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Fue una semana Llena de trabajo.
Simplemente sentía que moría. No tenía tiempo ni siquiera de dormir bien.
Era viernes por la noche. Y como cada inicio de fin de semana me compraba una pizza De la avenida. Llegaba a mi casa, y a veces no me cambiaba O no me lavaba las manos. Sabía que eso estaba mal. Pero el hambre me podía. Pasaba todo el día en el hospital y al salir, sólo deseaba Llegar a casa y poder morir de la risa con mi programa favorito de Televisión. Apenas terminaba me acostaba.
Esta vez, no pude terminar de verlo. La luz se cortó faltando 20 minutos para el final. Era el antepenúltimo capítulo. Indispensable. Ya no tenía nada por hacer. Así que me acosté.
Al día siguiente desperté como me había dormido. Dormí 7 horas seguidas. Estaba destrozado
Llegué al baño, me fijé, y la luz aún no había venido.
Fui a abrir las ventanas de adelante. Y los vecinos estaban alterados. Muy alterados ahora que lo recuerdo. Los del frente subían a toda prisa a su coche. Parecían asustados. Los de al lado, corrían por todo el patio buscando sus últimas pertenencias para huir. Yo simplemente no comprendía absolutamente nada.
Fui a ponerme unos shorts para salir Y por entender lo que sucedía. Me dirigí hacia la puerta, y al abrirla un hombre quiere atacarme. Me gruñó. Y su tono de piel era extraña. No era un vecino. Jamás lo había visto.
Empecé a sospechar que en una noche la gente se volvió más lo va de lo normal.
Llamé a mi madre para ver si ella estaba enterada de lo que estaba pasando. Tras unos intentos, me atendió. Me dijo que en su Vecindario también la gente estaba extraña y que vaya ni bien pueda. Le dije cuanto la amo y corté.
Me arrodille en el piso lentamente. El señor de la puerta seguía golpeando. Y yo pasé todo el día encerrado. Sin comprender.

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El invierno que viene