Evaporación

Evaporación ganó como la tercer mejor historia enviada en el mes de noviembre, 2015.


El agua es la esencia de la vida. Ella nos alimenta, riega nuestros cultivos y es bebida por el ganado. Es esencial para todas las formas de vida conocidas. Echamos manos de ella para lavar nuestros carros, limpiar nuestra comida y producir nuestra energía. Tiene efecto en casi todas las actividades de la vida cotidiana. Sin ella, la civilización dejaría de funcionar. Los gobiernos se vendrían abajo en cuestión de horas, paralizados por un enemigo invisible llamado sequía. No pasaría más de una semana antes de que todos los seres vivos sobre el planeta Tierra perecieran. En resumen, es imposible vivir sin agua.

Hace dos días nos vimos forzados a hacer precisamente eso.

No sé cómo empezó todo, de hecho no creo que nadie lo sepa. Durante las primeras horas de la catástrofe las teorías iban desde lo inverosímil, como una nueva forma de gas de efecto invernadero, a las ridículas, como un nuevo tipo de luz que solamente evaporaba el agua. Recuerdo esas horas con mucho cariño, la gigantesca realidad de lo que había sucedido aún no se había transformado en histeria colectiva entre toda la raza humana.

¿Qué pasó?

Lo que pasó es simple: cada gota de agua potable en el planeta Tierra se evaporó en un instante. No creo que pueda ser más claro, pero lo intentaré.

¿Te imaginas cada río, cada lago y todas las fuentes naturales de agua secándose al instante, sin explicación racional? Dudo que puedas llegar a comprender la gravedad de esa situación, pero eso fue exactamente lo que pasó. Y no solo se restringió a las fuentes de agua naturales. Te puedo decir que toda el agua embotellada en el mundo también desapareció, de la misma forma que en tanques de agua y otras fuentes similares. También desapareció de otras sustancias, como los refrigerantes, creando compuestos de azúcar que enfermarían de gravedad a cualquiera que decidiera tomarlos.

Pero, por mucho, el peor resultado pudo verse en la falta de agua de los reactores nucleares.

Sin la valiosa agua presurizada, la mayoría de los reactores nucleares en todo el mundo no tenían una fuente de refrigeración disponible, y como menos de la mitad habían sido probados bajo estas condiciones, el efecto resultante fue una catastrófica fusión nuclear en cerca del cuarenta y seis por ciento de los reactores refrigerados a base de agua. El mundo ya sufre de una situación sin precedentes, cayó en la anarquía total.

La comunicación internacional cesó después de casi exactamente veinticuatro horas tras el inicio.

Pero hubo un segundo efecto. La intoxicación por agua salada.

Muchas personas atestaron las plantas de desalinización durante las primeras horas de la tragedia con la esperanza de una salvación. No encontraron nada.

Aproximadamente al mismo tiempo de la evaporación a nivel mundial, la sal aumentó su concentración en unas cinco veces en cada mar y océano de la tierra. Las plantas de desalinización fueron capaces de manejar la situación durante aproximadamente veinte horas hasta que el combustible empezó a terminarse; con el inminente colapso de la civilización y las varias catástrofes nucleares nada iba a su destino. Por lo tanto, la última gota de agua dulce sobre la tierra se bombeó a más tardar la medianoche de ayer.

Después de la sequía vino el colapso. Sin agua disponible, pronto llegó la anarquía. Los gobiernos, típico de la autoridad en el final, intentaron mantener el orden. Nada funcionó. Los soldados rebeldes disparaban contra los manifestantes y civiles que huían por igual. Los que no morían eran ejecutados de forma brutal momentos más tarde. Luego se enfrentaron entre sí, el resultado fueron unos poco militares intactos en la carnicería. Los desertores huyeron, no quisieron quedarse a ver la extinción de la tierra.

Pero luego vino algo mucho peor, mucho peor que cualquier cosa que haya sucedido antes. La única fuente de agua que permaneció y que no se evaporó, y de la cual tuve la fortuna de enterarme mucho antes que todos en mi ciudad…

Era la sangre.

La sangre, que contiene un noventa por ciento de agua, era el único líquido restante para sobrevivir. Y sí, algunos lo hicieron. Al principio no lo creía, fue realmente horrible.

Los animales fueron primero. Las personas desesperadas por saciar su sed bebían la sangre de perros, gatos, cualquier tipo de mascotas y animales salvajes de todo tipo. Muchos apenas y ofrecían unas cuantas gotas del vital líquido. La situación se vio agravada por el hecho de que vivo en una ciudad bastante grande, donde aparte de los animales domésticos y algunos otros silvestres, no había mucho de donde beber. Tal vez aquellos que vivían en zonas más despobladas del país tuvieron mejor suerte, no tengo manera de saberlo, y francamente, no me importa.

Supe entonces que los humanos eran la única opción.

Lo vi por primera vez hace doce horas.

Un hombre anciano, vestido nada más que con unos harapos, poco a poco se abría paso por la calle que pasa frente a mi casa. Desesperadamente pedía ayuda diciendo que su familia había muerto y que él se encontraba agonizando, que sus enfermeras habían huido y que necesitaba a alguien que lo ayudara. Era tan lamentable su situación que casi abro la puerta, aunque fuera solo para ofrecerle algo de alivio del sol de medio día, y algunas de mis pocas raciones.

Si me hubiera adelantado apenas un segundo no estaría escribiendo esto.

Antes de que pudiera abrir la puerta, tres personas —dos hombres y una mujer— saltaron de la sombra de un árbol cercano. El pobre viejo no tenía ninguna posibilidad.

Saltaron sobre él de forma frenética para «deshidratarlo», y lo hicieron con herramientas improvisadas. Fue el espectáculo más aterrador de mi vida. Uno de los hombres tenía un martillo con el que comenzó a romper los huesos del hombre uno por uno. Crack. Crack. Crack. Casi vomitaba cada vez que el martillo rompía un hueso. El otro que tenía una azada de jardinería se pasó sobre el anciano y dejó caer el arma improvisada una vez, dos veces; la herramienta cortó los tobillos del pobre viejo como un cuchillo que corta un bistec.

La metáfora me hizo vomitar. Después de que recuperé el aliento volví a mirar, solo para satisfacer mi propio horror creciente.

La mujer, que estaba desarmada, tomó sus dos manos y desgarró el pecho del hombre. Sus manos se esparcían sobre toda la faz del hombre que gritaba mientras los otros lo sacrificaban. Fue entonces cuando —y quisiera olvidar esto— ella clavó sus pulgares en los ojos del pobre diablo. El hombre gritó como nunca lo había escuchado en mi vida, ella enterraba sus dedos más profundo empujando hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo. Cuando por fin pudo sacar sus ojos, la sangre y un líquido extraño escurrían por todas partes. Ella los tomó y se los comió como si fueran una fruta. Podía escuchar los sonidos cuando los estaba masticando a través de mi puerta. Terminaron de consumir la preciada sangre y finalmente se alejaron.

Yo los llamo los bebedores.

Según he visto, los bebedores no son zombis. Tampoco están afectados por una fuerza externa que los obligue a beber sangre de los seres humanos, como un virus o una enfermedad mortal. Son plenamente humanos. Sospecho que la deshidratación los afecta en mayor proporción que a otros y esto los obliga a beber sangre humana en una forma de pseudocanibalismo o algo así. Representan el lado oscuro de los pocos humanos que restan. Los bebedores parecen reconocerse entre sí mediante algunos signos sutiles, pero al no ser uno de ello, no podría confirmarlo.

Lo más rápido que pude, tomé mis escasas provisiones, algunas pequeñas comodidades, este notebook y mi Desert Eagle .357 y fui a mi habitación. Empujé la cama contra la puerta con mi fuerza que se desvanece rápidamente y amontoné algunos muebles más. La Desert Eagle tiene una ronda completa de siete tiros, además de una reserva.  Suficiente para trece bebedores.

Se está poniendo cada vez peor. Estoy respirando con mucha dificultad y de forma cada vez más letárgica. Esta habitación parece una sauna. Casi puedo ver las olas de calor por toda la sala, cada vez más intensas, hasta que literalmente me hierve vivo. No es un espectáculo para nada agradable. Tengo miedo, y ni siquiera sé si soy capaz de apretar el gatillo cuando llegue el momento.

Estoy terriblemente sediento, la última vez que intenté orinar el dolor era insoportable. No he defecado desde hace mucho. Mi visión va y viene y me da la impresión de que mi cabeza va a explotar con la intensa presión que siento. Mi piel se ha vuelto seca y áspera. Sé que estoy muriendo, pero todavía tengo la Desert Eagle conmigo. Tal vez debería suicidarme antes de que pierda la fuerza para hacerlo. Dios sabe que es mejor antes de que me deshidrate y los bebedores vengan a buscarme.

Tengo mucha sed.

Está oscuro y perdí el arma.

Mi visión casi desaparece.

Cuánta Sed.

Me estoy volviendo loco.

Me estoy muriendo.

Espera, ¿qué es eso…?

Alguien llama a la puerta.

Ellos quieren entrar.

Dicen que los bebedores han llegado.

Yo debería…

No sé…

Creo que voy a tomar una copa.

Estoy tan sediento…

Please wait...

2 comentarios

El apocalipsis que aborda es muy complejo. Tanto que las pocas palabras que conforman el relato no logran explotarlo como es debido. Por eso el autor pasa tan rápido como puede al tema creepy, que, por cierto, me agrada. Imaginar que personas —quizá no en sus cabales, pero personas al fin y al cabo— llegarían a tales extremos por sobrevivir es atrayente. Si para la próxima no hacen tanto escándalo y aprovechan mejor a sus víctimas podrían sobrevivir por mucho tiempo, aunque al fin y al cabo no haya esperanza. Felicitaciones por haber ganado un lugar en el Salón de la Fama.

Vaya, que buena creepy, en si no me dio escalofrios, o algo por el estilo, pero mientras la leia, me imaginaba todo lo que narraba, era desgarrador, emocionante y aterrador, incluso me puse a pensar »y que si pasa? ellos vendrian por mi? sufriria, o tal vez yo…seria uno de ellos?» es una historia muuuy buena, ha! y tambien, pude llegar a tener lastima por quien la narraba. Muy Buena

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