Bola de cristal

Bola de cristal [Segunda parte]


Luego de la muerte de Helena, quedé devastado. La simple y sombría ilusión de saber que ni su cuerpo había sido encontrado cayó en mi pecho como una flecha envenenada. La amaba, como jamás había amado a nadie.

Naira siempre estuvo conmigo, dándome ella misma la noticia y luego apoyándome en todo momento. Nuestra amistad se afirmó aquellos meses de luto, y, cuando todo esto hubo pasado, pensé que no habría nadie mejor para acompañarme por el resto de la vida. Se rió cuando me le propuse.

—Tú no quieres eso —dijo. Había un toque de sensatez en su voz, y su característica frialdad en sus ojos. Parecía tener más malicia de la habitual, la cual le impulsaba a hacer las bromas más macabras, y la cual le había dado su reputación en el orfanato.

—¿Cómo puedes saberlo? —repliqué. Ella bajó la cabeza, y luego de algunos momentos de reflexión, aceptó.

La boda se efectuó sin contratiempos y totalmente en solitario, siendo que ambos éramos de nada de familia. Conseguimos una casita en la cual había espacio para sus esculturas y mis libros, lo que más nos importaba, y continuamos nuestra vida totalmente normal, salvo que ahora acompañados.

 

—Buenos días, don Mauro —dije, ingresando al anticuario—. ¿Algo de nuevo? Mi esposa está de cumpleaños la próxima semana, y adora esta clase de cosas.

—¡Eh, Raúl! No sabía que te hubieses casado. Después de todo, sólo han pasado tres meses desde…

—Sí, bueno, una amiga de toda la vida. En cualquier caso, es más por compañía mutua que por amor.

—Esos funcionan mucho mejor —dijo, riendo—. Mira, totalmente nuevo no tengo nada. Pero hay una escultura que una jovencita trajo hace algún tiempo, que decidí quedarme porque me pareció magistral. Sin embargo, ya que eres un buen muchacho y somos amigos, tal vez podría dártela como regalo…

—Oh, no, don Mauro. Insisto en pagar. Pero por favor, traiga la escultura.

Don Mauro se alejó a través de una puerta que daba al interior del anticuario. Siempre me pregunté si aquella era su casa, o una bodega en la cual guardaba los objetos que no cabían en la tienda. Regresó pronto, acarreando una caja de madera con ayuda de un carrito.

—Aquí está, muchacho. La caja de madera la puse yo mismo, no quería que se estropeara. Está intacta. La abriré en un segundo, para que la veas.

Tomó una palanca y abrió cuidadosamente la caja. Acto seguido, lo ayudé a retirar la escultura de ella. Mi cuerpo se paralizó al instante: aquello que veía, aquello que estaba viendo, era una forma humana. La escultura de una mujer, pero no era cualquier mujer, era… Helena. O por lo menos, era idéntica a ella.

Su cuerpo estaba exquisitamente plasmado, cada curva, cada matiz. Era la Gracia en persona. Su rostro, sus manos, su… todo. Era ella. Definitivamente, era mi Helena.

—Dios… —dije, sorprendido.

—Igual, ¿no? —agregó don Mauro—. Supuse que te gustaría. Al parecer esto fue hecho justo antes de su muerte…

—Nunca supe que Helena posara.

—Y no lo hacía. Según dijo la chica que lo trajo, fue un trabajo de estudios. Bien, entonces, ¿la quieres?

—Oh, sí. El miércoles vengo por ella.

—Lo tendré anotado —concluyó. Me fui a casa, pasmado.

Al siguiente miércoles acudí con don Mauro en busca de la estatua. La llevé en la cajita de madera a casa; estaba seguro de que a Naira le encantaría tanto como a mí. La encontré leyendo en el sofá.

—¿Qué traes ahí? —preguntó.

—Es una sorpresa…

—Dios, no me digas que crees en esa tontería de celebrar el cumpleaños. Sólo es un año más cerca de la muerte, no hay nada que celebrar. —Yo simplemente reí. Estaba acostumbrado a su frialdad y sarcasmo, y hasta me agradaba un tanto.

—Ábrelo, amargada. Te gustará —dije, entregándole la palanca. Luego de unos cuantos forcejeos, logró abrir la caja de madera. Todo aquel tramo se mantuvo sonriendo irónicamente, y pude notar en sus ojos que a pesar de lo dicho anteriormente, estaba emocionada. Al verlo se pasmó.

¡Maldición! ¡Maldición, maldición! Todo lo hecho, todo mi plan estaba ahora siendo barrido. Ella volvió a mí como un boomerang. ¡Maldito destino! ¿Es esto lo que quieres? Pues no te daré el gusto.

—¡Pero qué…! —exclamó—. ¡¿Raúl, por qué has traído esto?!

—Supuse que te gustaría… ¿algo anda mal?

—¡Destruye esa cosa! —gritó. Yo no comprendía nada.

Aprendería. Claro que aprendería. De una vez por todas, Helena, me desharé de ti. Y mira cómo lo haré. Serás asesinada por las manos de tu querido Raúl.

—¡Que la destruyas, maldita sea! —Naira estaba encolerizada. Sus ojos estaban rojos, y su rostro totalmente desencajado. Me pareció que no quedaba otra alternativa más que obedecerle, y fui por el hacha con la cual cortábamos la leña para la estufa.

Procedí. Tendí la escultura en el suelo, y procedí. Me pareció, a cada golpe, estar viendo en tiempo real morir a mi amada. Pero de pronto, de alguna manera, noté que mi arma tenía sangre. Estaba fría, pero era sangre. Instintivamente seguí cortando. Sangre, más y más sangre, y extremidades rotas. Pero nada me perturbó tanto…

Al partir su vientre, pude notar algo. Lo saqué con mis propias manos, y vi un feto en formación. En aquel cuerpo frío y muerto seguía creciendo, o tal vez detuvo su proceso. No estaba seguro, lo único cierto era que seguía ahí. Lo dejé sobre el suelo, no podía soportarlo. Estaba encerrado en una burbuja. Frío, traslúcido, como una bola de cristal…

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32 comentarios

Catherine, el Sr. Polo, El asesino a sueldo que no quiso revelar su nombre, la Fashionista, El asesino hambriento que tampoco quiso revelar su nombre, Reynaldo, Naira y Tony, ¿quién fue tu favorito?

En mi caso, el “esos son para mí” del Sr. Polo me hizo querer meterme en su nevera… :ifyouknowwhatimean:

El Sr.Polo es de una historia llamada «Mister Polo» es igual, pero con algunas modificaciones .3.
No recuerdo de quien era la historia, pero sé que la leí.

Error el chavo si tenía familia, por que lo adoptaron, fu la razón por la cual se separo de su amiga la «rara»

Me refería a que no tenía «casi nada», porque cuando armaba la historia me lo imaginaba apenas con una madre y una hermana: detalle que se me olvidó mencionar.

Guapa la historia, pero lo q más llamó mi atención es q la única naira q conozco es mi sobrinita pequeña y casualmente su padre se llama Raúl ….curioso q coincidan los dos nombres en la misma historia

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