Alba aún me espera. . .

Entre cientos de libros y revistas ordenados en mesas y estantes transcurrían mis días en aquella ciudad sin nombre, y es que no recuerdo bien a bien el lugar, no sé qué ocurrió pero se han ido muchos datos de mi mente, pareciera como si por arte de magia gran parte de mis recuerdos se esfumaron de súbito.

No sé si trabajo aquí, o soy parte del inventario, no entiendo qué hago aquí. Sólo sé que deambulo  por los pasillos de este lugar atendiendo a las personas que entran preguntando por tal o cual libro o best seller que esté de moda, otros se posan de frente en el estante de revistas y las hojean sin en el menor cuidado pareciendo que quieren sacar sus frustraciones con las hojas inertes de los diarios, y otros más se escapan a tomar café en la parte lateral del inmueble, que se tiene reservado precisamente para aquellos que desean platicar o sentirse intelectuales por un día, que de todos modos a nadie le importa.

Creo que ya es tarde y me espera una mujer que dice llamarse Alba, delgada de cabello negro corto como una melena de estética neoyorquina, jeans de mezclilla y chaqueta de piel de color negro, espera sentada, tranquila. Su presencia me hace sentir bien y recupero mi juventud con tan solo verla. Incluso ya quiero terminar e irme con ella, no sé a dónde, pero huir de aquí para sentirme libre y respirar aire puro, porque aunque amo los libros hay momentos que me siento prisionero rodeado de inmensos libreros como murallas formando un laberinto, con ese típico olor a libro que creo ya lo tengo impregnado yo mismo y también huelo a libro viejo.

Platico con Alba los planes para esta tarde noche, que apenas comienza, cruzamos unas cuantas palabras más y se encamina a la puerta diciéndome que me espera afuera, recojo mis cosas lo más rápido que puedo, mas de pronto, aparece frente a mí otra mujer, más joven de cabello largo rojizo y de piel blanca, debo decir que es una mujer hermosa, se acerca de prisa e intenta abrazarme pero yo la esquivo, ¿quién es? ¿qué hace aquí?, ella está feliz, su rostro denota alegría, su sonrisa franca deja ver una perfecta dentadura color nácar, dice que vino por mí, que me ha encontrado y que aquí está para lo que le prometí.

¿Qué le habré prometido a aquella niña veinteañera que en mi vida he visto?. Estoy confundido, no entiendo nada, huyo de ahí creyendo que puedo escapar de ella por la parte posterior del edificio, subo las escaleras que dan a no sé qué piso, las alfombras que cubren el suelo del vetusto inmueble no dejan oír las pisadas ni los ruidos que salen de los salones, entro en uno de ellos para buscar la salida porque creo que me he perdido, veo gente sentada como estudiando música guiados por un anciana maestra, ellos continúan su clase no dando importancia al intruso, regreso por donde entré y ¡oh sorpresa! Ahí está ella y corre hacia mí intentando rodearme con sus brazos y preguntándome porqué me escondo de ella, y entre lágrimas argumenta que no es justo que la trate así, ha hecho un gran esfuerzo en buscarme y encontrarme, y que además yo le prometí que íbamos a estar juntos el día que la atropellé y que ahora que se ha recuperado de sus heridas aquí está para que yo salde mi deuda. . .

No sé si estoy vivo o estoy muerto, no sé dónde estoy ni a qué lugar pertenezco, mis imágenes me confunden, ¿Cuándo atropellé a esta mujer? Y si en verdad lo hice, ¿por qué le prometí que iba a estar con ella?, ¿no sería sólo un acto de compasión al verla lastimada, una mentira de las que llaman piadosas y que hoy ha traído consecuencias?. O tal vez hice un pacto con un ser desconocido, no lo sé.

Ahora estoy aquí entre estantes y libros, día y noche, no puedo salir de aquí, no sé cómo hacerlo y además no sé si hay salida, si estoy vivo sé que saldré algún día, si estoy muerto quizá no haya salida; mientras tanto la veinteañera está ahí, tranquila porque he cumplido mi promesa de estar con ella, ya no llora, ya no ríe, sólo me observa, y a través del cristal de la ventana, veo la calle y a la gente que pasa, quiero gritar y no puedo, me quedo quieto observando, y a lo lejos, veo a Alba que aún espera paciente en ese lugar.

Creación propia

Penelope Miroslava

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