Luke

Ese invierno era uno de los menos fríos que datan en esa pequeña ciudad. El sol se sentía poco, pero aún calentaba lo suficiente como para que los niños pudieran jugar afuera. En si, era la clase de clima que Luke adoraba.
Luke era un niño de unos de 12 años. Tenía el cabello corto y oscuro, un poco largo en el frente, y detrás de unos lentes plateados ocultaba sus ojos grises. Era muy maduro para su edad, un poco tímido y bastante inteligente. Su padre lo quería mucho, ya que él era la única familia que tenía. La madre del niño había muerto cuando Luke tenía apenas dos años en un accidente de tránsito, así que el hombre tuvo que criar al niño solo.
El niño estaba aún durmiendo en su cama. Era común que después de la mudanza hacia esa hermosa casa estuviera cansado. Ahora su habitación era más grande, tenía una gran cama para él solo y suficiente espacio para guardar toda su ropa, sus películas, anime, manga, CD de música, libros. Era un niño muy consentido, tenía su propia PC de escritorio, su televisor con una consola y varios juegos, un caballete que usaba para dibujar. Pero definitivamente, lo que mas apreciaba, eran todos esos cuadernos en blanco que su padre le regalaba. A Luke le gustaba mucho escribir cuentos, y tenía una gran imaginación al hacerlo.
—Hijo, ya despierta— dijo el padre de Luke abriendo la puerta de la habitación lentamente. Eran alrededor de las 6 de la mañana, pero era el primer día en el nuevo trabajo de su padre y quería que su hijo ordenara un poco su habitación antes de que llegue la niñera. Luke se levantó con una pequeña sonrisa en los labios y los ojos aún adormilados. Luego de vestirse se colocó sus lentes y buscó en su armario su bufanda preferida. Era una bufanda rosa que usaba casi siempre, no importaba si hacía frío o calor. Se dirigió hacia la cocina donde su padre lo esperaba ya con una taza de chocolate caliente sobre la mesa. —Buenos días pa— dijo sentándose a la mesa y bebiendo un sorbo de aquel chocolate. —Buenos días— contestó su padre hablándole de una manera dulce —Cuando termines te ayudaré a guardar todos los libros otra ves en su lugar—. —No tienes que hacerlo, ya soy lo suficientemente grande como para hacerlo por mi mismo— exclamó Luke, mientras largaba una pequeña risita. —¿Grande? Pero si hace unos pocos años yo tenía que cambiarte los pañales— dijo el hombre. Ambos rieron.
Luego de terminar su taza de chocolate, Luke fue hacia su habitación a ordenar. Parecía bastante desordenado, pero pudo poner todo en su lugar en menos de veinte minutos. Luego se sentó sobre su cama y tomó un cuaderno que tenía en su mesa de luz, y leyó lo último que él había escrito allí.
«El joven iba a tomar aquel reto. De echo, no lo dudó ni un segundo. Sin avisarle a nadie tomó el primer colectivo que llevaría a la ciudad donde se presumía que aquel asesino atacaba. Su corazón de detective se emocionaba al leer sobre aquel caso; tan extraño, tan siniestro. No lo quería resolver por la fama, si no por autosatisfacción. Deseaba desenmascarar a aquel que había causado tanta conmoción, aquel que de una manera casi artística cometía sus crímenes sin dejar rastros.
Sin embargo, luego de emprender viaje, se puso a pensar todo lo que dejaba atrás. Buenos amigos que había forjado con los años, los había abandonado y ahora se dirigía a un destino del que probablemente no regresaría. Pero de eso se trataba la vida, debes desprenderte del pasado para poder llegar lejos. Luego de pensar por unos minutos en todos los buenos momentos que pasó con aquellos que ya eran como sus hermanos, cerró sus ojos y cayó en un profundo sueño, mientras se dirigía hacia donde su corazón señalaba.»
—No se cómo continuar…— susurró a sí mismo. Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos. —¡Luke ven!— gritó su padre llamándolo. El niño dejó su cuaderno sobre la cama y se dirigió hacia donde su padre se encontraba. Junto a él había una mujer que aparentaba unos 30 años. —Un gusto conocerte Luke, mi nombre es Jane— dijo esta sonriendo de una manera un poco exagerada. —Hola…— dijo en voz baja Luke mientras miraba con un poco de desconfianza a Jane. No era por alguna razón en especial, simplemente él era un poco tímido y se ponía nervioso al hablar con personas que no conocía. —Bueno, yo ya tengo que ir al trabajo— dijo su padre mientras despeinaba un poco el cabello de su hijo —Estoy seguro de que se llevarán bien—.
El padre salió por la puerta dejando al niño solo con la mujer. —Eh… Estaré en mi habitación— dijo Luke a punto de dirigirse hacia su habitación. Pero una mano en su hombro lo detuvo —¿No quieres jugar conmigo primero?— exclamó Jane sosteniéndolo fuertemente. —Tal ves luego…— dijo el chico liberándose de ella y caminando un poco mas rápido de lo normal. Entró en su habitación y se sentó otra ves sobre su cama. —Creo que ya sé cómo continuar mi historia—.
«Al fin sus pies tocaban aquella ciudad. Pero todo le parecía extraño, no era igual que en su pequeño pueblo. La gente pasaba ignorándolo completamente, mientras que en su tierra todos lo saludaban. Esas personas parecían cargar algo en los hombros. Sus ojos se veían casi tan grises como sus almas. No tardó mucho en darse cuenta de que todos podrían ser sospechosos. Desde aquel vagabundo que cordialmente pedía unas monedas hasta aquel hombre adinerado que viajaba en un auto que costaba incluso más que su casa. Tantos desconocidos comenzaban a marearlo, sentía como aquellas voces incesantes aturdían sus oídos mientras en el horizonte se escondía lentamente el sol haciendo que las sombras estiraran sus garras hacia él. Pero por suerte ya tenía reservada una habitación en un hotel barato. Caminó las cuadras que le faltaban mientras sentía que las personas que ahí estaban ya no lo ignoraban, si no que posaban sus miradas en él, tratando de retenerlo. Abrió la puerta del hotel, todo ya había terminado.»
Al terminar de escribir la última palabra el niño cayó dormido. Era normal, ya que en las vacaciones la mayoría de los niños acostumbran acostarse tarde, y luego de eso levantarse temprano es algo realmente difícil. Aunque Luke ya tendría que empezar a acostarse mas temprano, ya que en solo una semana las vacaciones terminarían y él tendría que ir a su nueva escuela. Su nueva escuela, llena de niños que no conoce.
A eso de las nueve un ruido interrumpe sus sueños. Era el sonido de su puerta abriéndose. Él abrió lentamente sus ojos y vio a Jane mirándolo. Esta se percató rápidamente de que el niño la había visto y abrió la puerta completamente —Tu padre traerá comida de ese lugar que esta cerca de su trabajo ¿Cierto?—. —Si…— contestó Luke mientras se sentaba y refregaba sus manos contra sus ojos tratando de quitarse el sueño. La mujer entró con un maletín en la mano y se sentó junto al niño. —Tu bufanda es muy bonita— dijo ella mientras revisaba su maletín —¿Quieres que juguemos a los disfraces?—. —¿Qué?— exclamó el niño un poco nervioso —No… Ya soy muy grande para esas cosas.—. —Oh, no funciona así— dijo Jane mientras su mano descendía desde el cuello del niño hasta llegar casi a ese lugar prohibido —esta ves tú no puedes negarte.—.
Luke trató de escapar de aquella mujer pero ella se lanzó rápidamente sobre su pequeño cuerpo. Lágrimas y ropa se iban desprendiendo de él y quedando sobre el suelo. Podía escuchar a Jane repetir una y otra vez la misma frase —Solo será un abrazo—. Un pañuelo cubrió su nariz, inundando su nariz con un fuerte aroma y haciendo que sus ojos se cerraran. Ya es como un simple muñeco de trapo, sin capacidad de defenderse por sí mismo, en un estado donde cualquiera puede dañarlo. Estaba allí mientras una completa extraña se llevaba todo de su frágil cuerpo, lastimando su inocencia con cada roce de piel.
Luke abrió sus ojos, estaba sobre su cama. Sentía frío, mucho frío, y una sensación horrible en cada rincón de su piel. No tenía su remera, y sus pantalones estaban desabrochados. Un sentimiento de miedo inundaba su corazón. Entonces vio a Jane ahí, y lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de sus ojos. —Tú…— dijo refregando sus ojos tratando de quitar la lágrimas de estos —Eres una… una hija de puta…—. La mujer rió de una forma un poco macabra —Oh vamos, ya deja de llorar. No quieres que tu padre se entere de esto y yo te haga algo peor ¿Cierto?—. Luke siguió llorando, no podía expresar con palabras lo que sentía. Era una extraña mezcla de terror, repulsión e impotencia. —Dije que te calles, niño—. Donde… donde está mi ropa…— susurró entre sollozos el pequeño chico. La mujer le lanzó su ropa y fue hacia la cocina —Recuerda, si dices algo, no solo tú serás dañado niño—.
El padre de Luke llegó a la casa. Entró a la cocina dejando la comida que había traído sobre la mesa. —¿Cómo te ha ido con él?¿Se ha portado bien?— dijo el hombre dirigiéndose hacia Jane que estaba sentada en un sillón de la sala. —Es un buen niño— respondió ella sonriendo. El padre de Luke suspiró —Se la pasó toda la mañana en su cuarto ¿Cierto?—. La niñera rió —Si, se nota que es muy tímido—. —Supongo que ya crecerá y se le pasará— exclamó el hombre. —Si, estoy segura de eso.— dijo la mujer —Ya tengo que irme, a las tres y media estaré aquí otra ves—. —Hasta luego— la saludó él.
—¡Luke, ven a almorzar!— gritó el hombre llamando al niño, pero no obtuvo respuesta. Luego de llamarlo dos o tres veces más se dirigió hacia aquella habitación. Luke estaba acostado sobre su cama, mirando al techo. —¿Hijo sucede algo?—. El niño se quedó callado por unos segundos. —No tengo hambre— susurró con una voz un poco temblorosa. —Tienes que comer o no crecerás— amenazó su padre burlándose un poco. —Solo cierra la puerta, tengo sueño— le contestó el niño. El hombre, algo extrañado por las actitudes de su hijo, simplemente hizo lo que dijo. Suponía que lo había levantado muy temprano. Como sea, tendría que apurarse y comer algo porque a las tres y media debía volver al trabajo.
La semana pasó, pero a Luke pareció una eternidad. Todos los días se repetía lo mismo. Y no podía hacer nada. Trataba de esconderse, pero Jane siempre lo atrapaba. Hacía lo que quería con su inocente cuerpo. Comía cada vez menos y ya casi no se levantaba de la cama. No podía mirar a su padre a los ojos. Odiaba no decirle lo que sucedía, odiaba no poder llorar en sus brazos y contarle por lo que estaba pasando. Pero sabía que si decía algo, ella lo dañaría, dañaría la única persona que siempre le había demostrado cariño. En su mente solo pasan esas horribles imágenes de lo que Jane le hacía. Ya no le quedaban motivaciones para hacer nada. Solo leía lo último que había escrito en su cuaderno.
«Esa noche vio el crimen con sus propios ojos. Unos extraños ruidos en la habitación que estaba junto a la suya llamaron inevitablemente su atención. Tocó la puerta unas cuantas veces, pero nadie respondió. Movió el picaporte, la puerta estaba abierta. Pero se arrepentirá toda su vida de haber entrado allí. Su cerebro no podía procesar lo que veía. La mujer estaba amordazada y se retorcía de dolor mientras su carne era arrancada de su cuerpo y un líquido color escarlata y de aroma angelical cubría el suelo. Se la estaba comiendo, aún cuando su cuerpo tenía vida. Repulsión sintió al ver a aquel asesino. Repulsión y miedo, ya que con solo mirarlo sabía que no podía hacer nada. Aquello no merecía ser llamado humano. Era una bestia, con grandes colmillos que podrían penetrar el cuerpo y alma de cualquiera y unos ojos que parecían brillar en la oscuridad. Mas aquello no era un animal, aquello que estaba frente a él era completamente racional. Podía sentir cómo disfrutaba al saborear la carne de su victima. Podía oírla reír, como si de un juego se tratara. Entonces ese monstruo abrió sus labios y de su boca salió una voz que contrastaba totalmente con su alma negra y su cuerpo cubierto de aquel elixir rojo. Las palabras resonaron en toda la habitación —No vale la pena clamar por ayuda, indefenso ser, que peor tu destino será si lo haces. No solo tú alma me pertenecerá a mí, sino también el alma de todo aquel que despertó en ti buenos sentimientos—. El ser desapareció, y el hombre llamó a la policía. Solo dijo que cuando entró, todo estaba así. Mas no dijo palabra sobre aquel ser que se asemejaba en espíritu al mas vil de los demonios del infierno. Todas las noches, el monstruo regresaba, para saborear mas carne inocente, sin que el joven pudiera hacer nada. Mas él no perdía las esperanzas, y no dejaba de rezar a dios, ya que sabía que dentro de todo esto, una luz iba a iluminar su camino.»
Era el primer día de clases. Luke se levantó de un sobresalto, había tenido una pesadilla. Había soñado con la pesadilla que vivía día a día. Miró el reloj junto a su cama, las cuatro y media de la mañana. Abrió su ropero sacando una toalla y se dirigió hacia su baño. Luego de tomar una ducha, salió de allí con la toalla amarrada en sus pequeñas caderas. Su padre aún dormía, aún era temprano. Pero él no quería volver a dormir, cada ves que cerraba sus ojos veía a esa mujer a la que tanto temía. Luego de ponerse ropa interior abre su armario buscando algo apropiado para vestir. Saca un par de pantalones formales y los mira por unos segundos —Odio estos pantalones…— se dijo a si mismo mientra los ponía nuevamente en su lugar. Luego sacó un pantalón de jean oscuro y se lo puso. Revisa rápidamente sus remeras y se coloca una de color blanco. Luego se pone una campera negra arriba. Sin colocarse las zapatillas se sienta sobre la cama. No tenía motivación para nada, al ir a la escuela podía escapar de Jane por las mañanas, pero esta aún venía por las tardes. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Luke mientras que algo tocó por unos minutos su corazón. Era un sentimiento diferente. No podía describirlo bien, pero lo sentía. Golpeó la almohada con fuerzas mientras una lagrima rodó por sus mejillas. El niño cerró con fuerzas sus ojos, no quería llorar. Miró la hora, faltaba poco para las seis, su padre despertaría en poco tiempo. Se colocó las zapatillas negras, sus lentes y su bufanda. Luego tomó su cuaderno, que como siempre descansaba sobre su mesa de luz, leyó la última oración que había escrito y lo guardó dentro de su mochila.
Luego de desayunar, Luke y su padre subieron al auto. El niño estaba nervioso, no conocía a nadie en su nueva escuela. Miraba a través de la empañada ventana del vehículo. Las casas, las personas que pasaban caminando, los demás autos. No conocía nadie, y eso le hacía sentir inseguro. El auto continuó su marcha hasta que pararon frente a aquella institución. Luke se despidió de su padre, quien se fue un poco apurado porque tenía que llegar al trabajo.
La escuela era realmente grande. Luke entró y se sintió un poco mareado al ver el largo pasillo, lleno de niños que no conocía, hablando, riendo, gritando. Se sentía realmente nervioso. Luego de estar unos minutos mirando el panorama decidió ponerse a buscar su sala.
—Bueno alumnos, como ven tenemos nuevos compañeros— dijo la maestra luego de entrar y saludar a la clase —Espero que hagan que ellos se sientan bienvenidos en nuestra institución—. Luke no era el único nuevo en ese salón, y eso lo hizo sentir un poco mas tranquilo. Podía oír como los demás chicos murmuraban cosas, pero no les prestó atención. La maestra llenó pizarrón rápidamente y todos se pusieron a copiar en sus carpetas. Matemáticas no era su materia favorita, pero tampoco le resultaba muy difícil. Cuando estaba resolviendo el ejercicio número tres, sintió una mirada sobre él. Al levantar la cabeza sus ojos chocaron con un niño de cabello rubio, quien tenía sus verdes ojos posados sobre él. Este simplemente le sonrió y continuó escribiendo. Luke quedó un poco nervioso, no sabía por qué aquel chico lo miraba de esa forma. Trató de olvidarse de eso y seguir con los ejercicios, ya tenía demasiadas cosas en su mente como para preocuparse por una insignificante mirada. Unos 15 minutos antes de que terminara la hora Luke arrancó una hoja y comenzó a dibujar. Prácticamente lo único que hacía era garabatear sobre el papel en blanco, para matar el aburrimiento. Ya había terminado todos los ejercicios. Continuó haciendo eso hasta que tocó el timbre del recreo. Sacó su cuaderno de la mochila y, llevando un bolígrafo, caminó hacia el patio. Era bastante grande, el suelo era de tierra y tenía varias zonas asfaltadas donde se practicaban deportes. Había una especie de galería que tenía unos bancos abajo, donde algunos se sentaban a conversar. Luke se dirigió hacia uno que se encontraba vació, pero unos cinco chicos se pusieron en su camino. —Miren todos, es el chico con la bufanda rosada— Se burló uno de ellos mientras los otros reían —Mi nombre es Harry, y estos son mis amigos—. —Hola…— dijo Luke un poco nervioso.—Es increíble, ahora la escuela acepta a cualquier freak— Exclamó otro chico, parecía mayor que él, pero estaba en su misma clase. Probablemente haya repetido el año, pero Luke no podía asegurarlo. —¿Y que tienes ahí eh?— dijo un chico delgado arrancándole el cuaderno de sus manos. Luke sintió otra ves ese extraño sentimiento. —¡Oigan, no lo molesten!— gritó el mismo niño rubio que antes lo estaba mirando. Este se puso delante de Luke. —No te metas Laurie— dijo Harry empujando al chico hacia un lado con tanta fuerza que hizo que este cayera al suelo. Luke apretaba sus puños con fuerzas. Tomó la muñeca de aquel que tenía su cuaderno y se lo quitó de un tirón de su mano —¡No toques mi cuaderno!—. Los cinco chicos comenzaron a reír. — Vayámonos, luego nos encargaremos de este tonto—. Luke llevó una mano hacia su frente, podía sentir como aquel sentimiento lo abandonaba. Luego, miró a Laurie que se estaba levantando del suelo. —¿Estás bien?…— Le preguntó casi susurrando al rubio. Este sonrió igual que antes —Si, siempre son así, no te preocupes—. —¿Y tú estas bien?— exclamó el rubio colocó una de sus manos sobre el hombro de Luke. Este se exaltó y sacó la mano del rubio de su hombro —No… no me toques…— dijo casi llorando. —¡L-Lo siento!— exclamó el otro sorprendido por tan extraña reacción. — No importa… solo no lo vuelvas a hacer— dijo el castaño con la mirada baja. El timbre tocó. Luke miró a Laurie que aún estaba un poco confundido. —¿Luego quieres leer una historia que estoy escribiendo?— le dijo un poco tímido mientras tomaba su cuaderno con ambas manos. —¡Claro!— dijo el rubio con una sonrisa. Luke también sonrió, y juntos caminaron hacia el salón de clases.
La horas pasaron y a las una menos cuarto del mediodía el timbre se salida tocó. —Enserio, eres genial escribiendo— decía Laurie a Luke mientras caminaban hacia la salida. Luke parecía no estar nervioso, un poco asustado, y no prestaba atención a lo que su nuevo amigo le decía. —¿Luke?¿Sucede algo?— exclamó el rubio al notar a su amigo tan preocupado. —No quiero volver a mi casa…— susurró este con lagrimas en los ojos. —¿Por qué?— preguntó su amigo sin entender nada. Luke simplemente se quedó en silencio, sabía que no podía hacer nada, sabía que no podía decirle. A pesar de que Laurie era el único que no se había burlado de él en alguna ocasión, apenas lo había conocido hoy, y le costaba confiar en las personas. —No importa…— dijo y continuaron caminando. Afuera ya estaba el padre del rubio esperándolo —Nos vemos— se despidió este mientras se dirigía hacia un auto. Luke lo saludó con la mano. Luego miró a su alrededor. Su padre aún no había llegado. Se quedó allí parado mientras observaba cómo los niños se iban, con sonrisas en sus labios, despreocupados. —Que envidia…— se decía a si mismo, cuando observó que Harry se dirigía hacia él junto con otros cuantos chicos. —Al parecer se fue tu amiguito— dijo este mientras reía —Ahora no tienes escudo—. Aquel chico tomó a Luke de la remera. —¡Detente!¡No me toques!— dijo el niño mientras algunas lágrimas caían de sus mejillas. Al tratar de liberarse le pegó una fuerte patada a Harry haciendo que este lo suelte. La sonrisa del otro chico se borró de su boca y su puño fue directo al estómago de Luke. Luke llevó sus manos hacia donde le había golpeado mientras caía al suelo. Unas niñas que estaban allí comenzaron a reír en lo bajo. —Que te vaya bien, nenita— dijo Harry mientras se alejaba junto con todos los demás. Luke estuvo unos minutos en el suelo, tratando de frenar las lágrimas, y cuando al fin lo logró, se levantó. Se sacudió un poco la ropa y volvió a mirar hacia todos lados. A pesar del dolor que tenía, no quería que su padre llegara. Para él, quedarse allí parado era mucho mejor que volver a su casa. Pero inevitablemente, luego de un rato, su padre llegó y él tuvo que irse. No le dijo nada de lo que había ocurrido a su padre, y trató de esquivar las preguntas que este le hacía. «¿Cómo te fue?» «¿Hiciste algún amigo?» «¿Te dejaron tarea?» «¿Las maestras son buenas?» y muchas otras preguntas tontas que el niño solo contestaba con si y no. Y así, hablando con su padre, se dirigió nuevamente hacia su infierno.
El tiempo pasa y todo sigue igual. Su padre empezaba a notar que su hijo no tenía la misma energía que antes, pero supuso que era por la mudanza y la nueva escuela. Sabía que su hijo no era muy bueno para hacer amigos y eso podía ser lo que hiciera que esté triste. El hombre ni se imaginaba lo que su hijo realmente sufría. Aquella mujer había robado todo de Luke, y parecía disfrutar de eso. Él era como su juguete. Luke se preguntaba si ella hizo eso a algún otro niño antes de que fuera su niñera. Mientras tanto, en la escuela sufría de otro tipo de abusos. La mayoría de los chicos lo molestaba, veían en él alguien vulnerable, y se aprovechaban de esto. El único que no se burlaba de él era Laurie. De echo su amistad se iba haciendo mas fuerte. Luke aún no dejaba que él lo toque y no le decía sobre lo que en su casa sucedía, pero solían divertirse bastante. Lo apreciaba mucho, era el único que hacía que su cabeza no pensara en aquella horrible mujer y en lo que esta le hacía siempre que tenía oportunidad.
Luke miraba por la ventana. La lluvia golpeaba de forma irregular el vidrio. Ya había terminado la tarea que le habían dejado para hacer es su casa, por lo que estaba aburrido. Entonces volteó hacia donde estaba Laurie. Este estaba escribiendo todavía, pero cuando vio que su amigo lo miraba, comenzó a escribir en otra hoja para luego pasársela. Luke tomó la hoja entre sus manos y leyó lo que decía.
«¿Quieres pasar la tarde en mi casa?»
Luke lo pensó un poco, era la primera ves que su amigo lo invitaba y no conocía a su familia, pero aceptó de todas formas. Con su pluma escribió en el papel para luego hacerlo volver hacia Laurie.
«Ok, pero debo preguntarle a mi padre»
Luego de eso, Laurie continúa escribiendo. Luke saca su cuaderno y se pone a leer lo último que había escrito en este.
«Luego de un tiempo las cosas mejoraron, al menos un poco. Alguien entró en la vida del detective. Esta joven trataba de apoyarlo en todo, y no le molestaba que él le guardara secretos. Al detective le dolía no poder decirle el infierno que estaba pasando, y se arrepentía un poco de haberla conocido, porque sabía que si cometía el error de decirle a alguien, aquella cosa se la llevaría. Pero de todas formas, no quería alejarse. Aquella mujer era para él como una droga, que le hacía olvidar sus problemas. Una droga que le hacía ver una realidad donde no había demonios. Una droga que hacía que no sintiera dolor. Pero cuando la dejaba volvía a su cruel realidad. Y aquel ser volvía para atormentarlo, para saborear la carne de su víctima frente a él, riéndose de su impotencia.»
Toca el timbre de salida y ambos se dirigen hacia afuera. La lluvia había parado pero aún el cielo estaba cubierto de nubes grises. Allí el padre de Laurie ya estaba esperándolo. —¿No tienes que preguntarle?— dijo Luke a su amigo. —Ya le he preguntado ayer, sabía que aceptarías— dijo Laurie, y ambos rieron. —Espero que mi padre no tarde tanto…— exclamó en vos baja Luke. Luego de unos quince minutos esperando el padre de Luke llegó. Cuando Luke le preguntó, a este se le dibujó una sonrisa en rostro. —¿Así que hiciste un amigo?— le preguntó el hombre con voz dulce. —Si…— contestó Luke. —Ve, luego le dices a su padre que me mande la dirección por mensaje de texto para ir a buscarte.— Ok— dijo el niño sonriendo mientras se dirigía hacia donde estaba su amigo. Luego ambos se marcharon de aquel lugar.
Ya en la casa de Laurie, ambos almorzaron. Luke se sentía muy a gusto, los padres de su amigo eran muy amables. Mientras comían hablaban de lo que podrían hacer mas tarde. Ambos decidieron que irían a jugar al parque que quedaba a solo unas cuadras de aquella casa. Terminaron de almorzar y, tomando un paraguas por si volvía a llover, se dirigieron hacia el parque.
Llegaron al parque y se sentaron en un pequeño banco. Era la primera ves que Luke iba ahí. El césped estaba mojado con pequeñas gotas de agua y un viento que se estaba haciendo cada ves mas fuerte silbaba al pasar entre las hojas de los árboles. Las hamacas se movían de un lado para otro emitiendo el típico sonido de metal oxidado. Extrañamente, nadie pasaba por allí. —¿Y que hacemos ahora?— dijo Luke mirando a su amigo. — No lo se… ¿Quieres hablar sobre algo?— le preguntó Laurie con la cabeza baja. —¿Hablar?— exclamó el niño un poco sorprendido. Ambos quedaron unos segundos en silencio, hasta que Laurie abrió sus labios — Luke… quiero que me digas qué es lo que te sucede.— dijo este mirando a su amigo a los ojos. —N-no se a qué te refieres…— susurró Luke desviando la mirada. —Por favor, dime por qué no dejas que no dejas que nadie te toque… por qué no te gusta hablar de tu vida diaria…— dijo en voz baja Laurie. Una suave lluvia comenzó a caer. —No… no puedo decirte…— contestó Luke —Si ella se entera que te dije…—. —Por favor… ¿No confías en mi? Prometo no decirle a nadie…—. Luke comenzó a derramar lágrimas, que rodaban por sus mejillas y se mezclaban con las gotas de lluvia. —Yo no… ella… ella es un monstruo…— dijo el niño con dificultad, ya que el llanto le impedía hablar fluidamente. Laurie abrazó a Luke. Este estaba a punto de hacer que lo suelte, pero no lo hizo. En cambio, le devolvió el abrazo mientras continuaba llorando —Ella… ella convirtió mi vida en una pesadilla…—. Estuvieron unos minutos así, hasta que una voz los interrumpió. —Miren quien está aquí, la nenita y su mejor amigo— dijo Harry mientras se acercaba junto con varios de sus amigos. —¿Cual es su problema?— gritó Laurie dejando a Luke y dirigiéndose hacia donde estaban los otros chicos. —Laurie déjalos… — dijo Luke, pero su amigo no lo escuchó. Quería detenerlo, sabía que lo dañarían, pero cuando su cuerpo reaccionó Laurie ya estaba donde Harry. Al ver que Luke se acercaba dos chicos corrieron hacia el. Uno se puso detrás de el sosteniéndole los brazos mientras el otro golpeaba su nariz. Luke le pego una patada al que tenia adelante en el estomago, pero el que lo sostenía saco una navaja y se la clavo en el hombro. Luke cayo al suelo y el chico coloco un pie sobre su espalda mientras el otro le pegaba patadas. Luke levanto un poco su cabeza. El resto de los chicos se dirigían hacia el, alejándose de Laurie, que se encontraba en el suelo. Harry lo tomo del cuello haciendo que sus miradas se cursaran. —Le hemos roto el culo a tu amiguito por tu culpa. Dime ¿como se siente?—. A Luke lo invadió otra ves ese extraño sentimiento. Ésta ves era mas fuerte, le dolía. Cerro con fuerza el puño del brazo contrario al que le habían clavado la navaja y este fue directo hacia la cara de Harry. Este retrocedió unos pasos mientras que los demás comenzaron a darle patadas nuevamente. -esperen- dijo Harry sacando de el bolsillo de su campera un cuchillo —yo me encargo de el—. Este se acerca al chico y le coloca el cuchillo en el cuello. —hasta nunca, freak- exclamo justo antes de quitarle la bufanda y enterar el cuchillo en su frágil cuello. Todo se tiño rápidamente de rojo -lo has asesinado…- dijo uno de los chicos. – se lo merecía- se defendió Harry. -y ahora que hacemos? !- exclamo otro poniéndose nervioso. De repente uno de los chicos comenzó a gritar mientras señalaba algo. -que es eso!?- grito asustado otro. -imposible! Su cadáver esta aquí! Como es que…!-
Laurie despertó. Al parecer estaba en un hospital. Se sentó en la cama y miro hacia los lados, pero no había nadie. Entonces noto que sobre la cama había un cuaderno. Noto que tenia un liquido rojizo, pero de todas formas lo tomo. Al abrirlo se dio cuenta que era el cuaderno de Luke, pero al final tenia unas partes escritas con rojo. A pesar de que estaba escrito con una letra temblorosa pudo leer lo que decía.
«el joven no lo podía creer. Otras bestias jugaban con la vida de lo que el mas amaba. Trato de detenerlas, y al verlo aquellos demonios se abalanzaron sobre el. Los demonios despertaron en él el odio mas amargo que aquel hombre jamas había saboreado en toda su vida y, sin enterarse, le hicieron un favor. Le quitaron lo único que le quedaba, su humanidad. Luego de que su sangre tiñera la habitación de color rubí, el odio pudo salir de su cuerpo. El joven ya era una bestia, y destruyo todo a su paso.»
«Laurie, si lees esto, quiero decirte que ya todo lo malo acabo. No te preocupes por mi, no siento dolor. Sin embargo, no voy a ocultártelo. Ni el cielo ni el infierno me quieren, por lo que me quedaré en el lugar que mas cruel de todos. Me quedaré aquí, en la Tierra. Solo espero que crezcas y olvides todo esto. Con cariño, Luke.»
Una noticia causó terror en la pequeña localidad de Santa Teresa. Encontraron los cuerpos de siete menores, Ted McCoy, John Crawford, Harry Patterson, Paul Parton, Brian Smith, Peter Johnson y Luke Stanley, en un parque lejano al centro de la ciudad. Este último se encontró con varias heridas mientras que los demás murieron extrañamente de paros cardíacos. Pero esto no acaba allí. Al parecer, todas los habitantes de casas de la calle Everygreen que vivían a menos de tres cuadras de aquel parque también murieron de paros cardíacos, casi al mismo tiempo. Al parecer este extraño fenómeno se detiene al llegar al Hospital Mayo. Allí todos se encontraban en las mismas condiciones, excepto un menor cuya identidad protegeremos. Este se encontraba sentado en una camilla, con heridas leves y abrazando un cuaderno. Aún no quiso dar testimonio de lo sucedido. Los especialistas ya está trabajando en esto y se mantendrá informado a los ciudadanos. En otras noticias, se ha encontrado los restos de Jane Anderson de 34 años de edad. Esta estaba descuartizada, el torso en la sala, sus dos manos en la bañera la cual estaba llena de agua, y las dos piernas en la cocina. Lo extraño es que en toda la casa no se encontró la cabeza de esta misma. Los forenses no se explican como no hay ni un solo rastro del asesino.
Eric estaba a punto de dormirse. Aún se reía de cómo había humillado a Mike ese día. —Se lo merece— dijo antes de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño. Un fuerte ruido hizo que se despertara. Miró el reloj, eran alrededor de las tres de la noche. Escuchó ese ruido nuevamente, esta ves en la ventana. Volteó hacia donde esta estaba, pero no había nadie. Entonces siente unas ganas incontrolables de ir al baño. Apoyó sus pies en el suelo y lentamente caminó hacia la puerta. Al abrir esta, pudo ver al final del pasillo que un metal reflejaba la luz de la luna. Su vista se fue adaptando a la oscuridad y entonces lo vio. Allí parado mientras que lo observaba fijamente, se encontraba un niño de su estatura. Su cabello y sus ropas eran negras, pero resaltaba que tenía un par de lentes y una bufanda rosada con algunas manchas en rojo. Aquel chico llevó su mano hacia sus anteojos y se lo sacó lentamente. Sus ojos eran del color mas rojo que Eric había visto. Lentamente aquel espectro comenzó a caminar hacia él. Eric quiso gritar, salir corriendo de allí, pero no pudo. Su cuerpo no reaccionaba, no podía hacer mas que mirar cómo aquel niño se acercaba. Ya al estar frente a frente, aquello clavó un cuchillo en la garganta del joven. Antes de que su vida se desprendiese de él, pudo escuchar una voz susurrando —Tan solo fue un abrazo—.

Creación Propia

Luke Stanley

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2 comentarios

Una verdadera historia como pocas he visto, de verdad. Fuera de dar miedo, causaba una gran intriga, de verdad excelente

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