Alex the Proxy

Alex

18 de Abril del 2005

La pequeña se levantó sobresaltada, con la respiración pesada. Sintió que alguién la observaba. Miró a su alrededor y sólo vio a sus compañeras dormir pacíficamente. Ojeó el reloj que estaba en la mesita de luz y suspiro al ver que eran las 3 y media de la mañana.

Giro su vista hacia la ventana y se quedo mirando hacia un punto fijo. Algo había llamado su atención.

Se colocó una sudadera y salió de la cabaña que compartía con 4 niñas y su maestra.

Sintió el pasto húmedo acariciar sus pies descalzos mientras se acercaba a la fogata que yacía en el suelo. Para la pequeña era algo hermoso, nunca había visto un fuego así, estaba atónita. Podía ver su fulgor en esa flama de color amarilla y azul; la brisa chocaba con su rostro. Podría estar horas y horas mirando aquella fogata. Quería sentirlo y sin pensarlo dos veces, se acomodó de rodillas mientras acercaba sus pequeñas manos al fuego…entonces ocurrió. Una voz resonó detrás suya, mientras que en su rostro se apreciaba una gran sonrisa de oreja a oreja.

«¡¿ALEX, QUÉ CREES QUE HACES?!» era su maestra, que se acercó hacia la niña con espanto por lo que acababa de hacer.

05 de Julio del 2009

El viento movía las hojas secas del pavimento con violencia, incluyendo el pasto y los árboles. No era una noche muy agradable, y mucho menos para Alex.

Se la pasaba encerrada en su habitación. No comía, no dormía, daba vueltas en su habitación. Su mente se preguntaba pero sus pensamientos la contradecían. Ya había perdido la noción del tiempo. ¿Cuanto habrá pasado ya desde aquel suceso que le cambió la vida? ¿Tres, cuatro…semanas? Meses? …años? Quién sabe. Lo más extraño era que no recordaba nada, esos años es como si no los hubiese vivido nunca.

Se dejó caer al suelo y observó con detenimiento las pequeñas cicatrices que poseían ambas manos. Imágenes borrosas acaparaban su mente, y en su entorno, oyó un zumbido tenue. Levantó la vista lentamente encontrado se con su reflejo en el gran espejo de cuerpo completo, y detrás de ella, una figura que no logró reconocer. Se puso de pie y se acercó, sin quitar la mirada de aquel rostro sin expresión alguna. Levantó la mano con intención de tocar el reflejo de aquel extraño ser, pero a centímetros de tocar el espejo, la figura desapareció. Empezó toser y toser. Ese zumbido se hacía cada vez más fuerte provocando le un dolor de cabeza horrible, tosió sangre, y por el rabillo de su ojo le pareció ver la misma figura de hace unos momentos mirándola desde la esquina de su habitación. Volteó para verlo y los ruidos cesaron. Todo se volvió negro.

A la mañana siguiente despertó por unos golpes que provenían de su puerta. Era Diana, su madre. Intentó ponerse de pie pero al instante de hacerlo, cayó de rodillas. El dolor de cabeza la estaba matando, literalmente. Con su mano izquierda agarró su cabeza mientras que la otra la ocupaba para apoyarse en el borde de su cama. Cuando logró estar de pie, se acercó a la puerta y la abrió.

«Niña estúpida, te estuve llamando para que vengas a tomar el desayuno, ¿Acaso no recuerdas que tienes escuela?» dijo la mujer al borde de propinarle una fobetada.

«No te escuché» argumentó la pequeña.

«Como siempre» suspiró resignada y se fue, dejándola con la palabra en la boca.

Se quedo inmóvil en el marco de la puerta. Siempre era lo mismo. Sus padres no la querían mucho porque, desde siempre, percibían algo que no estaba bien en ella. Danielle, su hermana menor, siempre fue la favorita de ellos, no había momento en que no la comparasen con ella, y eso es lo que más odiaba.

«¿Porque no eres como tu hermana?», «Actúa como tu hermana», «Sigue los pasos de tu hermana», y más mierda.

«¿Te encuentras bien?» dijo una voz masculina, sacándola de sus pensamientos.

«Si, descuida» dijo cabizbaja.

«Escuche todo…no le prestes atención, sólo dice estupideces» alegó, para luego acercarse ha ella y darle un abrazo.

Ese era Max, su hermano mayor. Él era el único que la quería, la apoyaba en todo momento y siempre buscaba la manera de sacarle una sonrisa.

«Vamos, se nos hará tarde para ir a la escuela» sonrió él.

«En un momento bajo, iré a ponerme el uniforme» dijo regalando le una cálida sonrisa.

El desayuno fue como el de todos los días: sus padres aborreciendo la y Max, como siempre, defendiéndola. Y claro, no podría faltar su hermana mirándola con desprecio.

Luego de acabar, se despidieron y los tres niños emprendieron su camino. Max era el único que iba a una escuela distinta por lo que tuvieron que tomar caminos diferentes.

La clase más aburrida tocaba a primera hora, matemática. Clases como ésta, Alex se la pasaba dibujando al final de su cuaderno, y no era la primera vez que llamaban a sus padres por no poner atención en clases y faltar le el respeto a sus maestros; el arte no era su fuerte pero le gustaba, y más si es en ocasiones como estas.

«Señorita Cox, ¿Puede decirme la respuesta?» dijo su gorda maestra, que la miraba con el ceño fruncido.

Alex no dijo nada, se encogió de hombros y siguió dibujando. Al rato sintió que alguien la tomaba por los hombros y por instinto, ella se apartó bruscamente. Alzó la vista y vio que era su maestra.

«¡Señorita Cox, vaya a la Dirección ahora!» gritó la rubia.

«¿Y sino quiero ir?» dijo ella.

«Llamaré a tus padres» contesto la mujer.

«Inténtelo, no me importa» respondió, para luego voltear y seguir en lo suyo.

En el salón se pudieron escuchar los murmullos de sus compañeros y ni hablar de su maestra, estaba roja de la rabia. Salió del salón y todo estuvo en completo silencio, hasta que regresó junto al Director.

«Señorita Cox, acompáñeme por favor» dijo el hombre con la voz calmada.

Ella no dijo nada, apretó los puños hasta el punto de dejar sus nudillos en blanco y se puso de pie bruscamente, casi arrojando su pupitre. Guardó sus cosas y se acercó hacia ellos.

El Director abandono el lugar junto con Alex, que iba atrás de él. Al llegar, el sujeto tomó asiento en su silla giratoria de cuero mientras anotaba algo en unos papeles. Alex permaneció inmóvil, con la mirada perdida en el suelo.

«No tengas miedo, toma asiento» alegó. Algo dentro de Alex estaba procesando lo antes mencionado, y no estaba contenta con ello. Al final hizo caso y dejo su bolso a un costado de su silla.

«Sé que no tiene nada que ver con tu castigo pero revisé tu constancia y vi que tenías una discapac-« fue interrumpido.

«¿El no sentir miedo te hace un discapacitado?» argumentó, con la mirada fija en él.

«E-Esa no sería la palabra correcta» garraspeó nervioso el sujeto «Como sea…esta no es la primera vez que vienes aquí por faltar le el respeto a tus mayores, y llamar a tus padres no ayuda en nada» pausó. Volteó a verla pero lo único que vio fueron esos ojos. Por un momento sintió que le perforaban su alma «Vas a permanecer aquí hasta que toque el segundo timbre de receso, eso es todo» dijo, para luego levantarse y salir por la puerta.

«Idiota» susurró Alex.

Pasaban las horas y ella seguía en el mismo lugar. Se percató de ese molesto zumbido de la noche anterior y empezó a toser. Se agarró la cabeza con ambas manos al oír que esos zumbidos no cesaban y sintió un líquido caer de su oreja derecha. Se llevó la mano hasta ahí y se sorprendió al ver que era sangre. Tomó unos cuantos pañuelos del escritorio del Director y se los colocó en la oreja. Algo en su mente decía que se fuera de este lugar y como si su cuerpo actuara por si solo, se puso de pie, agarró su bolso y abandonó el despacho del Director. Miro por todos lados y sólo vio a un grupo de chicos, entre ellos, a su hermana. Caminó con intención de abandonar el establecimiento pero escuchó que alguien la llamaba.

«Miren, allí está la rarita» dijo una voz femenina.

«No molestes» dijo sin voltear a ver, conocía muy bien esa voz. Era Sasha, se creía la gran cosa.

«Vamos, sólo quiero divertirme» alegó la pelirroja.

Se acercó a la castaña empujándola al suelo, mientras ponía su pie en el estómago de esta, apretando el talón de su zapato con intención de dejarle una marca. Alex mostró una mueca de dolor y volvió a sentir ese zumbido – «Hazlo» -, susurró una voz en su mente, – «Hazlo, puedes con ella» -, dio un gemido de dolor al ver que su propia hermana le había propinado una patada en el estómago, – «Hazlo, ¿O acaso le tienes miedo?» – susurró esa voz, y solo bastó eso como para sacarla de sus casillas.

Vio su bolso en el suelo y de ella, una tijera sobresalía y sin pensarlo dos veces, se acercó con discreción y la agarró – «Hazlo» -, una gran sonrisa apareció en su rostro, clavando la tijera en la pierna de la pelirroja. La chica cayó de espaldas y aprovechando el momento, se colocó arriba de ella y empezó a golpearla hasta quebrar le la nariz. La pelirroja solo gritaba y lloraba, y los que estaban a su alrededor intentaban separarlas sin éxito. Escucharon un silbato y todos voltearon a ver: era el profesor de gimnacia que se acercó al ver tanto alboroto; sin desperdiciar la oportunidad, agarró la tijera que seguía clavada en la pierna de la chica y salió corriendo con todas sus cosas. Corrió y corrió hasta ver el bosque. Se adentró a lo profundo de este y se dejó caer al suelo, necesitaba descansar.

Cuando logró calmarse, miró sus manos cubiertas con sangre y sintió un leve tirón en su nuca, ¿Esto había hecho ella? Sin embargo…le gustó, no lo podía negar pero otra parte sabía que, lo que hizo, estaba mal.

Miró la hora en su reloj de muñeca y vio que eran las 11:50 a.m, faltaban sólo 10 minutos para que la escuela acabase. Pero había algo que no lograba sacar de su mente, su hermana la vio hacer tal acto y la conocía muy bien, les contaría a sus padres – «Mátala» -, dijo otra vez aquella voz. ¿Matarla? Podría hacerl…

«¿En que cosas piensas Alex?» se dijo ella misma.

Se limpió las manos en un pequeño río que encontró en el bosque y se alejó, viendo a lo lejos el pavimento de la calle. La estaba cruzando pero se quedo inmóvil en medio de esta, su cuerpo no correspondía a sus acciones, es como si algo lo estuviese controlando. Escucho la bocina de un coche y alguien llamándola.

«¡ALEX, CUIDADO!» gritó una voz bastante conocida.

Esa persona la empujó mientras se escuchaba un gran golpe. Su respiración se aceleró y se negaba rotundamente a voltear a ver pero aún así, lo hizo.

La única razón para seguir adelante con su patética vida se estaba desangrando en el suelo; escuchó el acelerar de las ruedas de un Toyota corolla xei negro irse a toda velocidad.

«¡¿MAX, QUE HAS HECHO?!» dijo colocando su mano en el pecho de él. Se le aceleró el corazón al ver que el de su hermano se le estaba deteniendo.

«Hice lo que…cualquier hermano pudo hacer» sonrió él mientras tosía sangre.

«Max, por favor, no me dejes» chilló, sujetando su mano.

«Se supone que no sientes miedo, ¿no? No tienes que tener miedo ha perderme» dijo «Sonríe, no tengas miedo…» Y esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar los ojos.

Alex se quedó en shock, su corazón latía a mil por hora, su hermano estaba muerto y por su culpa…

26 de Octubre del 2015

Pasaron 6 años desde aquel trágico accidente y Alex no paraba de culparse por la muerte de su hermano.

No había día en que no despierte con grandes ojeras y los ojos rojos, producto del insomnio y el llanto. Y lo peor, es que esos zumbidos siempre la acompañaron y la imágen de ese ser de la primera vez que lo vio, aparecía en todos lados.

Abandonó la escuela a los 11 años y se dedicó únicamente ha ir todos los días al cementerio para ver a su hermano. Por supuesto que sus padres no le dieron importancia, preferían que Danielle tuviese una buena educación, eso si…siempre le recordaban culpable de la muerte de su amado hijo.karla_the_killer_silent_smile_alex_the_proxy_by_yaminekbeth-d935rgy

«Yo tengo la culpa…» dijo mirando ala lápida de piedra que estaba frente suyo «Yo causé tu muerte, hermano» agarró la navaja que le robó a su padre cuando se distrajo, y se la clavó en el brazo «Te extraño» susurró con lágrimas en sus ojos.

El zumbido de hace 10 años que la perseguía se estaba apoderando otra vez de sus oídos, miró a su alrededor y vio que era de noche cuando hace unos momentos estaba atardeciendo.

Se agarró con fuerza la cabeza mientras apretaba los dientes y cayó de rodillas al suelo. Gotas de sangre caían sobre la lápida de su hermano, ocultando su nombre. Pegó un respingo al sentir una mano en su hombro derecho. Dirigió su mirada hacia ella y la fue subiendo hasta encontrarse cara a cara con el ser del espejo. Su vista se puso borrosa y si su mente no la estuviese jugando una mala pasada, pareció ver que de su espalda le salían unos tentáculos negros.

Al día siguiente despertó en una habitación blanca, intentó moverse pero unos cables y tubos estaban conectados a sus brazos. Se quitó todos los cables de un solo tirón y la computadora que se encargaba del pulso de su corazón empezó a hacer un ruido irritante, inmediatamente una enfermera entró y quiso acercarse hacia Alex pero dio un paso atrás al ver que ella le mostró los dientes, como un perro defendiendo su comida.

La enfermera abandonó la habitación pero volvió con dos Doctores.

«¿Cómo te encuentras?» dijo uno de ellos.

«Bien» contesto en voz baja.

«Una pareja de ancianos que pasaba por el cementerio te vio inconsciente en el suelo y te trajeron hasta aquí» comentó.

«Te trajimos a urgencias porque perdías bastante sangre de tus brazos» dijo el otro Doctor «Aparte, te hicimos unos análisis y varios de tus órganos están dañados, aún no sabemos la razón».

Alex permaneció callada, ella creía saber la respuesta a esa pregunta pero no mencionó nada; la enfermera con miedo se acercó y volvió a colocar le los cables y tubos en sus brazos, y se alejó, ocultándose detrás de los otros dos. «Idiota», pensó Alex.

«Te quedaras aquí una semana, te haremos más análisis y una Psicóloga vendrá a hablar contigo» alegó el sujeto.

Ella empezó a reír, los presentes notaron que ambas manos le temblaban y uno de ellos anotó algo en su libreta; sus risas no duraron mucho, no después de recordar las palabras del hombre.

«¿Psicóloga? Yo no hablaré con ninguna maldita psicóloga» argumentó, moviendo se con intención de volverse ha quitar los cables.

«Sólo será un cuestionario de 5 o 6 preguntas, no te preocupes» dijo el Médico sin restarle importancia al asunto, mientras salía por la puerta con las demás personas.

No sabía que hacer, estaba molesta, quería salir de aquí; bajó su mirada hacia sus manos y noto que las tenía vendadas. Escuchó la puerta abrirse otra vez y rápidamente levantó la vista encontrando se con una mujer de cabellera negra que no aparentaba más de 30 años. Esta se le acercó con una sonrisa y le extendió la mano pero al ver sus manos vendadas, su sonrisa se desvaneció. La mujer tomó asiento al lado de su cama.

«Alex, ¿verdad?» ella asintió lentamente «Soy Megan y vengo ha charlar un poco contigo» dijo.

«Yo no quiero hablar con usted» contestó ella molesta.

«Cielo, mientras más rápido hagamos esto, será mejor para ti» argumentó, captando la atención de la joven.

«Bien, ¿Cómo es tu nombre completo, Alex?» dijo, «Alexandra Dakota Cox» contestó, «¿Cuantos años tienes?», «17» respondió mientra veía a la mujer anotando en su libreta,«¿Cuando es tu cumpleaños?», «11 de Marzo», «¿Has tenido pérdida de memoria estos últimos meses?», «Si…» respondió en voz baja, «¿Sabes qué lo podría provocar?».

Antes de contestar, escuchó los zumbidos, abrió grande los ojos y sólo alcanzó a decir un «No» algo inaudible.

«¿Quiénes forman parte de tu familia?», guardo silencio unos minutos antes de contestar la pregunta: «Mi padre, mamá, mi hermana y…» , se detuvo, «Cariño, sé lo de tu hermano, lo siento», dijo la mujer mirándola con pena. Alex asintió con la cabeza y bajo la vista con la mirada completamente vacía, «¿Qué estabas haciendo antes del accidente?», «Estaba en el bosque…», «¿Qué hacías allí?», no dijo nada, sus ojos se abrieron más de la cuenta y esos zumbidos se hicieron más fuertes a tal punto de provocarle migraña, «¿Alex?», dijo la mujer.

Su respiración estaba acelerada y la computadora que controlaba su pulso no paraba de emitir ese ruido irritante. Dirigió su vista hacia la esquina de la habitación y ahí estaba él, lo último que escuchó antes de desmayarse…fue a la mujer gritar.

Cuando despertó tenía una mascarilla puesta y de él un pequeño humo sobresalía de los lados. Miro a su alrededor y vio a uno de los Doctores de hace horas atrás.

«¿Te encuentras bien?» dijo mirándola. Ella sólo se encogió de hombros y miro ha la ventana que estaba a su izquierda.

«Megan dejo anotado en un papel que empezaste a respirar agitada mente y luego te desmayaste, pero descuida, no fue nada grave» comentó mientras guardaba su bolígrafo en el pequeño bolsillo de su bata.

«¿Donde está ella?» dijo Alex.

«Hmm…no lo sabemos, sólo dejo esa nota» contestó él, dejando ver la preocupación en su voz.

Por alguna extraña razón, el saber eso, hizo que a Alex le apareciera una sonrisa muy tétrica.

*

Los días habían pasado rápido, precisamente hoy era Viernes y los enfermeros le dieron el alta a Alex.

Una de las enfermeras le trajeron su ropa que consistía en una remera color vino tinto y sudadera, pantalón y zapatillas color negro. Se arremangó la sudadera hasta los codos, dejando ver las vendas que rodeaban ambos brazos hasta sus nudillos, y abandonó el lugar no sin antes echar un escupitajo al suelo. Odiaba los hospitales, le traían malos recuerdos.

Estaba atardeciendo y el clima estaba algo fresco. A paso lento se dirigía a su hogar con la mente en blanco. El sonido de motores de los coches era lo único que se escuchaba alrededor.

El zumbido se estaba haciendo presente, levantó la mirada y se sorprendió al ver que estaba afuera de su casa, ¿Cuando había llegado? Se acercó a la puerta principal pero estaba cerrada; se dirigió al garaje y vio una gran tela blanca cubrir el coche de su padre, se acercó hasta allí con intención de tapar el capó que estaba sin cubrir y se llevo con la gran sorpresa de que estaba abollado, le pareció raro pero no le dio importancia y entró a su hogar.

Lo primero que vio fue ha su padre sentado en el sofá mirando el clima y a su madre limpiando el piso con el trapeador. Cuando voltearon a verla empezaron a atacarla con sus palabras.

«Ya llegó la escoria» suspiró su padre.

«Pensé que te habías muerto» dijo su madre.

A pesar de no demostrarlo, a Alex le dolían sus palabras; dispuso de subir a su habitación pero una mano la detuvo, se giró encontrándose con la mirada de su madre.

«Cuando yo hable, me tienes que mirar a los ojos» comentó para luego darle una bofetada.

Esa sensación que tubo cuando golpeó aquella niña hace años se estaba apoderando de ella. No dijo nada. Se soltó bruscamente del agarre de su madre y subió las escaleras. Una vez en el segundo piso, divisó una puerta de color gris…era la habitación de su hermano. Solía estar la mayor parte de su tiempo allí jugando con él, pero desde su muerte, nunca más volvió a entrar.

Pasó al lado de él y los zumbidos se hicieron demasiado potentes, su cuerpo actuó por si solo y tomó el picaporte de la puerta para abrirla y entrar ala habitación. Miles de imágenes aparecieron en su mente, empezó a toser y escuchó la puerta cerrarse atrás de ella.

Su mente era un mar de alucinaciones: escuchaba el llanto de bebés, cuervos con ojos rojos revolotear el cuarto, grillos y olía cuerpos de personas en estado de descomposición. Empezó a toser sangre. Levantó la mirada y se encontró con la de Max.

Estaba atónita, su hermano estaba sentado sobre su cama con una pequeña sonrisa que reflejaba tristeza; se escuchaban las gotas de lluvia salpicar la ventana seguido de un rayo. Hizo el intento de acercar se ha su hermano pero un destello blanco la dejó aturdida. Cuando abrió los ojos, él ya no estaba y sólo encontró una nota sobre su cama que decía: – No tienes la culpa, él me mato -.

Y como si fuese la pieza que faltaba para armar el rompe cabezas, miles de cosas se cruzaron por su cabeza: el Toyota negro, la despreocupación de sus padres ante la noticia y el auto de su padre abollado.

Alex estaba hecha una furia, después de tantos años…su padre había matado a su propio hijo. Apretó los puños y lo primero que captó su vista fue un bate de baseball de Max. Lo agarró y salió de la habitación y se acercó hacia él con una sonrisa extremadamente grande.

«Quítate del medio» dijo él.

«Fuiste tú» fue lo primero que articuló Alex.

«¿De que hablas niña tonta?» preguntó el padre con el ceño fruncido «Mataste a Max, no mientas» argumentó ella con la mirada fija en él.

Hubo varios minutos de silencio para luego escuchar la risa de su progenitor por toda la sala.

«Bien…tienes razón, fui yo. Pero mi intención no fue matar a tu hermano, era a ti de quien quería deshacerme, eres un estorbo y sabía perfectamente que después de tu escuela cruzarías aquella calle, donde le costo la vida al imbécil de tu hermano» se echó a reí.

En ese momento, algo dentro suyo se rompe. Todo pensamiento equitativo se destruye; los zumbidos se apoderaron de sus oídos nuevamente y dirigió su vista hacia el frente, ahí estaba él – «Hazlo» -.

Alex levantó el bate al mismo tiempo que se escuchó un rayo.

El deseo de matarlo se apoderaba y empezó a asestarle con el objeto en mano varias veces, su padre no tuvo tiempo de reaccionar y se encontraba tirado en el suelo gritando del dolor. La risa de Alex era escandalosa. Después de tantos años, se estaba desquitando con cada paliza que le proporcionaba a su ahora…difunto padre. Estaba desfigurado. La sangre manchó todo lo que había a su alrededor, tanto los muebles como la alfombra estaban pintados de un lindo color carmesí.

Escuchó el grito de su madre y volteó a verla. Agarró la navaja que siempre llevaba en el bolsillo de su sudadera y se acercó a ella.

«¡Por favor, no me hagas nada!» gritó aterrada con la cara empapada en lágrimas, mirando a su hija cubierta de sangre de su difunto esposo, Charley.

Alex no hizo más que ignorar su comentario y se abalanzó hacia ella, asestando le varias apuñaladas en todo su pecho y espalda. Parecía un festival de espuma, pero con sangre.

Dejo caer el cuerpo sin vida de su madre ya que se sentía observada, giró su vista y vio a su hermana en las escaleras, con un teléfono en manos. Danielle corrió y de un portazo se encerró en su habitación. La risa de Alex se hizo más impetuosa, agarró el bate que estaba en el suelo cubierto por el pigmento de su querido padre y subió las escaleras. Con él empezó a dar golpes a la puerta ya que su hermana había colocado llave. Cuando logró romperla, la vio acurrucada en una equina de su habitación, llorando y temblando al ver a su hermana cubierta de sangre de sus padres.

Se acercó ha paso lento mientras esquivaba los objetos que su hermana le arrojaba y, cuando estuvo frente suyo, le agarro de los cabellos y empezó a darle golpes contra la pared.

«Sé como tu hermana» , «Sigue los pasos de tu hermana» , «¿Porqué no eres como tu hermana?» dijo imitando la voz chillona de su difunta madre, mientras sostenía la cabeza ensangrentada de su hermana quien lloriqueaba por el dolor «¡Ya cállate de una puta vez!» gritó Alex, agarrando su navaja para incrustar la en uno de los ojos de Danielle. Luego la arrojó al suelo empezando ha levantar y bajar su pie fuertemente contra su torso, pisoteando la como si fuese una cucaracha. Al ver que ya no movía ni un dedo, se detuvo.

Se colocó de cuclillas mientras observaba su rostro y con la palma de su mano, rozó la mejilla de Danielle manchando sus vendas con la sangre de esta para escribir la palabra «SONRÍE» en el suelo; abandonó la habitación para dirigirse ha la suya. Entró al baño y se admiró en el espejo, cubierta de sangre.

Agarró la foto que estaba pegada en el marco del cristal manchando la un poco: eran Max y ella de pequeños; sujetó una caja de cerillas que yacía en un estante y tan pronto como encendió uno, lo dejó caer sobre la foto…observando como se quemaba lentamente sin decir palabra alguna.

Percibió el ruido de varias sirenas de policías. Una luz roja y azul iluminó toda la habitación. Escuchó la puerta principal siendo derribada y agarró el bate para salir por la ventana al oír que los policías subían las escaleras.alice_y_alex_by_rinachany-d9b5yfb

La espesa lluvia mojaba la ropa de Alex mientras corría hacia el bosque, siendo perseguida por 4 policías. Un sonido hizo eco ha su alrededor y sintió un roce de metal ardiendo en su pierna izquierda, esos idiotas la habían disparado. Uno a uno fue deshaciendo se de ellos; con la navaja cortó un trozo de tela de la camisa de un policía y se la amarró a su pierna para detener el sangrado. Miró a su alrededor y a lo lejos vio una especie de fábrica abandonada, pensó que sería un lugar perfecto para refugiarse hasta que pase la tormenta.

Cuando llegó, se dejó caer al suelo y empezó a toser y escuchar, otra vez, esos zumbidos.

Levantó la mirada y se encontró con la de otra persona: vestía una sudadera blanca cubierta de sangre, jeans oscuros, guantes color vino tinto y zapatillas negras, en su rostro llevaba una máscara blanca y varios mechones caían de ella. Esa persona le extendió un pañuelo negro con un circulo y una X en medio color blanco. Alex la tomó y se la amarró en la mandíbula, dejando ver únicamente sus ojos.

Una brisa le recorrió todo el cuerpo y detrás de la persona desconocida, estaba él.

«Kate y Alex, tengo planes para ustedes» percibió de aquella entidad.

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3 comentarios

Sincermente tengo que admitir que la historia es una expecie de purga de emociones por parte del autor que una creeppy norml. La narración y la grámatica si están excelentes pero se pierde en el sinfin de historias de asesinos jovenes que son odiados por todos sus conocidos,poseen instintos asesinos y tienen conexiones sobrenaturales. Debo mencionar también que es demasiado irrealista que una chica pequeña y herida de bala en una pierna, pueda vencer a 4 policías armados y experimentados en su trabajo. El irrealismo fue devastador, especialmente por la parte del odio de los padres y la antes mencionada. Pero igual estuvo algo encamnada. 6/10

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