El chico de las nueces.

Recuerdo cuando le vi por ves primera, paseaba entre los nogales buscando frutos en el suelo, se acercó para ayudarme y sin pensarlo le sonreí. Ese recuerdo se vuelve tan vago entre mis arrepentimientos.

Muchas veces la estupidez se excusa con la juventud; debí hablar con mi padre, preguntarle por aquel joven misterioso que me visitaba frecuentemente por el día, pero un secreto como ese sólo para mi era lo que me daba vida entre tanta hipocresía.

Nunca le veía trabajando o relacionándose con alguien mas, siempre era única y exclusivamente para mi, sus pupilas negras solo reflejaban las mías, me provocaba un sentido de pertenencia que debe ser prohibido, él solo podía ser mío y yo solo suya, eso nos decíamos en cada mirada; un hermoso romance, pudo ser contado como un cuento o en un futuro como una leyenda en la que el amor triunfa, pero estamos en la realidad, creo yo.

Impulsada por mis heroínas de la literatura me aventuré a arriesgarme, nos fugaríamos a un lugar donde nadie nos encontrara, a media noche partimos del pueblo; algunas lagrimas rodaron al ver desaparecer en el horizonte lo único que conocía, pero me aferre a él con celo de no dejarlo ir sin mi, no podía ver su rostro, pudo ser alguien mas en ese momento y ni lo hubiese pensado bajo esa capucha.

Salimos del camino, por un sendero que no conocía, rodeados de un salvaje y nocturno paisaje me llevó a una vieja choza, no había velas y solo nos iluminaba la Luna que se colaba por las ventanas. Todo en él cambió drásticamente, sus ojos tan llenos de ilusión ahora eran pozos oscuros a lo que me atemorizaba, esa brillante piel que irradiaba frescura ahora era pálida y sin vida, los carnosos labios que alguna vez me robaron mil suspiros ahora eran rasposas encarnaciones sin forma, un beso que me heló completamente, estaba claramente confundida ¿Qué era él?; me dejó sin tiempo para pensar pues inmediatamente me aprisionó y recorrió entera con sus manos, no podía concebirlo así que lo aparté y escapé a la habitación mas cercana; miedo adrenalina… ¿placer?

Me estremecía ante la idea de que estuviese al otro lado, que me atrapara y cumpliera esas perversiones a su gusto acompañado de mis gritos y forcejeos; pero no aquí, no así, porque aún podíamos experimentar mas placer en esta cacería.

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Ragdoll