Esquizofrenia

El relato es completamente mío, el primero que hago. Es bastante largo, pero creo que vale la pena.

Miré el reloj. Eran las 20:17. El clima desfavorable cubría todo con una oscuridad acogedora. Las gotas de lluvia bajaban desde mi frente hacía mi barbilla, rodeando mis rasgos faciales. Hacía unos 5 minutos que había salido de casa, no habré caminado más que unas dos cuadras y unos cuántos metros. De todos modos, esperaba caminar mucho; con mi amor por la lluvia y la soledad de mi departamento, pensé que mojarme un poco no haría nada mal. Esperaba que el aire húmedo y las gotas de agua, como caricias en mi rostro, me ayudaran a despejarme de la universidad. Muchos exámenes, incontables trabajos, demasiados libros por leer… quería gozar de mi viernes, deseaba disfrutar mi soledad. La lluvia constante, las grises nubes y la suave brisa parecían combinar meticulosamente para darle a la ciudad un aspecto siniestro.

Luego de haber aclarado mi mente y haber ordenado mis ideas, me propuse volver. Caminando lentamente, viendo los charcos en las orillas de las calles, observando como la brisa se llevaba las hojas más débiles de los árboles. Iba sumido en mi propia cabeza, sin darle importancia lo que sucedía al rededor, sin embargo, algo llamó mi atención y me sacó de mi profundo estado de soledad: Murmullos. Eran murmullos que cada vez se hacían más fuertes. Parecían personas, muchas personas. A medida que me acercaba a la esquina de dónde estaba, podía notar como el volumen de los mismos aumentaba. Me pareció raro, ya que no había visto a nadie en mi caminata. «¿De dónde vienen esos susurros?». Llegué a la esquina de la cuadra en la que me encontraba, y decidí doblar, con dirección a mi hogar. Ahí fue dónde encontré la razón de los murmullos. No era mi imaginación, eran reales. Una pequeña multitud de oficiales de policía estaban rodeando un cadáver, la preocupación y el asombro se veía en sus rostros… ¡Qué raro! hace tan solo unos cuántos minutos, al salir de casa, pasé por aquí y no había nada.
Me acerqué con cautela y sin estorbar, para poder ver que sucedía, sin que me notaran los oficiales. Al llegar a la escena pude observar… desfigurado totalmente, yacía en el suelo el cuerpo de un joven, de mi edad aproximadamente. Algo totalmente desagradable. Uno de sus ojos colgaba por el costado de su cara, unido a la órbita por lo que parecía… ¿un nervio?. La sangre se había mezclado con el agua de la lluvia y corría hacia el drenaje de la calle. En su rostro habían varias marcas cortantes similares, del mismo tamaño, pero vi algo que me llamó la atención: dentro de su boca abierta, se observaba una rosa sin tallo. Algunos pétalos de la flor, se habían desprendido a causa del viento y estaban flotando en el charco de agua y sangre.
No pude observar mucho más. Aunque mi intriga era bastante, un oficial me pidió que me apartara del lugar y que me marchara. Le hice caso y seguí mi camino. La imagen de aquél hombre quedó guardada en mi mente durante las cuatro cuadras restantes hasta mi departamento. Pobre el infortunio de aquel muchacho… realmente, me había impactado.

Me desperté con frío y cansado, parecía que no hubiese dormido nada. Cuándo decidí levantarme, me tropecé con uno de mis zapatos. Estaba embarrado… ¡Qué extraño! juraría que anoche, luego de la caminata, los había dejado en el lavadero porque estaban mojados… ¿pero el barro? No recuerdo que hayan tenido barro… quizás con el cansancio con el que llegué anoche, se me pasó por alto.
El clima empeoraba lentamente… ya era sábado y la lluvia no había cesado ni por un instante. Se escuchaba como el viento bramaba e intentaba entrar por cualquier rincón del departamento. Las nubes grises seguían allí y no parecía que tuvieran intenciones de irse.
Fui a la cocina y me preparé un café, me senté en mi cama y encendí el televisor. Pero para mi suerte, la tormenta había cortado el canal. De 200 canales que disponía solo funcionaba uno, el noticiero local. Disconforme, decidí dejarlo mientras bebía mi café y maldecía el clima. La luz de los relámpagos penetraba por rendijas en mis cortinas, e iluminaban mi oscuro departamento. Rezongando, me dispuse a apagar el televisor e irme a dormir nuevamente, mientras bebía el último trago de café. Pero en ese momento fue cuándo en el noticiero vi algo que me llamó la atención. Era la noticia del asesinato. El asesinato del día anterior. El mismo oficial de policía que me había echado de la escena del crimen estaba hablando. Se notaba la preocupación en su cara. Contaba sobre aquél muchacho desfigurado, pero también hablaba de otro asesinato más. Al parecer, hubo otra víctima del mismo asesino. Había sucedido por la madrugada, en una pequeña plazoleta, tan solo a cuadra y media de dónde yo vivía. Tenía las mismas marcas en su cara, según informó un médico forense que estaba en el lugar, habían sido asesinados de la misma manera, y, lo más raro de todo, el cadáver del segundo asesinato también tenía una rosa en la boca.

Apagué la televisión. Ya tenía bastantes problemas como para ocuparme de asuntos de otros. Asesinos hay en todas partes, muertes también… no es nada que no pase a menudo. Encendí la computadora y puse música a todo volumen mientras me dirigía al baño con la intención de ducharme.

Domingo por la tarde. Hoy había ocupado todo mi día en estudiar para el parcial de la semana que viene. El clima sigue siendo la misma porquería. Si bien la lluvia ha cesado por momentos y solo hay unas gotas aisladas, las nubes siguen colgadas en el cielo, como si fueran cuadros. Ya son las 18:28 y ni siquiera me he cambiado desde que desperté, sigo todavía con la misma ropa. Mejor me voy a duchar, me cambio y saldré un rato de mi departamento. Esto comienza a volverse agobiante y fastidioso.

Acabo de llegar de la universidad y veo como ha mejorado el clima. Ya es miércoles y recién hoy las nubes grises se encuentran dispersas por el cielo, y ha cesado de llover. Las calles y las veredas, siguen inundadas de grandes charcos de agua.
Llegué a mi casa y sin pensarlo, fui directo a cambiarme la ropa. Los zapatos embarrados y el vaquero mojado por la caminata desde mi universidad hasta casa, quedaron en una esquina del baño, junto con la ropa sucia del día anterior.
Iré a almorzar con unos amigos al resto-bar donde voy a menudo.

Al llegar, veo que el lugar está prácticamente vacío, como siempre. Así que me dirijo al fondo a buscar una mesa desocupada. Llegué antes que ellos, y tengo una mesa para cuatro al lado de la barra. Les enviaré un mensaje para avisarles que ya estoy.
Mientras espero que lleguen, saco un periódico de la barra y me pongo a verlo.
En la primer página, en letras más grandes de lo común, se leía: «El asesino de la rosa». No pude evitar dejar escapar una pequeña carcajada… ¿el asesino de la rosa? que nombre más ridículo para un asesino en serie, la originalidad de los periodistas iba en decadencia. Voy a la página 10 del periódico, para leer la nota completa… ¡Vaya! me acabo de enterar que ya hay una tercer víctima: Mariana Shine, una jóven de 18 años que asesinaron de la misma manera: una cantidad exageradas de puñaladas, incluyendo la cara, y una rosa en la boca.
Mariana Shine, Mariana Shine, Mariana Shine… el nombre me suena conocido, no recuerdo de donde…
Mientras intento hacer memoria, veo entrar a mi amigo.

– Eres el único?- Preguntó a la distancia, con una sonrisa en la cara.
– Si, me acaban de mandar un mensaje… están viniendo- Dije, señalando mi celular.

Pronto olvidé todo los temas de los asesinatos, cuando me puse a conversar.
No pasó mucho tiempo más, para que ya estuviésemos los cuatro sentados en la mesa, pidiendo el almuerzo.

No me puedo dormir. Mañana rindo el último parcial del año y el sueño se esconde de mi. Quizás sean los nervios, no lo sé. Mi cabeza me sigue murmurando el mismo nombre, una y otra vez: Mariana Shine… Mariana Shine… Mariana Shine… Mariana Shine… ¡Mariana Shine, ya recuerdo! Ella va a mi misma universidad, mejor dicho, iba. Estaba en primer año de abogacía, creería. Recuerdo haber tenido algunas pequeñas charlas con ella, se que una vez le pedí un cigarro, y otra vez apenas había empezado la universidad, me preguntó por su aula… Era linda, pelo castaño y rizado, tenía ojos azules y una mirada cautivadora. 
Una vez resuelto el misterio del nombre, me predispuse a intentar dormirme nuevamente. Estaba por caer en lo más profundo de un sueño, cuando recordé que había olvidado poner la alarma… ¡Demonios!
Me levanté de un salto de la cama, y fui hacia mi campera de cuero a buscar mi celular. En la oscuridad de la noche, palpé los respaldos de las sillas en busca de la campera, hasta que la encontré. Cuando metí mi mano en el bolsillo para sacar el celular, sentí algo raro… parecía… parecía… ¡parecía una rosa!

Creación propia

Juan

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2 comentarios

El relato comienza bastante bien y veo que tienes una buena narrativa. No obstante, siento que la historia quedó incompleta al final. Entiendo que tu intención fue el suspenso, pero faltaron unos hilos por atar en tu relato. Tiene mucho potencial, el meollo está en desarrollarlo mas ampliamente.

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