La Pensión

Esta historia fue encontrada en una habitación del hotel Meliá de Madrid hace un mes y no se sabe nada de las personas que aparecen en ella. La carta donde viene relatada dice así:

Mi marido, mi hijo Juan y yo formábamos una familia sólida e inseparable, nuestro mutuo cariño era tan grande que nada ni nadie tenía la fuerza suficiente como para quebrantarlo. Para tener ocho años, mi pequeño Juan era un niño inimaginablemente inteligente y curioso y sabía cosas que cualquier otro niño no podría saber a esa edad, lo que le llevaba a jugar juegos de lógica con su padre y a pasarse días enteros rebuscando entre los cajones, característica que claramente había heredado de su padre. Nuestra rutina era una felicidad sin límites en la que el amor y el afecto constante jugaban un papel muy importante. Es mi obligación confesar que esta fue la mejor época de mi existencia.

Hace unos meses despidieron del trabajo a mi marido, que desde ese instante, comenzó a estar irreconocible, irritado, histérico y desagradable. Lo más triste de todo esto es que era evidente que esa situación paradisíaca que tan bien me permitía disfrutar de mi familia no sería eterna. Yo era la única persona de la familia con trabajo y mi sueldo no era el suficiente como para soportar todas las cargas económicas. Las discusiones con mi marido eran cada vez más frecuentes. Este infierno me produjo el miedo a perder todo lo conseguido durante todos estos últimos años.

Mi pequeño Juan fue el único capaz de sacarme una sonrisa cuando me dijo con esa voz tan suave que el día de mi cumpleaños: que para este restaban unos pocos días y se antojaba desastroso, me iba a hacer el regalo más bonito de este mundo. Respondí a esta preciosa promesa rompiendo a llorar por culpa del cúmulo de emociones y dándole un abrazo efusivo y tierno.

En el día de mi esperado cumpleaños llegué a casa exhausta del trabajo. Abrí la puerta, todo estaba en silencio, un silencio sepulcral y perturbador. Saludé y nadie contestó y empecé a sentir miedo aunque me consoló pensar que todo era una sorpresa de cumpleaños. Estaba en lo cierto, mi marido estaba tumbado boca arriba en el suelo, asesinado con una puñalada en la espalda. Las paredes tenían un mensaje escrito con sangre que decía así:

“Mamá felicidades, a partir de ahora podremos vivir tranquilos con tu pensión de viudedad“

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Tanti

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