El destino de Tony [Segunda parte]

Caminamos por unos minutos, cuando ella comenzó…

—¿Recuerdas lo que te contaron de niño acerca del Infierno y lo terrible que es?

—Sí, lo recuerdo. ¿En realidad este lugar es el Infierno? —la cuestioné incrédulo—. Yo me lo imaginaba algo diferente, con llamas por doquier, y personas gritando de sufrimiento.

—Respecto a lo primero, el fuego quema, ¿para que querríamos tener fuego por doquier? Eso nos impediría hacer nuestro trabajo correctamente, además de que haría de este lugar un horno, y definitivamente no querrías pasar la eternidad en un horno, ¿o sí? —A eso le encontré mucho sentido, quiero decir, no sé por qué habré creído esas patrañas del fuego cuando era niño—. Respecto a lo segundo, ya lo verás.

Durante toda mi estancia con esa mujer, debo confesar que nunca tuve miedo, nunca sentí incomodidad, ni siquiera cuando me confirmó que me encontraba en ese lugar. Tal vez porque siempre estuve consiente de que mis conductas con esas mujeres a las que torturé me destinarían al final a un lugar como éste, y sea cual fuere el destino que me esperaba ahí, lo tenía bien merecido, ése era el precio que debía pagar por todas aquellas horas de gozo, por todas aquellas satisfacciones; y llegué a la conclusión de que, en realidad, valió la pena. No sabía qué me iba a hacer esa mujer, pero fuere lo que fuere, habría valido la pena.

—Contigo es diferente, cariño. —No respondí nada, no tenía la menor idea de a qué se refería.

Estuvimos caminando por esa construcción un largo rato, parecía que nos encontrábamos en las cloacas de alguna enorme ciudad, y si bien había luz, era muy tenue y no dejaba ver más allá de 20 o 30 metros a lo lejos. Caminamos otros minutos más, cuando ella se detuvo de súbito; noté que estábamos al final de un pasillo seguido por una puerta, y al fondo de ésta se veía un lugar abierto bastante amplio.

—El sufrimiento en este lugar del que te hablaron de niño es real, Tony, es tan real como tú y como yo —me dijo con una voz demasiado tranquila para lo que me estaba contando—. Es real, y te puedo asegurar que es un sufrimiento inconcebible. Ni siquiera tú, con todo lo que has hecho, te lo puedes imaginar.

Sólo escuchaba atentamente lo que decía, esperando recibir el peor de los castigos, la peor de las torturas, me imaginaba todas mis técnicas más dolorosas y horripilantes, incluso aquellas de las que tenía conocimiento pero que nunca llevé a cabo por considerarlas muy laboriosas, reunidas en una sola sesión de tortura, una tortura que pronto recibiría mi cuerpo. «Bien, Tony, ahora sabrás lo que sentían tus princesas cuando las colocabas en esa mesa de metal y empezabas a hacer un festín con sus pieles, sus tripas, sus ojos y su sangre, lo sentirás en carne viva, hijo de puta», me repetía una y otra vez a mí mismo, pero al mismo tiempo me repetía que valió la pena, todo ese gozo y satisfacción debía tener un precio, y ése era el que yo debía pagar. Mi hora había llegado.

Emprendimos la marcha mientras me iba repitiendo esto en mi mente y escuchaba una leve risa delante de mí que provenía de esa mujer, seguramente se burlaba de mis pensamientos, de tenerse por sabida que ya conocía mi destino y que estaba especulando sobre todo lo que iban a hacer con mi frágil cuerpo; pero la perra no sabía que yo no experimentaba miedo, estaba dispuesto a pagar todo el dolor que fuera por el gozo que mis princesas me habían dado cuando todavía estaba vivo, y eso se lo gritaría a cada momento al bastardo que pusieran a despellejar mi cuerpo, se lo gritaría hasta que cortara mi garganta, se lo gritaría aunque me arrancara la lengua, se lo gritaría y le dejaría saber que sus torturas eran mierda junto a mi trabajo, le dejaría saber que sólo era una nenaza imitándome, vaya que se lo dejaría saber.

—Sé muy bien eso Tony, lo sé muy bien, y estoy totalmente de acuerdo contigo —me dijo esto cuando se detuvo justo a la salida de la puerta que dejaba ver un amplísimo lugar sin horizontes, todo repleto de mesas como la mía; esos bastardos incluso habían copiado mi lugar de trabajo, ¿cómo se atrevían? Pero si deseaba ser torturado, tal vez tenía que ser en un lugar que fuera de mi agrado, y ése era el lugar para mí. En cada una de esas miles de mesas yacía un cuerpo, pero no un cuerpo inerte, sino un cuerpo convulsivo y chorreante de sangre y, sobre todo, un cuerpo con fuertes cuerdas vocales, pues cada uno de ellos despedían fuertes aullidos de dolor y sufrimiento, gemidos y súplicas que en conjunto formaban un coro para mis oídos… pronto yo estaría contribuyendo con mis propios alaridos a ese coro de sufrimiento, ciertamente no me desagradaba la idea. Cada torturador estaba haciendo su parte para formar ese coro que tanto encantaba a mis oídos, qué bueno iba a ser ver mi carne desprenderse de mi cuerpo mientras escuchaba esos raros sonidos.

—Respecto a lo que dijiste, estoy de acuerdo, la sociedad en la que creciste tiene el don de crear seres con cualidades irrepetibles, seres como tú, Tony. Nadie, ni siquiera nosotros somos capaces de imitar sus habilidades, y es por eso que las personas que son capaces de explotar esos dones son bien recibidas aquí.

En ese momento entendí todo, y no podía concebir lo que escuchaba. Mi corazón palpitaba de emoción y alegría cuando mis ojos identificaron en cada uno de los pocos torturadores que la poca luz alcanzaba a iluminar, sonrisas, sonrisas de gozo, sonrisas de satisfacción, justamente iguales a la que yo tenía cuando trabajaba sobre mis princesas. Esas personas estaban ahí para hacer su trabajo; mis ojos estaban humedecidos y al borde de las lágrimas, no podía contener la emoción, ¡yo iba a ser el maestro que hiciera sonar esas cuerdas vocales como instrumentos para contribuir a la creación y perduración de ese maravilloso coro de alaridos!

—Tu comportamiento anterior nos ha dado la referencia perfecta para ofrecerte la función que ahora te estoy presentando.

Quedé encantado, y corrí, corrí a hacer mi trabajo mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas; definitivamente el Cielo era una porquería, fuera como fuera, nada se podría comparar a esto. Seguí corriendo mientras detrás de mí escuchaba la risa de la mujer que me llevó a ese maravilloso lugar, pero esa risa ya no era encantadora ni dulce, ahora era tenebrosa, tétrica y sobre todo malvada, profundamente malvada.

Llegué a la primera mesa que encontré libre, y vi en los ojos de la mujer que estaba en ella la expresión de terror, de miedo, de certeza sobre su sufrimiento que tanto me hacía feliz. Clavé profusamente un cuchillo en sus entrañas, sumergí mis manos en su estómago mientras ella se retorcía y daba alaridos inigualables de dolor, saqué mis manos repletas de sangre y me bañé con ella para festejar mi destino, mi maravilloso destino, en ese maravilloso lugar.

Creación propia

CHILLER

Por lo general me gusta escribir historia de suspenso y terror en forma de poesía, aunque a veces también escribo de la forma convencional, como sea espero que les guste mi trabajo.

Please wait...

2 comentarios

Buena historia, bien escrita, sin embargo el final no me gustó tanto, no es que esperase algo como que le cayeran todos los males del infierno al hombre ni nada, pero esperaba algo más espectacular, algo más sorpresivo…
Igual disfrute leyéndola 🙂

¿Quieres dejar un comentario?

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.