¿Simplemente un libro?

Aquel viejo libro ubicado en el estante antiguo del abuelo, me llamaba siempre poderosamente la atención, no podía dejar de verlo cada vez que iba a visitarlo. Tenía una pasta de color azul, avejentado por el paso de los años, pequeñas líneas doradas se marcaban apenas en el lomo de mismo, tal vez fue un libro hermoso cuando nuevo, ¿cuándo sería esto?, no lo sé. Parecía que tenía un imán, no entendía porque mi vista no podía apartarla de ese montón de hojas. Y porque tenía que observar ese libro habiendo tantos en aquel vetusto librero, o ¿sería que él me observaba a mí? El librero era enorme y no tengo la más mínima idea de cuantos libros había ahí, estaba situado en el corredor que iba hasta una antigua recámara que nadie ocupaba, creo que fue de la abuela, pero en realidad no sé mucho de esa historia ya que el abuelo no quería tocar el tema cuando se le preguntaba algo al respecto, es más,  llegué a notar cierto nerviosismo en su voz  con ese tema.  Lo recuerdo desde que era niño, siempre ahí en el mismo lugar, intimidante por su tamaño y por su contenido. El abuelo recurría a él con mucha frecuencia,  amaba su viejo librero, decía que lo había adquirido en una subasta y que había pertenecido a un hombre de letras, y  que había estado instalado en una vieja casona del siglo XVIII. Ese librero, era una parte muy importante en la vida de mi antiguo familiar, pareciera como si estuvieran unidos el uno al otro, ahí encontraba todas las respuestas, ahí estaba todo lo que le preguntabas, ahí estaban todas las soluciones que podrías obtener, ninguna duda quedaba sin respuesta. ¿Pero, y el libro? ¿qué papel tenía en este juego?. Una noche de invierno decidí quedarme a lado de la chimenea para calentarme un poco ya que el frío llegaba hasta los huesos, me acomodé en el reposet, traje un libro del armario aquel y comencé a leer, de a poco me fui quedando dormido. No sé si soñaba o era realidad pero corría con fuerza a todo lo que mis piernas podían impulsarme, venían tras de mí, una horda compuesta por más de veinte personas trataban de darme alcance, traían antorchas en las manos y me aventaban piedras, me gritaban ¡asesino! ¡asesino!  ¡qué muera! ¡sí que muera!, tal vez decían otras tantas cosas pero no podía definir bien a bien sus palabras. Llegué hasta la casa como pude, cerré con llave y corrí a esconderme, mas quedé paralizado y un frío interior recorrió todo mi ser, el corazón latía como si quisiera escapar también, la puerta de la recámara de la abuela estaba cerrada y por debajo de la misma se asomaba una tenue luz, se escuchaban pequeñas voces, quizá murmullos de dos personas que platicaban algo indescifrable para mí. De pronto no pude dejar de voltear al sitio donde estaba el viejo libro y ¡oh sorpresa! No se encontraba en su lugar, sólo había un hueco. ¿Quién lo tomó y para qué?. Sentí un miedo indescriptible cuando la luz de la recámara se apagó, y la puerta comenzó a abrirse lentamente, las bisagras hacían un rechinido escalofriante, no pude más salí huyendo de la vieja casona y corrí sin rumbo hasta que por casualidad desperté.   Qué alivio pensé, fue un sueño y estoy en casa, respiré profundamente como para tranquilizarme, intenté relajarme de aquella pesadilla, ¡qué horror! me dije para mis adentros. Y cuando intenté incorporarme para reanudar de nuevo mis actividades, mi corazón dio un vuelco, el grito que quise hacer no pudo salir de mi pecho, mi rostro debió haber cambiado de color, el libro que traía en las manos y que había intentado leer, era el viejo libro azul que tanto me había impactado, no pude aventarlo daba la impresión de que no quería apartarse de mí, o que quería decirme algo. Fijé mi mirada en la página donde había abandonado la lectura y quedé estupefacto, inmóvil, la escena que había soñado estaba ahí en el libro tal cual la describí, y sí, yo también era parte de la historia, yo era el perseguido, yo era el asesino. Corrí para buscar al abuelo y pedirle una explicación a todo esto, pasé por el corredor que tanto miedo me daba, llegué hasta la recámara y no había nada, ni nadie, sólo una lámpara de buró dejaba apenas ver un ligero hilillo de sangre que salía de la almohada, no pude evitar acercarme hacia la cama y con la misma luz de la lámpara descubrí con horror, que mis manos estaban manchadas de sangre.

Creación propia

Penelope Miroslava

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