El oscuro secreto de papá y mamá.

«Mi nombre es Esther. ahora tengo sesenta años de edad y resido en un pequeño apartamento en Noruega.
Durante toda mi niñez residí en la misma casa, en la ciudad de Nueva York, en el distrito de Queens. Era una casa grande con jardín, un ático, varias habitaciones y dos sótanos. En el sótano estaba la colección de mi padre: una enorme maqueta a escala de la guerra civil. Nos permitía a mí y a mis dos hermanos ayudarlo con eso.
El segundo sótano era una especie de división del sótano; en este había una puerta, y tras esa puerta estaba el segundo sótano.
-Ninguno de ustedes puede entrar allí-nos había dejado claro a mí y a mis hermanos desde temprana edad-. Irán en su momento a ese lugar, pero sólo cuando sean mayores. Recuerden que Dios los observa-nos decían, aprovechándose de que se suponía éramos una familia cristiana-. Si entran, Dios los castigará.
Un día, cuando yo tenía ocho años de edad, mi hermano cinco años y mi hermana dieciséis, mis padres salieron y nos dejaron solos. Mi hermana Sarah, mi hermano Samuel y yo nos quedamos tranquilos viendo caricaturas. Sarah y yo estábamos muy absortas observando la pantalla, y no notamos que Samuel se había ido. Pero tras unos momentos nos dimos cuenta de unos ruidos provenientes del sótano. Ambas salimos disparadas a ver qué sucedía, aún más agitadas al ver que Samuel no estaba con nosotras. Bajamos y vimos la puerta del segundo sótano entreabierta, emanando una leve luz.. Me asusté, no quería entrar allí, pero era preciso sacar a nuestro hermano pequeño de un lugar que, según  mis padres, ni siquiera Sarah era tan mayor como para visitar. Yo estaba temblando mientras ambas nos acercamos a la puerta. Al entrar me quedé como Samuel: aterrada, inexpresiva, atónita, atemorizada y confundida.
En la habitación, la prohibida habitación, había muchas velas negras y encendedores. Había una cruz y una estrella invertidas pintada de color rojo sangre en la pared con un dibujo de lo que parecía ser la cabeza de un cordero o un animal similar. Había también muchos estantes, en los que estaban las velas, donde tenían muchos libros rojos y negros con estrellas invertidas y símbolos extraños, muchos cuchillos rústicos, por así llamarlos, plumas negras, recipientes llenos de lo que me convencí en ese momento era pintura roja, extraños aparatos de metal que tenían púas, filosos como cuchillos, o aún más desconcertantes. En el centro de la pequeña habitación, había una mesa no muy alta rodeada de velas y plumas negras, habían cuchillos ensangrentados a su al rededor y también muchos de esos extraños aparatos metálicos. Sobre la mesa también había algo más: una chica desnuda, una chica de unos dieciséis años con los ojos en blanco, llena de cortaduras, sangre y todo tipo de heridas tanto recientes como algunas que tenían más tiempo, y el cuerpo de ella se encontraba atado por cadenas en los cuatro extremidades de su cuerpo. También logré distinguir una estrella invertida que le habían cortado en el abdomen y ya estaba tratando de cicatrizar.
Permanecimos quietos por unos minutos, luego Sarah nos tomó a mí y a Samuel, nos sacó de la habitación, cerró la puerta y nos llevó a su alcoba.
-Samuel, Esther-empezó-, sé qué hacen papá y mamá.  Tuve mi iniciación a mi tiempo. Esa chica de la mesa tenía su iniciación. Ahora quiero que ninguno de los dos mencione nada de lo que sucedió hoy, ambos permanecerán normales como si nada hubiese sucedido. ¿O quieren que Dios los castigue?
Samuel y yo negamos con la cabeza. Sarah sonrió y salió de la habitación.
Años después, cuando yo tenía quince, Samuel desapareció. Mamá y papá me dijeron que había tenido un accidente, que había muerto, que no haríamos un funeral porque nadie quería llorar en público y que no debía mencionar eso a nadie.
Unas semanas antes de mi cumpleaños numero dieciséis entré de nuevo a ese antro. No había nadie en casa, lo que vi me espantó aun más que mi primera visita a aquel lugar. Habían encogido la cabeza de Samuel, lo reconocí al instante pese a verse muy distinto, era él, mi hermanito. Me puse a llorar pero contuve gemidos y gritos. Al lado de la cabeza había una libreta «debiste esperar a cumplir dieciséis, cariño», decía. En un pequeño calendario que tenían en un estante mi di cuenta de que tenían marcada una fecha, mi cumpleaños, con un círculo rojo, y en letras muy pequeñas decía «iniciación de Esther». Recordé lo que me había dicho  Sarah ese día que entramos por accidente a la habitación, la iniciación, a los dieciséis años.
Escuché el débil sonido de la puerta de entrada cerrándose. Me espanté, faltaban unas semanas aún, me matarían como había matado a mi hermanito, no quería una iniciación, sabía cómo era por la chica desnuda de la mesa. Sentí un terror que se apoderaba de mí,  tomé una decisión rápida. Había una pequeña ventana en el primer sótano, corrí a ella y la rompí amortiguando el golpe con un trapo e hice esfuerzos sobrehumanos, cortándome con restos de la ventana, para salir de ese sitio. En cuanto estuve afuera corrí lo más lejos que pude.

Están golpeando la puerta, es Sarah. Tiene un cuchillo y acaba de romper la ventana de mi sala de estar. Tengo miedo, mi hija acaba de cumplir dieciséis años y está sentada en la sala de estar «.

Creación propia, pero fácilmente podría pasarte a ti y aún no

thevirginsuicide

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4 comentarios

Si creen que Neuro les jodió la historia con ese spoiler, no lo hizo, no del todo. Aún quedan un par de sorpresas más :B.

¿Sabés? Pudiste haber hecho pasar tu historia por verdadera si quitabas el último párrafo y dejaras la fuente en «Lo encontré por internet…», o algo similar. Las personas no habrían sabido que fuiste vos quien hizo la historia, pero se la habrían creído mucho más. Para engañar al lector debés sacrificar cierto reconocimiento.

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