y ahora que su madre ha muerto, ¿cree que merece trato especial? Está demente. No me sorprende por qué la apartan tanto del grupo, y que hayan sido las inteligentes.» Un momento…
«…..¿acaba de llamar a mis amigos estúpidos?»
«Si se quedan con usted, lo son. Esos amigos suyos están mal de la cabeza, como usted.» «….la quiero muerta.»

«Hazlo, niña. Te daré un premio.»
«¿Lo puedo hacer a mi propio estilo?»
«Claro, como tú quieras, pero sé cuidadosa.»

El enojo se convirtió en ansiedad. La miró, y sintió cómo su cordura se perdía. Ya no pensaba claramente. Quería hacer algo, algo malo. Pero también quiso hacer algo más; algo que la identificaran. Algo para ser recordada. Sonrió de oreja a oreja.

Sacó una navaja de afeitar que tenía en su cartuchera (a este punto no te debería sorprender; tenía incluso exactos debajo de su silla y alfileres en su bolsa).

Con una voz alegre, dijo: «Maestra, ¿puedo ir al baño?»
«Como quiera.»

En el baño, se miró al espejo. Guácala. Demasiado simple. Tomó su hoja afilada, y se dibujó dos pequeñas caras felices tipo =) verticales, una en el medio de cada mejilla. La sangre caía, y se escurría por su cuello. No dolía casi nada gracias al filo.

«¿Así está bien?»
«Como quieras.»

Y más sonrisas. Más sonrisas. En su abdomen, en sus hombros, y en sus piernas, sin pasarse de la rodilla. Tampoco se hizo ninguna en los brazos, pero tenía una en cada mano.

Se miró en el espejo del baño. Miró su obra de arte. Rio. Amó su propia  risa, y de una forma hermosa, rio todavía más fuerte, como si le hicieran cosquillas.

Y en el reflejo vio una sombra. No la podía identificar bien, pero algo le decía que mejor no debía voltearse a ver. Una risa desquiciada se escuchó viniendo de la sombra, e Isabella, cubierta de su propia sangre, dio risitas.

«Soy tu amigo.» La voz ya no estaba en su mente. Pudo identificarla como una voz masculina. «Limpiaré el desastre por ti. Aprovecha el tiempo que te doy.»

«Entendido.» Y la sombra desapareció, dejando en donde estaba algo de alcohol y algodón. Se limpió las heridas, y para cuando terminó, la maestra entró al baño, y gritó:

«¡¿POR QUÉ TE TARDAS TANTO?!- ¡Niña, qué te has hecho! ¡Estás mal de la cabeza!»

«Sí.»

Una sonrisa calmada se formó en los labios de la chica de doce años.

Suavemente, con una sonrisa pero ojos salvajes, fríos y furiosos, dijo:
«…….tú no eres mi amigo.»

No es que la maestra fuera débil, o que a ella le entrara un poder sayayin fase 10 de la nada y la empezara a golpear a más no poder cliché , pero fue tan extraño lo que hizo, que ni siquiera se movió.

Isa tomó la botella de alcohol, y cantó con su hermosa voz, una canción conocida como el «Leon no Komoriuta». La única canción que la calmó en sus tiempos de miseria.

Al terminar, le preguntó a la voz en su mente:
«¿Obtengo alguna habilidad especial, no sé, como volar?»
«La obtienes, aunque no volar. La descubrirás en poco tiempo, pues ni yo se cual es.»
«Entendido.»

«Tú no eres mi amigo.»
«Voy a llamar a la policía si sigue con esto.»
«Tú no eres mi amigo.»
«La llevarán al manicomio.»
«Tú no eres mi amigo. Aunque, debo agradecerte. Me abriste los ojos, y ya sé quién es mi amigo y quién no. Y tu no eres mi amigo.»

Sacó su tijera liviana y saltó sobre ella, derrumbándola. Enterró la punta en su ojo, y lo arrancó. La maestra peleaba por salirse; arañaba y mordía. No podría, pues la chica era buena en las posiciones de control.

«Qué molesto….»

Tomó su tijera grande. Le quitó su otro ojo, y ambos los puso en su boca. Y dijo:
«Hora de agregarle rojo a la fiesta.»

Se quitó de encima, y la maestra, llorando de dolor, se paró, sin saber a dónde ir.

«Mátala rápido antes de que alguien la escuche.»
«Está bien.»

El baño, que estaba situado en la parte superior del piso dos, tenía bordes peligrosos con los que podías caer hacia los salones del primer piso. La maestra salió, y accidentalmente se chocó contra un borde.

Ella aprovechó para ponerse detrás de la ciega maestra, y dijo:
«Moo Moo, bye, bye.»

Y la empujó. Se escuchó un «crack», y la maestra ya no se movía.


Regresó a casa, cubierta de sangre tanto de ella como la maestra. Vio que no había nadie en la entrada, así que aprovechó y cortó los cables de los teléfonos, y tomó los celulares.

Corrió a su cuarto, y tomó sus listas.

La lista blanca cambió a » =) »
La lista negra cambió a » =( »
La lista gris ya no existe. Porque sería muy difícil llenarla con los nombres de la mayoría de las personas.

Sacó una mochila de viaje de su armario. Ahí guardó unas cuantas cosas: ropa, zapatos de correr, un peluche, cepillo de dientes, y sus ahorros. También un lápiz, bolígrafo, y un cuaderno vacío. En otros bolsillos guardó navajas de afeitar, tijeras, exactos, una cuerda que estaba alrededor de una botella, y sus pulseras de cola de ratón, mas la tela; alcohol, algodones, una pinza, y la piedra para afilar que había comprado para las tijeras. Destornillador, martillo, laptop, cargador, y audífonos. Su 3DS, dos juegos de Pokémon, y el cargador.

Era pesada la maleta, sí; pero ella era fuerte.

«Jaja, me sorprende que tengas ese tipo de cosas en tu habitación, niña.»
«Jamás sabes cuándo empezará un apocalipsis zombie.»

Y salió de su habitación, sin cambiarse.

«Chabeli, ven que tu comidita ya está servid- ¿¡QUÉ CARAJO TE PASÓ?!»
«Dije que limpiaría el otro desastre. Este no lo limpiaré.»
«No haré un desastre. Todavía no.»

«Ah, sí, abuela. ¿Recuerdas cuando dijiste que necesitaba «ser más alegre»?» Le mostró su abdomen. «NAILED IT!»

«Chiquilla de porra, estás loca.» Y empezó a llorar, por el ojo izquierdo.

«¿Te he dicho lo irritante que eres cuando lloras, abuelita?»
Y lloró más fuerte todavía.

Isa suspiró. «Está bien. Iré a comer.»


Después de comer, guardó algo de comida en el poco espacio que le quedaba. Encontró un cuchillo de bolsillo, el cual lo puso en su bolsillo. Le faltaba algo de filo, pero eso se podía arreglar. Cuando sus hermanos la vieron -llena de sangre y marcas-, la llamaron loca, e intentaron llamar a la policía. Ella sonrió ante su pánico, y su hermano mayor intentó agarrarla para que no escapara luego de empacar.

«Hermano… tú eres mi amigo. No quiero hacer esto.»
No la soltó. Ella sacó su tijera ligera, y se la enterró en la pierna, no muy profundamente. Aprovechó para correr hacia la salida, y antes de salir, gritó:

«¡Los celulares están en mi baño! ¡Adiós~!»



 

«¿Dónde puedo ir? Aún tengo asuntos pendientes.»
«Al lado del camino en la calle, entre el pasto alto, hay unas escaleras que van hacia una casita abandonada. No te preocupes por los insectos; los saqué de allí.»
Sonrió, y pensó: «Gracias… ¿por qué me ayudas?»
«Porque soy tu maestro.»
«¿Quién eres?»
«Pronto lo sabrás, pequeña.»

Fue hacia donde la voz le indicó, y ahí estaba la pequeña casa. Por fuera, estaba tan llena de maleza que apenas se podía ver algo. Cuando entró, vio que la casa incluso tenía luz. «¡Hay Wi-Fi!»


Era de noche. Nadie la veía, nadie la sentía.

Fue a una tienda de ropa, para buscar algo con lo que pudiera mezclarse en la noche.

Y ahí estaba. Pantalón negro con rayas verticales rojo oscuro, medias dry-feet azul oscuro, y un suéter deportivo de color negro, con una rosa azul en medio, y con Moo Moo en su cabeza.

Tomó otra mochila de ahí, y volvió a su «hogar». Tenía electricidad (y Wi-fi!), sí; pero sólo tenía lo necesario, una habitación simple, una cocina pequeñísima y un baño. Buscó sus objetos especiales, y en su bolso de cuero de medio lado metió sus dos tijeras favoritas y cuchillas de afeitar. A punto de salir, escuchó aquella voz de nuevo:

«No uses esa tijera. Usa estos.»

Se volteó, y allí de donde escuchó la voz, estaba una hermosa tijera de plata, con una hoja de aproximadamente 24cm y un grabado que decía «IMM». «Isa Moo Moo…. esa soy yo.»

También había algo totalmente hermoso: dos «guantes» con tres largas y afiladas cuchillas, en forma de garras. Los amaba. Eran hermosas.

Los puso en su cinturón de cuero junto con su cuchillo ya afilado, y se fue de nuevo a la noche.


Nadie la veía ni oía.

Fue a visitar a cada una de las personas en sus dos listas.

Con la cuchilla, rápidamente les marcó la piel a cada uno, con un «=)» o un «=(«, dependiendo en qué lista esté.

Hacer todo esto le tardó tres noches. Todos se asustaron cuando lo vieron en el amanecer; una marca en sus cuerpos. La policía rondaba por el lugar.


«¡Ey, tú! ¡El de mi mente!»
«Qué irrespeto. ¿Ajá?»
«Mis asuntos pendientes ya están hechos. ¿A dónde debo ir?»
«Empaca tus cosas. Ésta noche te irás.»


Al día siguiente, en las noticias:
«Hoy se han reportado múltiples asesinatos en diferentes áreas de una comunidad. La policía dice que fueron brutalmente asesinados, algunos incluso con órganos fuera, sin ojos o con huesos faltantes. Según las autoridades, todos tenían una cortada profunda en forma de cara triste, y en la pared, escrito con sangre, tinta, u otra substancia que no se ha podido identificar (altamente tóxica, según los investigadores), decía las siguiente frase:
‘Tú no eres mi amigo/a. Moo Moo, bye bye!’

Las autoridades también reportan testigos con marcas de caras felices en sus brazos. Sin embargo, en una de las escenas de crimen en donde la víctima fue una mujer mayor de edad en cuidado de sus dos nietos varones, decía lo siguiente, escrito con sangre de la víctima:

‘=) significa seguridad. =( significa muerte segura. Nada significa que no eres un objetivo, aunque tampoco estás a salvo. ¡Los quiero, amigos!  -IMM.’

Se reporta también el caso de una niña desaparecida de doce años. Se sospecha que tiene que ver con el asesinato de la maestra de una escuela cercana, la cual fue vista por última vez cuando estaba en detención con la niña, más tarde encontrada en un basurero, limpia de sangre y sin órganos, marcas de cortadas, el cuello roto y con los ojos dentro de la boca. Los mantendremos informados, y se les pide precaución máxima.»


(Isa Moo Moo narrando)

Hoy me llevó a un bosque, muy lejos de donde vivía originalmente. ¿Cuánto ha pasado? Unos siete meses, creo. Él me ha estado guiando a diferentes lugares, aunque se rehusa a mostrarse como es. Ya sea que me hable dentro de mi mente o fuera, me advierte de las cosas que me podrían pasar, a dónde debo ir, y a quién matar. ¿Cuántas vidas he tomado a este punto? ¿Y de cuántas formas?

En mi cumpleaños me dio un pastel de queso con galletas Oreo y unos cuantos caramelos. Qué lindo detalle.

Me enseñó que si no encuentro comida, mi víctima es una opción. Y qué delicia. A veces como los pulmones, la lengua, riñones, o incluso el corazón ; el cerebro me da asco.

Ayer me dijo que hiciera de mis pulseras de cola de ratón. Me pregunto por qué.

Caminando en el bosque, veo una rana negra con manchas anaranjadas y piel brillante. Oh-oh, es venenosa…

Oh. Ya entendí.

Tomo un palo, y se lo entierro a la rana. Busco entre mi bolsa de sustancias, y encuentro la botella recién comprada de alcohol, y unos fósforos. Hago una fogata pequeña, y pongo dos palos a los lados, y uno en el medio, como haciendo una cocina vikinga. En medio del palo pongo un recipiente metálico, y pongo la rana al fuego. Gotitas de veneno transparente caen de su cuerpo. ¡Wow, para ser una rana pequeña, tiene muchísimo veneno!

Decidí acampar ahí e ir en busca de comida. En el camino encontré unas tres ranas más, las cuales puse en una bolsa, muertas. Ya llegando a un pequeño pueblo cerca del bosque, decidí que hoy comería sopa de mariscos, así que compro una lata, una botella de agua y una cuchara.

De vuelta me encuentro con dos ranas más. Qué bien.

Ya de vuelta en mi campamento, pongo las otras ranas a que saquen el veneno de sus cuerpos. Cuánto veneno. Ya sé por qué me dijo que hiciera pulseras. Por eso me mandó a un bosque tropical, en vez de uno montañoso. Tomaré ese veneno, y con mis guantes empaparé las pulseras. El veneno de estas ranas es tóxica al contacto, por lo que mañana haré algo de dinero vendiendo pulseras.

Mientras pongo la sopa a calentar, me pongo a pensar en los amigos que he hecho en estos siete meses. En las noticias han salido que diferentes personas en diferentes lugares han despertado con más caras misteriosas, y víctimas con y sin =( siguen apareciendo.

Espero un rato hasta que la sopa está lista. Tomo mi cuchara, y la lata caliente.

«¿Quieres algo de sopa?»
«No me gustan los mariscos.»
«¿Y qué vas a comer, entonces?»
«Me conseguiré algo.»
«Como quieras.»

Se fue la sombra, mi única compañía. Termino mi sopa, pongo un saco de dormir y me duermo casi inmediatamente.


Despierto de noche. Me siento observada.

«¿Estás aquí?»
Sin respuesta. Oigo una respiración, aunque no la mía. Tomo mi linterna, e ilumino el bosque.

Oh, Dios.
No puede ser.

Es él. La voz en mi mente me habló de él.

«The Rake», pensé.

«Ayuda», no hubo respuesta.

Me levanto, tomo mi cinturón y corro al pueblo. Tal vez pierda su interés en mí y mate a alguien más.

Pero , ¿por qué no? ¡Me caí, y en ese momento el Rastrillo metió sus enormes garras en mi espalda!

El dolor era horrible. Sus uñas desgarraban lentamente los nervios de mi espalda. Grito, esperando que él me escuche. Pero no hay respuesta.

Me vira; ahora lo estoy viendo cara a cara. Su horrible y huesuda cara. Al parecer no está de humor para jugar, pues muerde mi garganta para darme el golpe final. Grito, con la sangre gorgoteando desde mi garganta, ahogándome. Bebe de mi sangre.

Todo se está poniendo negro. Recuerdo entonces todas las vidas que he tomado en mi temprana edad, y no me arrepiento, de ninguna. Fue divertido mientras duró.

Y mis últimas palabras son:
«Tú…. no eres…. mi amigo…»


(Punto de vista normal)

Murió. La chica Moo Moo estaba tendida en la tierra, el Rastrillo comiendo de su carne. No alcanzó a hacer mucho, pues una neblina negra se acercó, y éste escapó.

La neblina se posó sobre la joven muerta, y entró.


«¿Dónde estoy?», se dijo la ex-asesina. «Ah, sí. Morí.»

Caminó en el lugar. Era completamente blanco. Ella se dio cuenta de que seguía con Moo Moo, aunque sin ropa. Huh, que extraño…

Sigue caminando, y caminando, y caminando. Llega a una pared, con un espejo de cuerpo completo.

Y ve su reflejo. Piel pálida, totalmente blanca; cabello igual de marrón, pero más largo y con puntas plateadas; sus ojos, antes marrones, ahora tenían una pupila en forma de espada de cartas, y el iris de color rojo , y todas sus cicatrices abiertas; no sangrando, pero en rojo sangre.

Y se ve a ella de nuevo. Todo está normal. Lo escucha:
«Niña, puedes elegir entre quedarte, donde puedes descansar y olvidar todas tus desgracias, o quedarte, de esa forma que ves en el espejo, y ser la asesina que siempre pudiste ser, aunque a diferencia de muchos, serás capaz de conservar algo de humanidad, aunque seas una asesina despiadada. Tu cuerpo será más fuerte, y la habilidad de la que te hablé desarrollarás; incluso te volverás más ágil y rápida, y no morirás por causas naturales, pero te podrás enfermar gravemente, y no podré estar para ayudarte en ningún momento, y tendrías que buscarme.»

Lo piensa un rato. ¿Paz y tranquilidad eterna, o ser una asesina despiadada por lo que resta del mundo, sin el único que la ha acompañado todo este tiempo?

Sonríe. «Quedarme aquí sería demasiado aburrido, ¿no?»


En las noticias:

«Un cadáver de una chica de aproximadamente trece años se ha encontrado en un pequeño pueblo, brutalmente asesinada, con trozos de carne aparentemente mordidos y la garganta desgarrada. La identifican como la chica desaparecida hace siete meses, y culpable de los asesinatos. Sin embargo, poco después de recolectar el cuerpo, éste fue robado, junto con los objetos que traía consigo, los cuales eran múltiples armas, provisiones, sustancias, venenos y otras cosas.

En otras noticias,  avistamientos de una criatura en diferentes lugares del continente son anunciados, todos acertando con la única característica que pudieron recordar: un sombrero de toro.

En Europa se anunció un avistamiento, en Londres, Inglaterra. Dicen que tenía apariencia femenina y de una chica, de entre unos 12-14 años, y cuando intentaban comunicarse, lo único que respondía era, en perfecto inglés: «It’s a cow, not a bull» y «You are not my friend».

Noticias de última hora. Se ha reportado que los mismos testigos de la criatura han sido brutalmente asesinados, con una cara triste en alguna parte de su cuerpo, y escrito en la pared, «Tú no eres mi amigo».

¿Será esto una imitación, o algo más allá de nuestro entendimiento? Esto y más, en nuestro noticiero.»


(Narra Isa Moo Moo)

Él dijo que lo tendría que buscar. Él dijo que descubriría mi habilidad con el tiempo. Él dijo que mi cuerpo sería más fuerte, pero no indestructible.

Y no mintió.

Al despertar, me sorprendí de estar con otra ropa puesta. Mi maleta, junto con mis armas, estaba a mi lado. La abrí, y busqué mi ropa. No; sólo había tres pares de ropa. Tenía puesto uno cálido, casi totalmente negro. En el bolsillo del parka, había una nota. Decía:

«Mi querida estudiante, es una desgracia que no nos podamos ver de nuevo en un rato. Perdóname por dejarte que te mataran; era necesario, para que llegues a ser así. La primera vez que te vi como víctima, pude ver tu verdadero potencial.

Espero que disfrutes de la ropa que te he dejado. Sé que sabes su utilidad.

– Yo.»

La guardé en mi cuaderno vacío. Sonreí. Que lindo detalle.

Llegaron los cirujanos, para hacerme la autopsia.

Qué lindos cirujanos.

Qué lindas son mis garras.

Qué linda es Moo Moo.

Qué linda he quedado.

Qué linda es la ropa.

Qué linda es la muerte.

Qué lindos son los amigos.

Qué lindas son las caras de miedo de los cirujanos.

Qué lindo suenan mis garras cortando su carne.

Qué lindo es su sangre en las paredes.

Empezaron a entrar guardias. Miré los aparatos quirúrgicos que estaban cerca mío, y se movieron. Yo los controlaba. Los alfileres de mi maleta también se movía. Se los lancé a los guardias. Casi todos cayeron, excepto el que estaba a unos diez metros de distancia, y muchos de los aparatos no se movieron; sólo cinco. Hmmmm… tengo limitaciones de rango y número, y solo puedo levantar… ¿objetos peligrosos o filosos? ¡Interesante!

Qué lindo. Al parecer, estoy en Estados Unidos.

Qué linda es la bandera de la esquina.

Qué lindo es el miedo y dolor en sus ojos.

Llegaron más, y más del personal. Me abalanzo sobre algunos, y les entierro mis garras en su cara, deslizando mis manos hacia abajo, dejando profundas cortadas y horribles muertes.

Qué lindos son sus muertes. Y su sangre deliciosa.

Qué linda es mi risa, tan desquiciada y enfermiza.

Qué lindas son las caras tristes sangrientas en sus cuerpos. Me dan hambre.

Qué linda es mi firma. Decidí escribirlo en español e inglés, con la linda sangre de los lindos muertos cirujanos.

«Tú no eres mi amigo.»

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo; mi vida, decorada
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I

Bueno... No hay mucho que decir. Mi nombre de usuario está inspirado en la primera historia que pienso publicar, etcétera etcétera, aunque no es el primero que he hecho. Nací el 16 de noviembre. Mis padres son divorciados. Tengo dos hermanos, una tortuga de tierra, dos primos y tres primas segundas. Mi creepypasta favorito: Laughing Jack Arma favorita: En verdad, casi cualquier cosa con filo, pero prefiero las tijeras. Sígueme en wattpad como "Liri1234".

Please wait...

3 comentarios

en el principio me identifique totalmente con el personaje c: xD sin lo malévolo,no me gusto mucho el final,como que le quita lo «BUM» de la historia,pero creo que no es algo que afecte en algo pero igual le doy 5/5

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