Alguien visita a Anna

Anna se despierta a las tres de la madrugada. Despertó de una pesadilla asustada, confundida, sudando y desesperada. Para tratar de olvidar su sueño intentó prender la televisión, pero ésta no hizo caso. Intentó prender la luz pero tampoco sirvió. Parecía que se había ido la corriente; no le queda de otra más que tratar de volver a dormir.

Pero entonces hubo en la habitación un cambio brusco de temperatura. El ambiente se tornó frío y la puerta del cuarto se empezaba a abrir lentamente, a pesar de que tenía seguro. Hubo un silencio ensordecedor en el cuarto; Anna sentía desesperación y el miedo se le paseaba por su cuerpo como cuchillos afilados acariciándole la piel.

En eso, sintió como si la gravedad incrementara y un peso enorme cayera sobre su cuerpo, dejándola inmóvil, pero consciente. A pesar de que no se escuchaba absolutamente nada, ella sabía, ella sentía que una presencia estaba en la habitación. Algo le acechaba en lo obscuro, algo junto a ella la miraba muy fijamente.

El cuarto estaba helado, sin embargo, Anna sudaba ante esa presencia desconocida. Incapaz de mover un músculo, decidió cerrar los ojos con fuerza y tratar de ignorar lo que pasaba. Pero algo le impidió cerrar los ojos, algo en contra de su voluntad. Entre lo obscuro pudo ver la silueta corpulenta de lo que parecía ser un hombre alto y fuerte. Cada vez que respiraba soltaba vaho y se escuchaba un pequeño rugido proveniente de ese ser.

La televisión entonces se encendió y lo único que se podía ver era estática, sin que hubiera algún ruido acompañando a la imagen. Entre la estática ella alcanzó a leer algo que hizo que el miedo la devorara de pies a cabeza. El mensaje entre la estática decía «Siempre te estaré observando”.

El aparato se apagó bruscamente y la presencia pareció irse. Por fin Anna pudo moverse, y apenas pasó todo eso ella se echó a llorar. Cuando alzó la mirada escuchó dentro de sus oídos una voz suave, que le dijo, «No estás sola».

A la mañana siguiente encontró a su padre sobre la mesa de la cocina con las muñecas cortadas profundamente, bañado en sangre, y una nota al lado de su cuerpo que decía «Lo siento».

Creación propia

Rafael Millán

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