La curiosidad no siempre es buena

siempre he sido una persona nocturna. suelo quedarme hasta el amanecer leyendo en mi computadora, nadie me interrumpe y no hay ningún ruido que me saque de los mundos de fantasía en los que me encanta sumergirme noche tras noche. después de los acontecimientos que voy a contar, si les digo que deje ir ese habito, estaría mintiendo. solo que ahora a la primera sensación de que algo no esta bien simplemente apago mi ordenador y me voy a dormir. y si, en caso de que no se hayan percatado aun, esta es una historia real.

En medio de la lectura no tiendo a percatarme de mi alrededor así que en realidad no se qué tanto ocurrió antes de que notara que algo no era normal, corría el mes de diciembre y el frío era ya habitual, nada que no se solucionara con una buena manta. el cielo se veía turbio y cuando comencé a escuchar los golpes en el techo asumí que había comenzado a llover, solo que en la ventana no se veía movimiento y no olía a humedad.

Al escuchar con mas atención, el sonido me recordó al ruido que hacen un par de zapatos de tacón al contacto  con el suelo. Parecía imposible pero definitivamente era eso, toda mujer reconoce ese sonido. decidí levantarme de la silla y al momento el ruido se detuvo, sentí una punzada de alivio recorrer mi cuerpo pero aun así me dirigí a la ventana solo para asegurarme que no era mi imaginación, nunca se es demasiado precavido.

Al momento de dar el primer paso escuche uno igual en el techo y ocurrió lo mismo durante todo el trayecto hasta la ventana, como si lo que estuviera sobre mi siguiera la misma ruta a la misma velocidad. sentía mi corazón latir a mas velocidad y casi no podía respirar pero ya estaba frente a la ventana. mi instinto me gritaba correr en la dirección contraria pero no podía moverme, estaba totalmente paralizada y entonces la escuche; una risa que comenzó haciéndose pequeña en mi oído y fue creciendo hasta terminar siendo una carcajada ensordecedora que debió despertar a toda  la cuadra y con ella un aliento caliente en la base de mi cuello.

Aun inmovilizada mi cuerpo en un intento desesperado por escapar logro dar media vuelta en dirección contraria solo para encontrarme con sus ojos amarillos en forma de luna y cabello largo a mitad de su cara. Fue lo ultimo que vi. Me despertaron los gritos de mi madre en la mañana, al encontrarme desmayada y con una quemadura en al cuello. aunque nunca dolió, aun tengo la cicatriz que lo demuestra y el recuerdo de que la curiosidad no siempre es buena.

propia

ale

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