Soy un ser humano. Voy a contar mi historia porque, créanlo o no, realmente no me importa, mi historia es verdadera y aquí muchos parecen temerle a lo inusual o a lo paranormal ignorando con ingenuidad los terrores que puede concebir la vida real. Todos saben que los fantasmas no existen, que los demonios no existen, mejor dicho… existen solo en nuestra cabeza, pero, qué tal si nuestra cabeza se vuelve la realidad. ¿Quiénes somos para decir que lo que consideramos fantasía es realmente una fantasía? Si al fin y al cabo nosotros llamamos realidad a lo que nuestros sentidos pueden sentir. Decimos que la persona a la que amamos es real porque podemos verla, olerla, escucharla, si tenemos suerte tocarla, y si tenemos aun más suerte degustarla. Pero y si dichos sentidos fueran retocados por la naturaleza, ¿Sería entonces la realidad lo que alguien que esté drogado o enfermo de la cabeza pudiese interpretar con ellos? Les aseguro mis amigos que, para mí, si lo es.
Tengo esquizofrenia, lo sé desde los 17 años cuando Dentes Ingentibus comenzó a seguirme. Según mis doctores es producto de mi imaginación, pero a mí me parece bastante real. Puedo verlo, olerlo, escucharlo, si tengo mala suerte tocarlo y gracias al cielo nunca he podido degustarlo, pero aun así creo que no es relevante.
Dentes Ingentibus es un monstruo de forma etérea, parece una nube de humo negra con rostro. Sus ojos son extraños, como si estuviesen partidos por la mitad horizontalmente, siendo rojos abajo y blancos arriba, Su nariz consta de solo dos fosas nasales similares a las que se ve en una serpiente o en una calavera y su boca, el rasgo más aterrador y prominente, está constituida por una fila de dientes enormes y afilados con la forma propia de una navaja.
La verdad ya estoy acostumbrado a él. Tanto ver lo terrorífico, hace que lo que asusta se vuelva cotidiano y lo cotidiano todavía más cotidiano. Eso era hasta los 18, cuando aun pensaba que Dentes no podía lastimar. Que errado estaba. El muy hijo de puta sabía que mi mente estaba destruida y que para mí el era real, por eso no me dejó nunca actuar de forma normal y ordinaria al relacionarme con los demás. Cada vez que interactuaba con alguien él estaba detrás recordándome lo estúpido que era hacerlo, me enseñaba una ciencia muy acertada, la de entender a los seres humanos, me explicaba que solo estaba tratando de subir escalones sociales y los otros también, que las personas somos falsas, que no tenía sentido mi vida y otro tipo de cosas molestas que me hicieron la vida social imposible. Un día traté de atacarlo arrojándole un objeto pero solo conseguí escuchar una risa burlona y el reconocimiento propio de mi locura cuando éste lo atravesó.
Me di cuenta que era peligroso cuando a los 19 años me enamoré. Ella era demasiado hermosa como para prestarle atención a los insultos de mi monstruo, a los incesantes y molestos consejos sobre mi humanidad que emanaba la boca de esa pútrida figura. Pero tal fue el amor que sentía que no dudé en contarle sobre Dentes Ingentibus y mi enfermedad. La chica corrió asustada, lejos de mí y lejos de ser comprensiva.
Entonces mi furia se despertó y olvidando que estaba en un puente me abalancé sobre mi monstruo que reía y reía. Caí en la ruta al traspasarlo. Ya no tengo mis piernas, un auto me las robó.
Se que suena estúpido, pero por favor, entiendan… no saben lo que es convivir con Dentes Ingentibus.
1 comentario
¿Sabes? Creo que Tubbiefox tenía razón, haces buenisimas historias e historias que no son tan buenas… esta es el segundo caso. Aunque me gusto bastante el hecho de que lo que podemos sentir, ver, tocas, etc. es la realidad, me recuerda a mi profesor de filosofía.