Dibujos.

El vacio me envolvia mientras caia. Después del salto todo se acabaria para mi. Mirando hacia arriba, todo se ralentizo, me vinieron a la cabeza las cosas que habian pasado en aquella semana. Escuchad mientras podais, escritores, este libro me costo la vida.

Todo empezo mientras yo estaba en mi habitacion, pensando en manuscritos, borradores y relatos. Vivía solo, asi que tenía la tranquilidad necesaria para analizar cada pensamiento detalladamente. Alguien toco la puerta principal, dos toques un poco débiles. Salte y, corrí hasta la puerta. La abrí lentamente y detrás, había una chica. A simple vista parecía de mi edad, 28 años, su ropa era negra y blanca y llevaba un sombrero negro llamativo.

Esto… hola. Dijo ella con una voz muy dulce.
-Hola, perdona por quedarme mirando. Conteste un poco avergonzado.
-He oido que tu escribes… y me gustaría ayudarte.
-¿Ayudarme? Es la primera vez que alguien quiere ayudarme. Veras, en este pueblo nadie aprecia los libros como deberian.
-Por eso quiero ayudarte, me da lastima que seas el unico que se esfuerza para que la gente se anime a leer. Cortó la chica rápidamente.
Esa frase me hizo fijarme en sus ojos. Eran marrones casi negros, pero dentro de ellos, en lo más profundo, había un resplandor de confianza y afecto. Quedé embobado ante esos ojos…
-Hem… bueno, pasa, fuera hace frio. Me quede sin palabras.

La deje pasar inclinandome hacia un lado, ella avanzó en pasos cortos y rápidos. Su cabello oscuro era precioso. Tras cerrar la puerta, me di cuenta de que ella no estaba. Extrañado, miré a todos lados y caminé hacia mi habitacion de literatura.

Allí estaba ella, sentada en mi escritorio, dibujando. Me fijé que mis borradores estaban a su lado. Me acerqué y ella me dirijio una mirada entusiasmada. Entonces ella era ilustradora. Esas palabras resonaban en mi cabeza. Un mareo me invadió, toda la hibitacion giraba ante mis ojos, no pude mantener el equilibrio y me resbalé.

Desperté encima de mi cama, tenía los ojos irritados y estaba extremadamente cansado. De fondo oía un especie de movimiento de calderos, como si alguien estuviera cocinando. Me incorporé y dirigí mi mirada al escritorio. Habían unos dibujos a lápiz. Cojí uno, me perturbé al verlo. Era una figura humanoide, muy flaco y con las cuncas de los ojos vacias y negras. En su cara había una expresión de miedo espantosa.

Los demas dibujos eran exactamente lo mismo, solo que tenían una prenda de ropa parecida a la mía…

-Oh… estás despierto. Dijo una voz familiar.
-Si… gra- MIERDA.

La voz era de la chica que se asomaba de una esquina con la cara llena de un líquido rojo que goteaba. De sus manos brotaban el mismo líquido con olor putrefacto. Asustado, me quedé inmovil con uno de los dibujos en la mano. Lo miré y este cambió, tenía un el abdomen un corte grande y muy grotesco.

-Oye- que-ue v-as-ss a ha-cer-.

-Voy a alimentarme de ti, pero no sufriras mucho, me gustas demasiado como para hacerte eso.

Se movió muy rápido en un instante, retrocedí y sentí un quemazón. Cerré los ojos y caí de rodillas, escupí al  suelo y me arrastré como pude a la puerta. Abrí lo ojos, vi las escaleras, me levante con mucho esfuerzo y corrí subiendo a la azotea. Empujé la puerta y miré abajo, había una altura considerable, imposible escapar saltando. Detrás podía oir pasos y mi nombre…

Estaba nervioso y desesperado, la unica vía de escape era tirarme desde allí, asi que me subí a la barandilla y pensé: «Muero a manos de una chica con manos como cuchillas y todo por que me gusta leer y escribir, ¿cómico no creés?»

 

 

Creación propia

Alberto

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