Ensueños lúcidos [I]

Desperté. Y diferente a todas las mañanas, no reconocía mi cuarto, aunque lo sentí familiar. Bajé las escaleras que no sabía que mi habitual casa de 1 planta poseía. Me dispuse a comer algo de pescado, al cual soy alérgico pero que por alguna razón comí. Salí afuera de mi casa, me encontraba en un desierto, y sin saber cómo, tenía frío. Todo parecía en ese momento normal para mí. No me asusté en absoluto. No me inmuté ante nada, excepto por una cosa, un cacto.

“No recuerdo que los cactos tuvieran esa forma” pensé.

Entonces mi consciencia vino a mí. Me exalté, no podía creer lo que pasaba a mi alrededor. No sabía si era real.

“Tal vez sea un sueño” supuse con temor.

Observé las palmas de mis manos, estaban borrosas, fui a la casa de la que aparentemente salí y observé entonces que los interruptores de luz no funcionaban, la luz nunca se iba.

“Tal vez no pueda estar a oscuras en un sueño” me repetí.

No estoy del todo seguro, aunque puedo asegurar que me tomó alrededor de 2 horas y media adaptarme, y darme cuenta de mi situación. Del control, que poseía de mi situación. Me di cuenta de que podía cambiar las cosas a mi voluntad, incluso el escenario completo en donde me encontraba. Podía incluso crear ciudades, montañas, paisajes increíbles y complejos los cuales podía visitar tantas veces como quisiera sin que se pierda ni un solo detalle. Me di cuenta que podía volar, que podía respirar bajo el agua, que el fuego y las alturas no me afectan, era invulnerable, era omnipotente. Siempre y cuando él me lo permitía (noten que lo llamo él porque de una manera que no puedo recordar sin vomitar descubrí su género).

Mientras yo jugueteaba en los amplios páramos de, lo que ahora es una visión de mi imaginación, creando mi mundo perfecto y con poder ilimitado, yo siempre me preguntaba cuándo terminaría, cuando estaría forzado a volver a ese mundo de desgracias en el cual fui concebido. No tenía una idea clara de en dónde estaba, ni siquiera sabía cómo me veía. Nunca le tomé importancia. Aunque se volvía aburrido. Si, me escucharon, ser omnipotente también aburre. Pasaban semanas enteras (tuve que suponer el paso del tiempo puesto que los relojes no marcaban la hora bien y el sol nunca se iba). Empecé a angustiarme puesto que no sabía la suerte tenía para mí el destino preparada. Muy al parecer me convertí en un prisionero, en un paraíso creado a mi medida. No sabía que hacer, pero más allá de todas mis inquietudes, una pregunta de repente vino a mi cabeza:

“¿Puedo morir aquí?”

Entonces todo obscureció. (y deberían creer que es una obscuridad metafórica puesto que hice mucho hincapié en que la luz nunca se iba de ningún lado, y por más recóndito que fuera el sitio siempre tenía una entrada de luz, pero ahora todo se volvió negro, tanto que no podía ver ni siquiera la punta de mi nariz). Era yo en la inmensidad de la nada, no podía ver nada, no sentía nada, no respiraba, pensaba estar muerto… y entonces me dí cuenta que pensé, y estoy consciente.

Creación propia

Carlos

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