Éxito literario

Nota: Este cuento podría formar parte de una saga iniciada por el cuento «Propuesta» y protagonizada por el mismo personaje, Luciano Fernández. Sin embargo, ambos cuentos pueden leerse por separado y sin problemas.

Nota para Creepypastas.com: Como se darán cuenta, esto no es una creepy, sino más bien un cuento con tema sobrenatural.


Ángel Gascón golpeó el escritorio con una fuerza sobrehumana. Inhaló una larga bocanada del aire mezclado con humo de cigarro durante diez largos segundos, mientras llevaba la cuenta del tiempo en la cabeza, como método de relajación. Apagó el cigarrillo en la curtida mesa y lo arrojó hacia un rincón. Se agarró del ya escaso pelo, casi blanquecino.

Faltaba una semana para el plazo de la editorial y él estaba totalmente en blanco. Por unas horas había tenido en la punta de la lengua una idea fenomenal; pero después se despertó y el argumento maravilloso tardó en desvanecerse lo que demoró en abrir los ojos. Se levantó con furia y fue al baño a defecar.

Minutos después salió, sensiblemente aliviado pero todavía enfurecido con él mismo y con las musas, rameras impagables. Se tiró en el sillón y se quedó dormido, mientras mascullaba en sueños lo que daría por poder escribir un buen libro.

 

Despertó con la cabeza hundida en un extraño líquido, probablemente saliva, y ojalá propia. Miró el celular, todavía desorientado, y pegó un salto al ver la fecha: era una persona tan igualitaria que sufría menstruación al igual que las mujeres, la suya consistía en ir a pagar todas las facturas en su fecha de vencimiento, con su exiguo sueldo de artista. Antes de salir fue al baño a arreglarse el canoso cabello y a tomar un traguito de whisky, para calentar el vientre antes de entregarse a la invernal tarde. Se puso un saco barato y abrió la puerta, cerrando con llave: siempre decía que si alguien irrumpiese en su casa, terminarían yendo presos los dos.

Caminó por la calle odiando a la gente, como siempre. Insultó a un par de viejas que ocupaban toda la vereda y le pegó una patada con la suela a un auto mal estacionado. Finalmente, y físicamente íntegro, llegó al Rapipago con más cara de orto, si cabe. Se le escapó un insulto en voz bastante alta cuando vio la fila que había para pagar; pero lo interrumpió cuando vio detenidamente las nalgas de la señorita que estaba antes que él. Estaba por tirar un piropo cuando la dama se dio vuelta y Gascón reconoció vagamente la cara que tenía enfrente:

—Ma… ¿Mariano? —tartamudeó Gascón, entrecerrando los ojos para ver mejor al que creía que era su amigo transexual.

—¡Ángel! —La señorita o señorito abrazó al escritor con vehemencia—. Tanto tiempo, ¿cómo te va?

—¡Bien, me alegro de verte! —Ángel no sabía cómo salir de la situación incómoda y tiró un disparo al azar—. Estás más… Femenina, más linda.

—¿Viste? —El transexual dio media vuelta, en un intento de pose seductora—. Hace dos meses conseguí el cambio de documento, estás viendo a Mariela ahora.

—Qué bien, me alegro muchísimo por vos —respondió Gascón, preguntándose por dentro si se habría hecho el cambio de sexo completo, por las dudas—. ¿Te operaste?

—Sí, fui con un tipo que hace verdaderas maravillas.

—Se nota, debo decir —dijo Gascón, mirando sin reparos la figura de la nueva Mariela—. Te dejó espectacular.

—Gracias, sos un dulce. ¿Vos qué me contás?

—Nada, todo bien, supongo… —Gascón dejó en suspenso la frase, con la clara intención de hablar de sus problemas.

—¿Suponés?

—Sí, no va todo tan mal, pero estoy jodido de plata, viste.

—Las cosas están complicadas —repuso Mariano, con un grueso fajo de billetes en el bolsillo del jean.

—El problema es que si no entrego un libro para dentro de dos semanas, voy a tener que vivir efectivamente del aire.

—¿Dos semanas? ¿Cómo tardaste tanto? —inquirió Mariela, incrédula.

—Hace seis meses que estoy dando vueltas y no tengo ni idea de qué escribir, además tuve un par de fiestas en el medio. ¿Te acordás que te conocí hace como cinco meses? —ante el cabeceo de su amiga, Ángel siguió exponiendo—, y bueno, ahora estoy con los huevos en la garganta y las hojas en blanco. Pago la luz, el gas, y me quedo seco. Necesito una idea ya mismo.

Mariela pensó unos momentos y se decidió:

—Mirá, yo puedo darte una mano. ¿Viste que te dije que fui con un tipo que hace maravillas?

—Mariela, no me quiero cambiar de sexo —respondió Gascón, con una risotada.

—No sé cómo explicártelo, pero el tipo no es un cirujano… Es alguien que hace favores, un hombre que te ayuda. Ya me toca el turno de pagar y estoy apurada, pero mirá, te dejo la tarjeta. Llamálo, te va a ayudar con tu problema.

Mariela se dio vuelta para poder pagar sus facturas, después de dejarle en la mano una tarjeta y en la mente una ligera confusión: ¿era un cirujano, un umbanda, un pastor, un sicario? ¿Cómo alguien iba a poder ayudarlo con un problema tan singular?

Vio cómo su amiga le tiraba un beso cuando abandonaba el local. Pagó la luz y el gas, y se retiró del lugar mirando fijamente la tarjeta negra, con letras blancas y enormes que decían «Luciano Fernández» en grandes letras y lúgubre contorno. Abajo, solamente un número de celular. Ángel Gascón guardo la tarjeta entre la esperanza y el recelo.

 

Dos días después, luego de una fuerte resaca y nada de inspiración, Ángel Gascón decidió llamar al número en la tarjeta negra. Cierta noche, en una fiesta en la casa de una artista plástica amiga suya, hablaron del tema de las drogas y la literatura. Obviamente, la gran mayoría consumían; pero algunos pocos lo hacían con el único objetivo de escribir más o mejor, Gascón entre ellos. Cuando Marta, la anfitriona, le preguntó por qué el mero hedonismo no era suficiente para consumir estupefacientes, Ángel le contestó que escribir era toda su vida, y que haría cualquier cosa por hacerlo bien. Cualquier cosa.

Estaba perdido en estas cavilaciones mientras marcaba el número en el teléfono. Esperó cuatro tonos y estaba dispuesto a cortar cuando escuchó un mensaje, grabado con vos gruesa: «Por favor, deje su dirección y por quién le fue recomendado este servicio después de la señal».

—Independencia 768, 6E, Mariela Ordoñez.

La llamada se cortó y Gascón, frustrado, no volvió a intentarlo.

Cinco minutos después sonaba el timbre de su pequeño departamento. Asombrado, Ángel observó por la mirilla y vio a un hombre vestido de traje, portando un maletín. Desde lo poco que podía ver, tenía el pelo negro peinado hacia atrás y unas gruesas gafas. Abrió la puerta unos centímetros y dijo, con voz ronca:

—¿Hola?

—Hola, señor, soy Luciano Fernández —respondió el sujeto de traje, con una cálida sonrisa—. ¿Podría dejarme pasar?

Dudó por unos momentos, pero era todo demasiado fantástico como para negarse, así que abrió la puerta del todo y dejó entrar al tal Luciano Fernández. Le mostró una silla y le preguntó si quería tomar algo, suspirando aliviado ante la negativa de su nuevo huésped.

—Disculpe mi apuro, pero… ¿cómo llegó usted tan rápido después de la llamada, señor? —preguntó Gascón, yendo a lo que lo inquietaba.

—Eso es un detalle menor, señor… —Fernández inclinó la cabeza y entornó los ojos, para que su interlocutor le dijera su apellido.

—Gascón.

—Podría decirse que estábamos esperando que nos llame. En fin, soy un hombre de ir al grano también, así que cuénteme por qué llamó al número que está en esa pequeña tarjeta.

—Antes que nada, quiero saber cómo piensa usted ayudarme con mi problema, sea de la índole que sea, y por qué me lo recomendó un travesti que usted ayudó a cambiar de sexo.

—Señor Gascón, usted entenderá todo eso en su debido momento, confíe en mí. Cuénteme que le pasa, le juro que podré ayudarlo a cumplir su deseo.

Ángel le contó su problema a Luciano Fernández, sin demasiados detalles pero tampoco omitiendo nada de importancia. El hombre de traje lo miró atenta y empáticamente durante todo su relato.

—Bien, señor Gascón, yo sólo puedo ayudarlo si lo que usted me va a pedir es lo que más desea, o por lo menos con la suficiente vehemencia. ¿Si usted tuviese un deseo, lo desperdiciaría pidiendo tener una idea para poder publicar un libro?

—No, calculo que no —respondió el dueño de casa, rascándose la cabeza—… Lo que más deseo es escribir un libro bueno, el mejor libro de la historia.

—Entonces, usted desea la capacidad y la inventiva para escribir el mejor libro de la historia, ¿no es así?

—Exactamente.

—Bueno, señor Gascón, yo estoy dispuesto a cumplirle su deseo. No ponga esa cara, es la pura verdad. Si usted acepta un simple trato conmigo, escribirá la mejor historia jamás leída.

—Realmente no puedo tomarlo en serio, señor Fernández —repuso Gascón en medio de risitas burlonas—. ¿Me va a pedir el alma, o algo así?

—No, eso ya no tendría ningún sentido —respondió Fernández, viendo de reojo una jeringa en un rincón—. Me va a tener que hacer tres favores, en el momento en que se los pida.

—¿Favores de qué tipo?

—¿Acaso importa? Va a escribir el mejor libro de la historia, para usted eso vale más que todo.

—Realmente no puedo creer esto, pero supongamos que esto es un sueño y que cualquier cosa que haga no interferirá en el mundo real. ¿Qué clase de ente es usted, oh, gran Luciano Fernández?

—Soy un ente que quiere ayudar a la gente. Viven pidiéndole cosas a un Dios que no los va a escuchar, porque si cumpliese cada una de sus peticiones el mundo implotaría, y nuestras vidas perderían el poco sentido que tienen. Se desviven rogando cuando podrían conseguir cosas enormes con el simple poder de la voluntad: sin embargo, ese mismo Dios que no les da nada pone obstáculos para que no logren lo que no les da, y el equilibrio del mundo así lo requiere. Yo siempre estoy ayudando a los que lo necesiten, a los que tienen real potencial. Sé que es un buen escritor, y usted escribirá la mejor novela sobre la tierra, se lo garantizo.

—Definitivamente esto es una idiotez, pero mañana me voy a despertar con una resaca increíble, así que… acepto. —Gascón estrechó la mano que le ofrecía Luciano Fernández, y sintió un escalofrío nada idílico.

 

Ni bien Luciano Fernández abandonó la casa, Ángel comenzó a escribir como un poseso. Las palabras surgían como un torrente desde sus manos, la magia se plasmaba en el papel. Después de cinco días de escritura casi ininterrumpida, Ángel Gascón completó su obra y la sostuvo entre sus manos temblorosas y casi destruidas. Corrió hasta la editorial con sus 300 hojas de literatura, se la entregó a su editor bajo su mirada asustada y volvió a casa para reposar.

 

Pasaron lentamente los días, y llegó la llamada de la editorial, informándole del rotundo fracaso que había sido su libro, pero con palabras más amenas. Según le dijo el editor, el libro era impecable, el mejor que había leído, pero no era en absoluto vendible. Ángel Gascón escuchó las condolencias con la cara desencajada, preso de la impotencia. Se despidió taciturnamente, tomó su copia del libro y la abrazó fuertemente mientras salía a la calle. Caminó como un autómata por las calles de Córdoba, mirando vidrieras mientras sostenía sus papeles. Llegó hasta una librería y vio los libros que habitaban en el frente: autoayuda, cocina, política, libros de famosos… Los observó bien y entendió lo que había sucedido, con un poco de desesperación.

—¿Bastante triste, no? —dijo la voz de Luciano Fernández, desde atrás suyo—. No se deprima, Ángel: solamente nació en la época equivocada para ser el mejor escritor de la historia.

Gascón lo miró, muerto en vida. Caminó hasta un tacho de basura y tiró su novela, junto con su alma, en su interior.

—Debería conformarse con haber escrito el mejor libro de la humanidad, Gascón. Ahora, el primer precio del pago: tome este cuchillo y sígame.

Luciano Fernández le pasó un afilado estilete a Gascón. Ambos comenzaron a caminar en el frío nocturno, como aves de presa en un cielo gris.

Creación propia.
http://foreverandion.blogspot.com.ar/2013/01/exito-literario.html

A.

Escritor aficionado, estudiante de Letras. Toma la vida con humor, pero duda Descarteanamente de todo. Amante de la literatura, decepcionado de la vida, pero siempre esperanzado. No hay nada que le guste más que hacer que la gente se ría, y que piense; dos desafíos enormes.

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13 comentarios

Exclente historia, pero se deja inconcluso… Son tres Favores, el primero solo dejan de muestra el Cuchillo, y no dicen nada de los otros dos O.o

Muy bueno, interesante y muy bien constituido de principio a fin, un deleite el haberlo leído ya que al final todo tiene sentido, mala época para escribir obras maestras no? u_u

Pdta: No sabia que TubbieFox se llamaba Mariela :yaoming:

Excelente, solo que necesitas prestar mucha atención para no perder el hilo de la historia y seguirla a fondo. Creo que tiene potencial para novela, lástima que no sé donde encontrar «propuesta». ¿No tendrás más obras propias que puedas compartir con nosotros? ¿o más partes de esta historia?

Solo un mínimo detalle. No comprendo la obsesión hacia los cuchillos en las historias más acercadas al 2009. Eso, quizás, me decepcionó un poco de la historia, aunque claro, como desconozco como termina esta historia luego de «éxito literario» (si es que hay continuación/secuela) pues no sabré para qué el cuchillo. Fuera de eso, muy bien. 5/5.

Propuesta fue publicada acá y también está en mi blog, el link: ht tp://creepypasta s.com/propuesta.html

Estoy trabajando en otra historia relacionada, no con esta historia puntualmente, pero si con el tema. En el blog foreverandion.blogspot.com.ar están todos mis cuentos, tanto de terror/suspenso como los de otros géneros.

(El link está cortado porque si no lo marca como spam)

¿Nadie se ha fijado que (Luci)ano (Fer)nández? Por otra parte, la historia estuvo muy bien, la ortografía perfecta, bien constituida, y con esos finales que sabes cómo siguen pero te dejan con la intriga. 4/5, ¡sigue así!

… en realidad, me parece que este historia tiene la razón, los libros de ahora son de ese estilo (Y los de «autoayuda-pseudoliterarios» (Como Paulo Cohelo… como lo detesto)… y ciertamente me agrada que la sociedad actual en su «consumo literario» no consumiría un deleite del cielo (Si es que en realidad fuera el mejor libro de la historia)… más que un creepy, esto me parece un cuento humoristico con critica cultural = HERMOSO (Y)

si comprendí la historia como debía, es como todas las obras literarias y artísticas que hace la gente? usualmente cobran valor después de su muerte, o me equivoco? buena historia.

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