Alexandria

Martes 10

Los ojos le ardían, había llorado demasiado, su corazón seguía sin encontrar consuelo y los moretones de sus brazos y estómago no dejaban de dolerle. Su madre le había dicho que tenía que dejar aquello atrás, que en algún momento sus compañeros se darían cuenta de cuanto dolor le causaban y se detendrían.

Pero él sabía que no lo harían, simplemente no se detendrían y su tormento continuaría.

Miércoles 11

Sus lentes yacían rotos cerca de su cama. Una brillante gota de color carmesí aún estaba en la comisura de sus labios; había tenido que mentir a la profesora diciendo que simplemente se había golpeado en el lavabo del baño. Sabía que no le había creído pero tenía miedo, si llegaba a mencionar algo de lo sucedido a alguien le harían mucho daño, nunca habían mencionado algo al respecto, él simplemente lo sabía.

Domingo 15

El día había sido estupendo, su padre y su madre le habían llevado a un parque en el pueblo donde había nacido su madre y fue simplemente, espectacular ¡qué bellos momentos! Lamentablemente, mañana sería lunes y tendría que regresar a su ciudad, al colegio, con ellos.

Martes 17

Estaba agitado, apenas había logrado escapar de ellos, logró esconderse detrás de uno de los contenedores de basura que se encontraban aun en el edificio abandonado muy cerca de la escuela. Los mastodontes, como idiotas que son, habían continuado corriendo pensando que él había hecho lo mismo. De momento, había escapado de ellos pero al salir de su escondite, su  suéter se atoró en el borde del contenedor y se desgarró, su madre se enojaría bastante y de seguro le castigaría.

Viernes 20

La semana había pasado muy deprisa, los exámenes se acercaban y todos se concentraban en ello. Ahora los mastodontes se enfocaban en que los inteligentes del colegio les ayudaran. Por suerte, él no era uno de ellos.

Lunes 23

Su mochila no apareció buscó por todas partes sin embargo no la encontró. Sabía que la habían tomado en la clase de Educación Física pues, en cada clase, las dejaban siempre cerca de la bodega de balones y casi nunca las mantenía vigiladas. Sus padres se molestarían y, como siempre, les explicaría todo y el asunto se olvidaría…como si nunca hubiera pasado…

Miércoles 26

…Intentó defenderse pero los mastodontes sólo se burlaron, se rieron en su cara, le señalaron sin cesar y finalmente le dieron una golpiza. Después de aquella experiencia, regresó a su casa, los dientes le dolían bastante, más que los mimos golpes ya que había mantenido la mandíbula apretada, durante toda la golpiza.

Viernes 28

Se despertó con un horrible dolor de cabeza, la boca también le dolía, se sentía mareado y muy extraño. Se dirigió al baño y encendió la luz, al verse en el espejo, notó algo diferente en sus dientes, estaban algo deformes. Al parecer, había apretado la mandíbula durante toda la noche y, como resultado, lastimó sus dientes. Ese dolor se disipó al cabo de un rato pero el dolor de cabeza, persistía…

Domingo 30

El día fue fabuloso, había sido el cumpleaños de su primo y la fiesta resultó magnífica. El mago, los juegos, los regalos y el pastel, todo fue perfecto, incluso pudo ignorar, durante todo el día, aquel constante dolor de cabeza.

Lunes 31

El sol le molestaba, los ojos le ardían, el dolor de cabeza seguía en aumento y, por si esto no fuera poco, los mastodontes le buscaban. Las clases se le hicieron eternas y tediosas, en ocasiones, la visión se le tornaba borrosa a pesar de llevar puestos los nuevos anteojos.

A la hora de la salida, no lo soportaba más, se quitó los anteojos pues le apretaban bastante las sienes y sentía que en cualquier momento la cabeza le estallaría. Por suerte, ese día los mastodontes se habían ido temprano.

Martes 1

De nuevo el dolor de cabeza, las clases eran ahora una tortura, pero no podía decir nada. Como siempre, le dirían que estaba exagerando y que se comportara como un buen estudiante, las mismas palabras de siempre.

En el receso, todo empeoró, los mastodontes de un pésimo humor (algo sobre no pasar los exámenes) y molestaban a todo aquel que se les pusiera en frente y, para su mala fortuna le vieron, corrieron y lo acorralaron para que no se escondiera y entre dos, le tomaron de los brazos y los demás comenzaron a golpearle el estómago

¿Cómo era posible que nadie se diera cuenta, que ningún maestro viera todo aquello? Pero los mastodontes no eran estúpidos, no eran muy listos, pero definitivamente no eran estúpidos, buscaban lugares en donde ellos podían observar casi todo el patio, pero nadie podía observarlos a ellos y así, se salían siempre con la suya.

Viernes 4

De nuevo, en el receso, le interceptaron el estómago aun le dolía a causa de la golpiza de hace dos días. Intentó huir pero ellos se movieron más rápido y le tomaron por el suéter y lo rasgaron (su madre de seguro se enfadaría mucho por eso), lo arrastraron de nuevo. La golpiza se extendió por casi todo el receso y, durante aquel horrible frenesí, uno de los mastodontes se dejó llevar más de la cuentas y alcanzó a golpearlo en las sienes y en destello de luz blanca, cayó desmayado.

En ese instante, por primera vez en su vida, los mastodontes sintieron miedo, lo revisaron de inmediato y, al verificar que aun respiraba, idearon un plan. Lo llevaron hasta una parte alejada del patio y en una de las divisiones del muro de la escuela lo dejaron caer. Después, corrieron en busca de un profesor y le avisaron del joven que había caído por el muro y, de nuevo, escaparon impunes.

Sábado 5

Sabía que se encontraba en el hospital, podía sentir todo a su alrededor, las enfermeras, el doctor, su madre e incluso a su padre que se encontraba en la sala de espera. Sentía sus ojos cerrados y no podía abrirlos, había algo que los mantenía pegados, pero eso no evito que se diera cuenta de todo lo que ocurría a su alrededor, había algo diferente, aun no sabía qué, pero sabía que algo era diferente.

Miércoles 9

Escuchaba a su madre hablar, preguntaba acerca de s condición, el doctor simplemente le informó que era cuestión de tiempo, porque muchas veces el paciente no quiere despertar. Tal vez el doctor tenía razón, se sentía muy cómodo de esa manera, con todos los cuidados y nada de maltratos, sin gritos o golpes y, lo mejor de todo, sin mastodontes.

Domingo 13

Había estado inconsciente por más de una semana, pero ese domingo abrió de nuevo los ojos. De inmediato sintió un ardor debido a las fluorescentes luces de su cuarto de hospital, intentó frotárselos pero sus brazos estaban demasiado cansados como para responder. Se levantó un poco de la cama y notó a su padre recostado en el sillón de la habitación y a su madre recostado sobre uno de los bordes de la cama. ¡Sentía una vergüenza terrible! No por que estuvieran dormidos, sino por todos los problemas que les había causado, aunque sabía que no era su culpa, todo fue por los mastodontes, siempre era por los mastodontes.

Lunes 14

¡Estaba furioso! La rabia corría por cada parte de su cuerpo, su madre lo obligó a llamar a cada uno de esos malditos mastodontes para ofrecerles su gratitud por haberle ayudado ¿En verdad eran tan ciegos? Pero entre todo lo malo, al menos ya no le dolía la cabeza.

Martes 15

Sus padres le habían llevado de vuelta a casa, pues el doctor les comentó que lo único que necesitaba en aquel momento, era mucho descanso. Lo que significaba que no tendría que regresar a la escuela en al menos una semana, eso lo hacía sentir un poco mejor, no escuela significaba no mastodontes. Aprovecharía al máximo cada uno de esos días.

Miércoles 16

Se había equivocado, el dolor de cabeza regresó, y esta vez con mucho más fuerza. Estaba lavando los trastes de la comida cuando sucedió     y había tirado uno de los platos, su madre se enojó con él y comenzó a reprenderlo, ¿Es que nunca iba a parar de gritar? Debían callarse ¡debían callarse todos!

Jueves 17

Pasó una noche terrible, no paró de sudar y en más de una ocasión se había levantado para vomitar, estaba muy enfermó, o al menos eso pensó en un principio.

Por la mañana se sentía mucho mejor, con excepción de un pequeño escozor en su ojo derecho, arregló su cama y se dirigió al baño para lavarse la cara,  se enjuagó y ahí lo vio por primera vez.

Viernes 18

Había empezado muy pequeño, un pequeño punto. Pero ahora, era más grande se notaba a simple vista y pasó horas evitando la mirada de sus padres para que no lo notarán. En cada oportunidad, se encerraba en el baño y lo admiraba por largos minutos, le encantaba, no sabía que era pero le encantaba, era hermoso, ese bello punto morado justo en el iris de su ojo derecho.

Domingo 20 (mañana)

Pensó que podría mantenerlo en secreto si el punto morado no crecía, pero no fue así, el punto se extendió rápidamente y ahora abarcaba más de la mitad de su iris derecho, era muy hermoso y por eso tenía miedo de decírselo a sus padres.

Si sus padres lo averiguaban, lo llevaran con un doctor y este les diría que no era algo normal y que debían quitárselo, pero no lo harían, no le arrebatarían aquello tan hermoso y tan…suyo…Afuera de su casa, comenzaba a llover.

Domingo 21 (noche)

Su padre le había visto directamente a los ojos, estaba seguro ¿en verdad no se había dado cuenta? Tenía que comprobarlo, y sólo había una manera, dejaría que su madre le viera a los ojos, de esa manera estaría completamente seguro…Afuera la lluvia había parado.

Lunes 21

Sus padres pensaban que lo más conveniente era que regresara a la escuela, por fortuna el dolor de cabeza había desaparecido y sentía aún más seguro ya que su madre no había mencionado nada acerca de su ojo. Y el día no hizo sino mejorar, al parecer los mastodontes sentía algo de pena por lo que habían hecho y no se le acercaron en todo el día. Se sentía increíble.

Viernes 25

Poco a poco los malditos mastodontes recuperaban su confianza, comenzaron haciendo lo que en un principio le hacían, miradas, risas, burlas, dedos señalando. Quizá, sólo quizá, ellos notaban su ojo, era complemente morado ahora,  presentía que no lo notaban, pero con ellos no había nada seguro.

Lunes 28

Estaba seguro ahora, no lo veían, no veían su ojo. Lo habían golpeado de nuevo, le dolía mucho el estómago, pero estaba contento, sonreía sin parar pues en ningún momento le mencionaron su “nuevo” ojo. Y sabía que nunca lo harían. Se volvió hacia el espejo y lo notó, una pequeña mancha comenzaba a surgir en su lado izquierdo.

Martes 1

El ojo izquierdo cambiaba aún más rápido que el derecho. Le encantaba observarse en el espejo por horas, sólo contemplando sus ojos, casi podía jurar que veía como cambiaba aquel horrible color marrón en aquel bello e inspirador tono morado. Era suyo, y sólo suyo, algo que nadie podría quitarle, por más que le golpeara, le gritara, le insultar, esos ojos eran suyos y, con ese pensamiento una sonrisa se dibujó en sus ojos…-Ahora había comenzado-…

Viernes 4

Era definitivo, sus ojos eran completamente morados. Eran tan maravillosos. Le daban una sensación de confianza, seguridad, armonía…poder. Pero, mientras admiraba la belleza de sus ojos, su padre tocó la puerta, ¿es que no podían dejarle en paz? Quería, que se fuera, quería que todos se fueran, deseaba estar solo.

Domingo 6

Era de mañana y su madre seguía golpeando la puerta, quería que se levantara y se arreglara para la iglesia. Que fastidio. No por que creyera que la iglesia fuera algo aburrido, sino porque a esa iglesia asistía uno de los mastodontes y si él iba, estaba seguro que se encontrarían, por más que deseaba no hacerlo.

Lunes 7

Se sentía muy bien, el día anterior había transcurrido sin problema alguno, el mastodonte no apareció y por alguna razón la misa se le hizo más corta de lo habitual. Sin embargo, todo cambió, los mastodontes le persiguieron y le dieron alcance, le volvieron a tomar por los brazo y comenzaron a golpearle. Por ser la hora de la salida, ya no había nadie en los alrededores.

Se ensañaron con él de nuevo, aunque esta vez se aseguraron de no mandarlo al hospital, pero también notó algo, uno de los mastodontes (aquel que hubiera encontrado en misa el día anterior) llevaba su mano vendada…-Comenzaba a notarlo-

Miércoles 9 (mañana)

Se había encerrado en el baño, quería contemplar un poco todas las tonalidades que le ofrecían sus ojos, le encantaba hacer aquello. Pasaron unos pocos minutos antes de que alguien le interrumpiera tocando la puerta, tenía que abrir… cunado lo hizo, empujaron la puerta con tal fuerza que le lastimó la nariz y comenzó a sangrar, eran los mastodontes. Querían divertirse un rato antes de volver a clase así que le tomaron por el cuello de la camisa y comenzaron a arrastrarlo hacía uno de los inodoros.

La sangre que le escurría por la nariz ya había manchado gran parte de su camisa blanca y esto le hizo enojar más que cualquier otra cosa. La mandíbula se le tensó y de inmediato comenzaron a dolerle los dientes, quería que pararan, quería que se detuvieran, que desaparecieran, que se lastimaran, ¡sí! Que se lastimaran.

Quería que cada uno de esos malditos animales sufriera, que sintiera un poco de que le hacían sentir a él casi todos los días, quería…En ese momento, uno de los mastodontes pisó un poco de jabón líquido y resbaló, en su intento de mantener el equilibrio, volteó su cuerpo pero esto sólo hizo que su cabeza quedara en la trayectoria directa hacia uno de los lavabos y se golpeó de lleno en la sien.

La sangre no tardó en aparecer pronto una mancha roja comenzó a formarse en el piso del baño, los otros mastodontes salieron corriendo de ahí para buscar ayuda, pero él no, aún con la nariz sangrando se levantó, se arregló el suéter y se acercó al infortunado abusivo. Lo vio débil, vulnerable y esa idea le provocó un escalofrío, lo observó por un rato, los otros tardarían un poco más en llegar y quería sacarle el ayer provecho a esa situación así que se quedó dónde estaba, observando, sonriendo…

Miércoles 9 (tarde)

Todos, incluso él, habían dicho que todo fue un terrible accidente, un pequeño descuido combinado con muy mala fortuna. Pero él creía saber la verdad, sabía (o al menos eso creí) que no había sido un accidente, había deseado con todas sus fuerzas que los mastodontes salieran heridos en aquel momento y así había sucedido. Era algo nuevo y muy interesante, pero hacía falta probarlo, debía encontrar a los sujetos perfectos, pensó en los mastodontes, pero alejó esa idea de inmediato, a ellos les prepararía algo especial después. Para cuando se dio cuenta, ya había llegado a su casa.

Jueves 10 (mañana)

Se encontraba arreglándose en la habitación, su madre se encontraba abajo y su padre había salido hacia su trabajo. En la mano tenía un pequeño espejo de porcelana que le había robado a su madre hacía algunos días, en muchas ocasiones, mientras caminaba a la escuela, sacaba el espejo y contemplaba sus ojos una y otra vez. Esa mañana, se sentó al borde de su cama y levantó el espejo, tenía que probar aquella idea y, si resultaba cierta, le sacaría el mayor provecho posible.

Pero ¿con quién? con otro estudiante, con la profesora, con un amigo o tal vez un indigente, en varias ocasiones, mientras caminaba se había encontrado a uno que otro sentado al borde de un muro, tomando de una botella sucia y mugrienta, quizás con uno de ellos podría probar. Pero en ese instante, un horrible estruendo lo sacó de sus pensamientos, su madre tocaba la puerta  a puño cerrado y le gritaba que debía apresurarse, que si por alguna razón llegaba tarde a la escuela lo lamentaría por el resto del día

Él observó con furia hacia la puerta, de verdad detestaba que su madre le gritara de tal forma, le recordaba mucho a lo que hacían los mastodontes. Volvió su mirada hacia su mano y vio que ya no tenía el espejo, ahora estaba al pie de su cama, se agachó para recogerlo y lo levantó, al instante los pequeños fragmentos de vidrio comenzaron a caer desde el espejo, su corazón se encogió. Observó todos los trozos y sintió, por un momento, que sus propios ojos se habían roto en ese instante, fu en aquel momento que, al igual que el espejo, algo se rompió en su interior. Abrió su puerta y llamó a su madre, quería hablar con ella, quería contarle su plan…

Jueves 10 (tarde)

Se sentó en el sillón y encendió el televisor el haber faltado a la escuela le había sentado de maravilla, acercó la mesa de café que su madre tanto cuida daba y colocó sus botanas ahí. De momento, lo único que debía hacer, era esperar.

Jueves 10 (noche)

Estaba en la cocina, lavaba los trastes que había utilizado para la cena. Cuando terminó se dirigió de nuevo a la sala, pero de último momento decidió girar hacia las escaleras, subió dos peldaños y sentó la puerta no tardaría en abrirse. Y así fue, un par de minutos después, la puerta se abrió y entró una figura con un traje gris y una mochila al hombro. Unos ojos morados se fijaron en él, una pequeña y delgaducha figura comenzaba a ponerse de pie en las escaleras…

Viernes 11

Llegó muy alegre a la escuela, se sentía liberado, muy alegre, sin límites. Esperó con ansia la hora del almuerzo, las clases pasaron rápido y, cuando escuchó el timbre salió al patio en busca de su lugar favorito, se sentó y esperó. No tuvo que hacerlo demasiado, pues los mastodontes estaban rondando por todo el patio y muy pronto dieron con él; e ordenaron que se pusiera de pie y así lo hizo, su sonrisa no podía ser más grande, lo que confundió un poco a los mastodontes, pero no le dieron importancia.

El mastodonte que se había lastimado en el baño aun no regresaba, no importaba, lo iría a visitar en más adelante, de acuerdo a lo planeado. Los mastodontes intentaron tomarle de los brazos, pero en ésta ocasión él fue más rápido y se les escabulló, corrió a toda velocidad por todo el patio hasta llegar a las canchas de basquetbol y ahí se detuvo, los mastodontes le dieron alcance y lo agarraron, pero no hicieron nada pues por aquel lugar los profesores frecuentaban pasear cuando habían terminado sus almuerzos.

Mientras los mastodontes intentaban arrastrarlo de nuevo a la zona en donde no los verían, él se movió un poco hacia la izquierda, pues ahí sucedería todo. Al otro lado de la cancha, otros alumnos se encontraban jugando con un balón hasta que uno de ellos pateo con demasiada fuerza y el balón salió volando. En su trayectoria alcanzó el barandal de los salones superiores y ahí, golpeó una de las macetas que lo decoraban.

La maceta, grande y pesada, cayó poco más de 5 metros, justo donde él se encontraba forcejeando con los mastodontes, pero él se había movido. Al momento de caer al piso se destruyó en miles de pedazos, trozos de cerámica salieron volando, milagrosamente sin lastimar a nadie. Cuando todo se calmó, una alumna lanzó un grito desgarrador, pues uno de sus compañeros (uno de los mastodontes) estaba en el suelo, con la cabeza en una posición horriblemente anormal. El pobre desdichado había saltado en el momento en que la maceta se había despedazado en el suelo, pero no lo hizo bien y, al momento de caer, su cuello chocó directamente con la base de uno de los postes de basquetbol y se había destrozado. La ambulancia llegó minutos después…-Ahora ya sabía de lo que era capaz-

Sábado 12

En aquella casa, de fachada bonita y con un jardín muy bien arreglado, ya no se escuchaba sonido alguno, el antiguo ajetreo diario había sido cambiado por una quietud sobrenatural. Los televisores estaban sin encender, las camas y sillones sin utilizar habían comenzado a acumular polvo, unos solitarios anteojos estaban sobre una mesita de café, olvidados. Las luces de la casa estaban apagadas con excepción de las del antiguo estudio, al entrar se podía ver una sombra reflejada en la pared, la sombra era de un joven encorvado sobre un montón de papeles y lápices, que se encontraba escribiendo o mejor dicho, planeando.

Lunes 14

Había llegado muy temprano a la escuela, pero no planeaba entrar. En su lugar, se dirigió a unos autos que estaban estacionados y esperó, agazapado, en las sombras como un cazador en espera de su presa. Los primeros alumnos que vio llegaron con sus padres, los vio desfilar como pequeños soldaditos de las manos de sus padres.

Sentía pena por ellos, no sabían de la gran libertad y alegría (o mejor dicho poder) que él poseía. Mientras se hundía cada vez más en sus pensamientos, uno de los mastodontes apareció dando vuelta a la esquina, esto hizo que reaccionara de inmediato y comenzó a moverse, impaciente, en su escondite.

El mastodonte se acercaba dando sus torpes y pesados pasos, estaba leyendo algo y no prestaba atención al camino, cosa normal para él y todos sus amigos, ya que nadie (a veces ni siquiera los adultos) se atrevía a pararse en su camino, pero eso cambiaría el día de hoy. Como lo había planeado, el timbre sonó en la escuela anunciando el inicio de clases, todos los niños que estaban afuera se apresuraron adentro, pero no el mastodonte.

Cuando la calle se hubo librado de los demás niños, él salió de su escondite y comenzó a caminar, caminaba con paso firme y decidido, pues todo saldría bien. Se colocó justo frente al mastodontes que seguía caminando cual sonámbulo y aceleró el paso, se sentía extasiado, funcionaría, todo funcionaría. Cuando estuvo a punto de chocar con el mastodonte, él lanzó su hombro hacia el frente y le propino un golpe muy cerca del cuello.

El mastodonte tambaleó muy sorprendido y asustado (disfrutó tanto esta última expresión) pero no cayó, se volteó de inmediato buscando a quien lo había golpeado y sus ojos casi salieron de su órbita al ver a aquel pequeño que siempre molestaba. Él estaba sonriendo, le encantaba ver la cara de estúpido del mastodonte y, antes de que pudiera reaccionar le dijo con voz firme -De verdad eres un idiota- esto detonó una reacción en el mastodonte, nadie se atrevía a llamarlo idiota y salirse con la suya, soltó el panfleto que estaba leyendo y comenzó a correr.

Le llevaba algo de ventaja al mastodonte pues él sabía lo que iba a ocurrir y podía anticiparse con una enorme facilidad, dobló alrededor de cuatro esquinas con el mastodonte aún detrás de él. No se sintió cansado en ningún momento, aunque el mastodonte bufaba detrás de él, le estaba costando trabajo mantener su paso. Pero ya habían llegado a su destino, como lo había planeado.

El lugar era un terreno baldío a unas cuantas cuadres de la escuela, casi nadie lo notaba pues se encontraba escondido detrás de un conjunto de departamentos. Al llegar la pequeña figura tomó posición, casi al fondo del lugar casi como si estuviera acorralado, instantes después llego una figura mucho más grande, se veía muy agitado.

El mastodonte se encontraba agotado, pero eso no importaba, todo acabaría muy rápido. El mastodonte comenzó a avanzar balbuceando tontas e inútiles amenazas, pero él no se movió, si sólo supiera lo que había planeado, el mastodonte comenzó a recuperar el aliento y sus palabras comenzaron a tener sentido, pero él no les prestaba atención, algo de “pagar” “paliza” “Irreconocible”.

Su sonrisa se agrandaba cada vez que el mastodonte daba un paso, su fuerza y brutalidad no le ayudaría en nada en esta ocasión. Y finalmente sucedió, el mastodonte sigue acercándose y, cuando estuvo a tres pasos de distancia de su víctima, el mastodonte desapareció. Lo único que se alcanzó a escuchar fue una pequeña expresión de sorpresa ahogada y nada más…

El joven de ojos morados se acercó un poco al agujero que se acababa de forma justo frente a él, se abría en el suelo cual boca de lobo, parecía ser muy profundo. Intentó escuchar con mucha atención en caso de que algún ruido saliera de ahí pero, nada. – Bien, uno menos- se dijo a sí mismo. Cubrió el agujero con un gran trozo de chatarra del terreno y salió de ahí, sabía que no lo encontrarían, sin importar lo que hicieran, pues él, así lo había planeado.

Martes 15

Se estaba hartando de esperar, había esperado por más de dos horas. Ese día el sol brillaba y no había ninguna nube en el cielo, en las noticias no se hablaba para nada del mastodonte perdido el día anterior, ya que, como era habitual en ese tipo de jóvenes, se salían de sus casas y vagabundeaban incluso por días, lo que le daba oportunidad de trabajar rápido.

El timbró sonó como un trueno rompiendo el silencio de la tarde, su corazón se aceleró con cada instante, había sido muy divertido en aquella ocasión y no podía esperar para llevar a cabo su plan para ese día. Observó con impaciencia cómo salían todos los estudiantes de la escuela, le parecían tan pequeños e inútiles, hasta que los vio, los tres mastodontes estaban platicando entre ellos (tal vez se preguntaban el por qué no encontraban al su amigo) mientras salían abriéndose paso entre los estudiantes más pequeños.

Espero unos momentos más, hasta que los otros estudiantes habían regresado a sus casas, los mastodontes seguían ahí pues las viejas costumbres no se olvidan, y ellos siempre acostumbran quedarse hasta tarde en busca de alguna presa desprevenida u olvidada. Pero en esta ocasión, no encontrarían a nadie, con excepción de él, desde su escondite tomó una pequeña piedra que encontró cerca y la arrojó, la piedra dio una curva perfecta y dio de lleno a uno de los mastodontes en la nuca, su sonrisa se agrandó. Los mastodontes voltearon en busca del osado que había arrojado la piedra, pero no vieron a nadie. Tomó otra piedra y la volvió a lanzar, esta vez acertó en la boca de otro de los mastodontes, en esta ocasión no logró contener su risa estruendosa.

Los mastodontes voltearon hacia su escondite y lo vieron ahí agazapado, en ese instante, el salió corriendo y los mastodontes, como era de esperarse, lo siguieron. De nuevo corrió sin cesar por más de cuatro cuadras, pero estos mastodontes (a diferencia de su amigo) eran más rápidos y estaban en mejor condición. En pocas ocasiones estuvieron a punto de darle alcance, pero eso no estaba planeado así que no sucedió. Finalmente llegaron hasta donde debían, la casa había estado abandonada desde hacía mucho (aunque algún vagabundo ocasional se refugiaba ahí del frío o la lluvia) y los estragos del tiempo ya se notaban en la fachada.

Entró a toda velocidad, sabiendo que no habría nadie y se adentró más, para cuando llegaron los mastodontes, él ya se había ocultado. Le buscaron pero no podían dar con él, así que decidieron separarse para abarcar más terreno, uno de ellos buscó en el piso superior, otro se quedó en la sala y uno más revisó la parte trasera. Desde su escondite, él vio como el mastodonte salía de la casa había el pequeño patio trasero y comenzaba a buscar, se levantó desde detrás de un contenedor de basura y silbó, el mastodonte lo vio y sin pensarlo dos veces corrió detrás de él, los otros dos jamás se enteraron del asunto.

Corrió por otras dos cuadras hasta que finalmente el mastodonte le dio alcance, lo empujó y cayó al suelo en un viejo y horrible callejón. Él se arrastró en el suelo y se adentró más al callejón mientras que el mastodonte le seguía con una sonrisa en la cara, por fin le había acorralado, como estaba planeado… El mastodonte lo levantó por el cuello y lo puso frente a su rostro, a lo que él respondió con una simple pregunta -¿Te gustan las mascotas?- dijo con una sonrisa burlona mientras que el mastodonte reaccionaba con una expresión de incredulidad.

En ese instante un gruñido se escuchó en el fondo del callejón, el mastodonte volteó hacia el lugar  de ahí, den entre la basura, comenzaron a asomarse dos enormes perros. Con los dientes de fuera, gruñendo y con una expresión asesina, los perros siguieron avanzado hacia ellos, el mastodonte le soltó y comenzó a alejarse, mientras él se levantaba con sumo cuidado y se sacudía los pantalones y la camisa.

Los perros pasaron a su lado sin inmutarse, su mirada estaba fijada en el mastodonte. La mirada del chicho de los ojos morados era de plena éxtasis, mientras que la mirada del mastodonte reflejaba terror absoluto, tenía miedo de salir corriendo pues sabía que los perros eran mucho más veloces que él, y en cuanto a fuerza, bueno, los perros eran demasiado grandes. -¿No te gustan las mascotas?  Repitió el chico.

Los perros se abalanzaron a toda velocidad, el mastodonte no tuvo tiempo siquiera de cubrirse el rostro  cuando los perros comenzaron a morder. Le destrozaron las mejillas, el cuello, los brazos y el estómago, se ensañaron horriblemente con el pobre desdichado. El impacto del ataque evitó que gritara en primera instancia sin embargo, cuando estuvo a punto de recobrar el aliento uno de los perros dio alcance a su garganta y la desgarró, el mastodonte no pudo gritar nunca más.

Mientras la carnicería tenía lugar, él se acercó poco a poco hasta quedar casi encima de aquella aterradora imagen. Su mirada era curiosa mientras que el ruido de los mordiscos y la carne desgarrándose se adueñaba del ambiente, durante todo el ajetreo uno trozo de dedo del mastodonte salió disparado hacia sus pies, él se agachó, lo tomó y lo observó. Los perros no paraban a pesar de que el mastodonte estaba ya muerto, el joven de ojos morado se había sentado cerca del lugar y jugaba con el trozo de dedo que tenía en sus manos. Finalmente se aburrió y salió de ahí, se dirigió a su casa con paso taciturno y calmado, con el dedo aun en su mano pues había decidido conservarlo, como un recuerdo.

Lunes 21 (tarde)

Tuvo que esperar (eso en verdad no lo había planeado), la escuela había suspendido las clases debido a la muerte del mastodonte, la noticia había llegado a nivel nacional. Cuando por fin retomaron las clases, él ya estaba aburrido, su casa ya olía un mal (pero no lo descubrirían a menos que él quisiera) e incluso pensó en ir a buscar a los mastodontes restantes hasta sus casas. Pero su plan no era así, quería vengarse, pero todo debía salir de acuerdo al plan, así que esperó.

Se escuchó una vez el timbre de la escuela y en esta ocasión, todo sucedió más rápido. Los mastodontes restantes salieron esta vez a la par de los demás estudiantes, pero esta vez sin hablar, caminaron rápido y cada uno se fue por su lado en dirección a sus hogares. Así que él tuvo que acelerar el paso para seguir uno de los mastodontes, lo siguió por más de 15 minutos, se sentí diferente, increíble, se sentía como cazador y le encantó la sensación. Toda su vida había sido una presa pero ahora, esta sensación, le encantó.

Durante el camino tuvieron que pasar por un callejón pequeño y solitario y ahí aprovechó la oportunidad. Empujó al mastodonte con todas sus fuerzas y éste cayó de cara en el callejón, él joven de ojos morados se agachó y encontró una piedra enorme justo donde estaba buscando, la tomó y avanzó. El mastodonte se volteó lo más rápido que pudo con una expresión de terror, mientras la otra persona avanzaba hacia él.

El mastodonte vio con horror como la persona que tenía en frente levantaba su brazo con la piedra en mano. Intentó alejarse de ahí, se arrastró de espaldas lo mejor que pudo, pero la otra persona estaba de pie y le dio alcance muy rápido. Fue ahí donde sintió el primer golpe, la mano del pobre mastodonte cayó como un trozo de plástico mientras la mano con la piedra comenzaba a levantarse de nuevo. Intentó gritar pero el siguiente golpe le dio en la mejilla, destrozándole la mandíbula haciéndole revolcar de dolor.

El joven de ojos morados veía como su víctima se retorcía en el suelo, llena de dolor, angustia y miedo, esto era lo que ellos sentían cada vez que le pegaban, y le gustaba. Levantó de nuevo el brazo y lo dejó caer con todas sus fuerza, esta vez le acertó en la frente y el mastodonte cayó noqueado. Siguió levanto el brazo y dejándolo caer con más fuerza en un frenesí de locura y excitación. El sonido acuoso de la piedra sumergiéndose en el cráneo del mastodonte será lo único que se escuchaba en el lugar.

Finalmente se cansó, la piedra en su mano se había despedazado y el rostro del mastodonte estaba irreconocible, la sangre había salpicado todo el callejón, con excepción de él, pues así lo había planeado. Se sentó unos momento para descansar y admirar su obra, ya solo faltaba uno, eso claro sin contar al que estaba todavía en el hospital por haberse abierto la cabeza con el lavabo del baño, pero tenía tiempo y siempre podría hacer una visita inesperada al hospital.

Se levantó y empezó a caminar, tenía que llegar a otro lado y quería pasar primero a limpiarse la mano. Cuando acababa de dar vuelta en la esquina, escuchó el grito desgarrador de una mujer -Quizá era la madre del mastodonte- pensó el chico mientras seguía caminando, este pensamiento dibujo una sonrisa en su rostro, pero lo cierto es que nunca planeó quien lo encontraría, porque eso no era importante en realidad, él solo quería disfrutar de la histeria.

Lunes 21 (noche)

Tuvo algunas dificultades para encontrar el lugar, estaba más alejado de lo que imagino y no había planificado el tiempo para hacerlo, sólo que lo haría. La casa era linda, contemporánea y con un bonito color, tenía arreglos florares en el jardín y lo que parecía ser una pequeña fuente cerca de la puerta de entrada. Era un lugar acogedor, y le hizo preguntarse el porqué de esa casa había salido tan terrible abusador.

Martes 22 (madrugada)

Se acercó al lugar y se quedó frente a la puerta, estaba cerrada, así que alejó un poco y se dirigió a la fuente, sumergió su mano en ella y sacó una llave. Sabía perfectamente que hacer a cada paso porque, además de planearlo, había seguido a este maldito en más de una ocasión en el pasado para jugarle una broma, arrepintiéndose cada vez. Se acercó de nuevo a la puerta, introdujo la llave y la abrió, la casa estaba en silencio, todos dormían.

Con mucho sigilo comenzó a caminar en la casa como si fuera la suya propia, en primera instancia se dirigió a la cocina, ahí abrió uno de los cajones y se tomó su tiempo para seleccionar un cuchillo, al fin y al cabo, sólo eran las cuatro de la mañana. Salió por fin de la cocina y se dirigió a las escaleras, pero no las subió.

En cambio, siguió caminando por un pasillo y llegó hasta otra puerta, la abrió con cuidado y llegó al garaje (o lo que debía serlo) y se encontró con una cama. El mastodonte había cambiado su habitación fuera de la casa y se quedaba en el garaje, más que nada para poder escaparse en las noches y hacer cualquier maldad que se le ocurriese.

Se acercó a la cama y lo vio, estaba profundamente dormido, sus ojos se movían dentro de sus párpados y se preguntó si el mastodonte estaba soñando. Lo observó cerca de cinco minutos antes de levantar la mano en la que empuñaba el cuchillo. El cuchillo era grande y brillaba a pesar de que la luz en el lugar era mínima, al igual que sus ojos…Aquella tarde había regresado a su casa para lavarse la mano y se observó en el espejo, sus ojos parecían brillas y, los detalles que había en ellos parecían bailar sin cesar, eso hizo que le gustaran aún más.

En esa momento, su rostro se reflejó en el cuchillo, vio de nuevo sus ojos y notó que de nuevo los detalles estaban bailando, estaban felices de hace lo que estaban haciendo, y él también lo estaba. Se sentía vivo, alegre, como un cazador. Aferró el cuchillo con más fuerza y lo dejó caer con todas sus fuerzas, el cuchillo se clavó de lleno en la garganta del mastodonte, quien se despertó en el acto, pero no pudo gritar, el cuchillo no se lo permitía.

El mastodonte comenzó a moverse en su cama pateando con todas su fuerza mientras sus manos intentaban detener la sangre. La habitación estaba oscura así que sólo se vio como una mancha negra comenzaba a cubrir las sábanas de la cama, el mastodonte poco a poco pateaba y se movía con menos fuerza, el brillo de sus ojos comenzaba a apagarse y su expresión se tornaba rígida. El joven de ojos morados observó con placer cada una de estas etapas de suceso.

Sentía casi una corriente eléctrica recorriendo cada parte de su cuerpo, haciéndolo sentir cada más vivo. Finalmente el mastodonte dejó de moverse, todo había terminado, sin embargo sentía que algo faltaba y entonces lo recordó, aun había un mastodonte en el hospital. Retiró el cuchillo del cuello del mastodonte y  lo dejó en el piso, no le preocupaba lo que la policía pudiera encontrar porque él había planeado hasta el más mínimo detalle de aquella noche.

Movió el cuerpo del mastodonte y lo colocó de nuevo en el centro de la cama, lo observó una última vez y salió del garaje, entró de nuevo a la casa y se dirigió a la sala, ahí encontró un reloj y vio la ora, eran las 5 de la mañana, muy pronto los padres del mastodonte se despertarían y verían la obra que había dejado en el garaje, esta idea le encantó. Sin embargo no tenía (ni quería) quedarse a presenciarlo, tenía que volver a planear, una visita al hospital no sería nada fácil, siempre había muchas personas.

Salió de la casa del mastodonte y con paso firme se dirigió a la suya, tardo alrededor de 40 minutos en llegar. Al hacerlo calculó que aquellas personas habían hecho ya el macabro descubrimiento, se dirigió a su habitación y tomó algunas cosas, las guardó en una mochila, no la de la escuela, era otra una que alguna vez perteneció a su padre y que siempre le había gustado.

Por último se dirigió al estudio, tenía muchos detalles que afinar. El olor de la casa era cada vez más fuerte, pero eso no le importaba, los vecinos no se daría cuenta hasta que el sol ya se estuviera ocultando de nuevo, él por su parte siguió escribiendo y escribiendo.

Martes 22

Tardó dos horas en terminar su plan, se sentía cansado pues no había dormido desde la noche pasada. Pero tenía que seguir adelante, arregló los papeles y tomó su mochila, tenía todo listo, ya no debía regresar a aquel lugar, tomó unas cerillas de la cocina y se dirigió a la sala, encendió una y prendió fuego a la cortina, el fuego comenzó lento, así que le daría tiempo de salir de ahí.

Salió de la casa y la contempló por última vez, no le sorprendía lo poco que extrañaría aquel lugar, en el fondo sentía odio por aquella casa y sus habitantes. Ahora se había liberado de ello y se sentía más libre que nunca, se afirmó la mochila al hombro y comenzó a caminar, cuando pasaba cerca de un bote de basura, se detuvo un segundo, levantó la tapa y dejó caer unos anteojos, ya no los volvería a necesitar.

Siguió su camino rumbo al hospital, había una persona que debía amarrarse sus sábanas a cuello. Luego, no tenía nada planeado pero algo se le ocurriría, siempre pasaba. Mientras caminaba una sonrisa de alegría se formaba en su rostro y estaba seguro de que nunca más se borraría.

A lo lejos, supo que hubo una explosión, no la había visto, no la había sentido, sólo lo sabía. Pues se sentía fuerte, se sentía invencible, se sentía morado…

«Dejó de lado la libreta, había visto lo suficiente, Parecía redundante que escribiera todo lo que veía, pero le habían enseñado que era lo más prudente. Se levantó y se dirigió a su repisa, hacía algún tiempo ya que no la abría, habían sucedido muchas cosas el último año, pero era hora de continuar.

Desde el reflejo de los cristales vio el televisor encendido, estaban dando los noticieros y la noticia del día había sido el descubrimiento de varios cadáveres en un pequeño poblado en el norte del país, todos habían muerto de manera trágica, robo, ataque de animales callejero y accidente doméstico, por mencionar unos.

Él sabía que no era así, había visto todo y tenía que apresurase, el chico era peligroso, no sólo se había desarrollado con extrema rapidez que lo colocaba entre los llamados “Innatos”, sino que era un “Materialista”. Nunca antes había enfrentado a un Materialista por su cuenta –Perdí mucho la última vez- pensó mientras contemplaba su mano llena de cicatrices y sin tres dedos.

Pero no podía ignorarlos así que abrió la repisa, observó con cuidado y cariño su contenido, jamás la había utilizado pero también sabía que era la única arma que funcionaría. Nunca antes había utilizado un arma de fuego y, con lo que había vivido, estaba seguro de que nunca lo haría.

Introdujo ambas manos a la repisa y de su interior sacó una ballesta, tantas veces la había visto en acciones, pero no en sus manos, él era torpe e inexperto con ella, pero su antiguo dueño, era en verdad increíble. La sostuvo por unos segundos y observó de su reflejo en los cristales, se veía cansado y viejo (aunque no lo fuera en realidad), esa promesa le había quitado demasiado, pero era momento de volver.

Regresó a la sala y apagó el televisor, sentía una pena enorme de que en esta ocasión no fuera más que un jovencito, pero era peligros y debía detenerlo. Antes de salir, empacó unas cosas en una vieja y fea mochila y guardó la ballesta en una gran bolsa negra, se colgó ambas cosas al hombro y se dirigió a la salida.

Cuando tomó la perilla, se detuvo, y se vio una última vez en el espejo colgado cerca de la entrada principal. Era muy poco lo que quedaba de su antiguo yo, pero eso no importaba, lo que importaba era lo que veía ahora, veía fuerza, determinación, veía una promesa y convicción, veía…morado…»

Creación Propia

Roberto Lagunas Márquez

Soy un joven mexicano con una gran afición a los temas paranormales, me fascina leer las historias y analizar la información. En mis 27 años de vida he vivido algunos casos relacionados con el tema y son, simplemente, intrigantes.

Please wait...

2 comentarios

Epica es la segunda mejor y mas larga creepy eh leido y el morado es mi color favorito *w* 9/10 hay algunos fallos en la escritura pero igual es epica ^_^

¿Quieres dejar un comentario?

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.