El paseo

Mi nombre es Elena, y hoy vengo aquí a compartir una historia. Mi historia.
Ocurrió hace un par de años aunque todavía recuerdo cada detalle como si hubiese
ocurrido ayer.

Era un día triste y apagado; el cielo estaba teñido de un color grisáceo y la
niebla cubría el paisaje lejano impidiendo ver las montañas.
Esos días eran mis favoritos porque salir a caminar era relajante y me permitía
pensar con mayor claridad. Vivía en un pueblo al norte de España, donde el frío
se manifestaba y sacudía tu cuerpo con ráfagas de viento heladas.

Caminaba por las calles del pueblo mientras echaba un vistazo a las casas.
En todas había pegado por lo menos un cartel de "desaparecida" junto a la foto
de una chica de unos 15 años llamada Julia. No la conocía, pero no era necesario
para que sintiera pena. Recordaba haberla visto jugando por la zona, y ahora
simplemente no estaba.

Seguí caminando hasta llegar a la entrada del bosque que unía nuestro pueblo con
el vecino. Paré de sopetón y di media vuelta para mirar el camino por el que
había venido. Estaba desierto. No había ni una sola persona, aunque era
normal con el día que hacía. Si te mantenías quieto y en silencio hasta podías
escuchar tu propia respiración.

Entré al bosque para seguir con mi paseo. Era el recorrido rutinario así que me
lo sabía de memoria, nunca había riesgo de que me perdiera. No obstante, no
conté con que la niebla podía empeorar, y lo hizo.

En cuestión de minutos me encontré rodeada de árboles sin ver más allá de cinco
metros desde donde estaba. A partir de aquella distancia todo se camuflaba por
la niebla.
Confié en mi sentido de la orientación y seguí caminando hasta que algo colisionó
con fuerza contra mi espalda. Estuve apunto de ir a parar al suelo pero pude
recobrar el equilibrio a tiempo.

No era algo, sino alguien. Una chica venía corriendo pero se detuvo al chocar
contra mi espalda. Estaba riendo y sus mejillas tenían un color rosado debido
al frío.

Lo siento, es que no quiero que me pille dijo sonriente y siguió corriendo
hasta desaparecer entre la niebla.

Su cara me sonaba extremadamente familiar, aunque no recordaba de qué.
Seguí caminando hasta que caí en la cuenta; tenía un parecido macabro con la niña
que había desaparecido. Julia.

De repente mi pulso se aceleró y comencé a caminar con mayor rapidez para
tratar de encontrar a la chica. No podía ser ella. No podía. 

Cada vez que pensaba en su cara la recordaba más deformada. Su piel pálida y
sonrojada pasaba a estar putrefacta. Su expresión sonriente ahora era una
angustiosa y sus ojos eran dos agujeros negros de los que caían hilos de sangre.

Trataba de recordarla como la vi, pero cada vez su cuerpo parecía descomponerse
más y más rápidamente.
Mi cerebro me estaba jugando una mala pasada.

Seguí corriendo pero no había nada ni nadie. Sólo árboles y niebla. Más árboles
y más niebla. Estaba empezando a encontrarme mal.
Tenía que irme, seguramente sólo había sido mi fruto de mi imaginación y
cansancio acumulado.

Volví siguiendo las huellas de mis zapatos pero me paré al ver que había gotas
de sangre sobre una de las huellas.
Me agaché para mirar de cerca y noté como algo ligero caía sobre mi mejilla.
Toqué la zona y miré mi dedo. Era sangre.
Al mirar arriba me encontré con el cuerpo colgado de Julia. Su vestido blanco
ahora era rojo debido a la sangre y los ojos ya no estaban en su lugar. En cambio
había dos agujeros negros como el carbón, pues la sangre de las cuencas se había
secado. Tenía una expresión de horror con la boca abierta y torcida.
Su mandíbula estaba rota y el resto de la cara mutilada con cortes profundos y
arañazos superficiales. 
Su rostro apenas era reconocible, y yo nunca hubiera sabido que era ella de no
ser porque acababa de verla corriendo con el mismo vestido. Pero... ¿Cómo podía
ser eso posible siquiera?

Un olor putrefacto inundó mi nariz, indicando que Julia estaba empezando a
descomponerse y lo hacía cada vez más rápido.

Me alejé del lugar antes de vomitar y corrí siguiendo mis huellas.
Mantenía la mirada recta porque de vez en cuando reconocía un figura extraña por
el rabillo del ojo. A veces a la derecha... A veces a la izquierda...
A veces lejos... A veces cerca... Pero siempre era la misma.
Una figura alta, negra y robusta. Quieta. Observándome.

Volví al pueblo y una vez en casa le conté a mi familia todo lo que había visto,
aunque apenas podía juntar palabras sin comenzar a temblar y recordar la cara
descompuesta de Julia.

Cuando terminé de hablar llamamos a la policía para que hiciera la búsqueda
correspondiente por el bosque.

Jamás encontraron el cuerpo.

Mi imaginación

Nogitsune

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