Antes que nada, me quiero presentar con todos ustedes, me llamo Jorge y soy nuevo en esto, asi que aceptaré cualquier comentario que me dejen y lo usaré para mejorar, espero que nos llevemos bien.
Constantino era un joven que vivía en el campo a las afueras de una prospera ciudad, era tranquilo, alegre, amigable, le gustaba la música y era un pacifista extremo, no discutía ni con sus hermanos y nunca se envolvió en una pelea. Eso si, le encantaban las bromas, una vez asustó a sus amigos poniéndose una calabaza en la cabeza mientras salía de un agujero en la tierra, de ahí su apodo. Se dedicaba a cosechar calabazas y le encantaba el dulce que hacía con estas, pues aprendió a hacerlo de su abuelo, quien le heredó una pequeña porción de tierra para cultivo, y un machete corto, oxidado, sin filo y con el mango roto, el cual siempre usó.
Tenía una novia, la cual él siempre consentía; le escribía poemas, le mandaba serenata, hasta aprendió a tocar guitarra para dedicarle una canción; en fin, era la envidia de las amigas de su novia. A veces lo ayudaba a hacer dulce y a vender un poco, hasta que un día, ella le dijo: “no podemos pasar toda nuestra vida vendiendo calabazas y dulces, tengo sueños, aspiraciones, quiero… viajar por el mundo, ser reconocida por algo más que los vecinos de un pueblo, y lograrlo con mi propio esfuerzo, claro con ayuda de mi esposo, si no puedes ofrecerme eso, creo que lo mejor sería terminar”. Tras decir eso, se marchó. Constantino quedo devastado, pero no se enojó, pues entendió que ella tenía razón, ¿qué vida podía ofrecerle? ¿Cuantos lujos tendrían? ¿Y si tenían hijos? ¿Cómo los alimentaria? ¿Qué vestirían? Así que decidió seguir su vida y aceptar el rechazo.
Pasados algunos días, se encontró con Diana, la mejor amiga de su ex novia, él le contó lo sucedido, a lo que ella respondió: “ay consta, que pena me da tu caso, y no soy la indicada para decírtelo, pero lo haré, ¡ELLA TE HA ESTADO ENGAÑANDO!” al escuchar estas palabras, sintió un dolor en su pecho, como si algo se hubiera muerto, y todo lo que pudo hacer fue preguntar: “¿Por qué lo dices?”. Diana le contó que antes de cortar con él, conoció a otro muchacho, que a simple vista parecía adinerado, pues siempre vestía ropa de marca, poseía los aparatos más sofisticados y vivía en una casa bastante amplia en la ciudad. Constantino solo le dio las gracias y se retiró hacia su casa con una enorme ira dentro de sí.
Era la primera vez que se sentía así, en el camino a casa, solo sintió un fuego interior que le lastimaba el pecho, lo carcomía por dentro, a la vez que miles de pensamientos pasaron por su cabeza.
Al llegar a su casa, empezó a azotar las cosas; platos, muebles, su guitarra, fotos de él y su novia juntos, y hasta calabazas volaron por los aires a la vez que el vociferaba:” ¡esa maldita! no pudo ni esperar a terminar conmigo, pero ahora me va a escuchar”. Tomó el machete que su abuelo le heredó; aquel machete oxidado, sucio, sin filo y con el mango roto, y se dirigió rumbo a casa de su ex novia.
Al llegar no vio a nadie, ni a su novia ni al otro, lo que calmó su ira y hasta pensó: “¿que estoy haciendo? Esto no está bien” cuando de pronto escuchó un ruido proveniente de su habitación. Entró atraído por la curiosidad, solo para presenciar el peor espectáculo de su vida. Ahí estaba ella teniendo relaciones sexuales con el otro, lo que lo hizo enojar aún más, pues ella siempre le había dicho que el sexo hasta después del matrimonio. Fue entonces que perdió la cabeza, su corazón se llenó de un odio indescriptible y una lagrima de coraje y tristeza rodó por su mejilla. Él sin avisar siquiera, se abalanzó sobre el otro tipo, hundiendo el machete en su cabeza, como si partiera una calabaza, se oyó un gritó de su ex novia y el crujir de un cráneo partiéndose por la mitad. Ella estaba aterrada, el otro sujeto muerto y Constantino bañado en sangre, cuando acabó se dirigió a ella: “¿no dijiste que el sexo hasta después del matrimonio? ¿Qué tenías aspiraciones? ¿Qué querías lograrlo tu sola? Solo veo que te le ofreciste a un rico para tener tu vida resuelta”. Ella rogaba por su vida, le dijo que podrían estar juntos de nuevo, esta vez para toda la vida, pero él ya no escuchaba, solo sentía. La apuñaló con tanta ira, repetidas veces sin parar, hasta que no pudo más, sus brazos estaban exhaustos, su respiración agitada, su corazón roto. Cuando por fin se calmó, se dio cuenta de lo que hizo, sintió vergüenza de sí mismo, y escapó dejando una carta sobre el ya triturado cuerpo de su ex novia, esta decía: “lo lamento, no sé qué me pasó”.
Nadie sabe a ciencia cierta que fue de Constantino, pero muchos dicen que se fue a vivir a un lugar apartado de toda civilización, donde sigue cultivando calabazas, viviendo solo, por temor a lastimar nuevamente a alguien.
2 comentarios
Pobre Constantino :foreveralone:
Las mujeres suelen ser asi de malditas, en parte porque lo tienen mas facil que los hombres, uno puede empatizar con Constantino, no le creeria a un hombre que me diga que en esta misma situacion la muchacha no se mereceria una buena tanda de bofetadas, lo que no quiere decir que tenga razon al decir que se las merece, nada mas lejano a la realidad, de hecho no se merece ni que volvamos a pensar en ella, pero cuando uno lo vive el pesar del tiempo perdido y de los sentimientos pisoteados puede mucho mas que cualquier gramo de raciocinio que haya en el interior del pobre desgraciao de turno.
Interesante historia, triste, nos enseña a no ser rebanchistas, no vale la pena convertirse en asesino por gentuza, tambien se va mascando de a poco la tension en aumento, se esta espectante a lo que sera de todos modos un final normal para una tipica historia de asesinato pasional.
Una historia regulera que me gusto, 4 estrellas, sin mas.
Fe de erratas, revanchistas*