Margaret, mi pequeño amor fugaz.

Hola a todos, mi nombre el Paúl Mcville, nací en la Ciudad de Washington D.C , donde actualmente resido. Tengo 24 años de edad y soy un reconocido editor en una de las editoriales mas importantes de la capital, Kiplinger.

Reconozco que en cuestiones de amor soy muy apresurado, soy un gran seguidor del compromiso, necesito saber donde se encuentra y a donde va la relación, soy un hombre de base; necesito estar seguro de mi lugar, no puedo ser espontaneo, para mis hechos necesito razones y para mis consecuencias defensores, quizás es por esa razón que me va bien en el mundo de los negocios. Conocí a una chica, como olvidar ese día, tan corriente como otros y de un momento a otro tan especial; Solía tomar mi almuerzo en mi café favorito, Saint’s paradise, nunca la había visto, seguro era la nueva empleada de la que todos hablaban; tierna, de mirada dulce, aspecto intelectual, personalidad grata y si la detallas, un tanto atrevida. Fue amor a primera vista.

Basto solo una sonrisa, para saber que ella era la chica ideal, aquella mujer con la que quería pasar el resto de mis días, con la que quería compartir toda mi fortuna… con una tierna mirada y una buena propina conseguí una cita. La lleve a cenar en uno de los lugares mas prestigiosos de la capital, me habló un poco acerca de sus familiares y sus deseos de convertirse en una gran diseñadora de modas en la ciudad de L.A , por mas que quisiera prestarle ,así fuera un poco de atención, no podía dejar de mirar su fabuloso cuerpo, su precioso rostro, era la perfección cubierta en un elegante y sexy vestido color rojo pasión. Al final de la velada la lleve a su hogar como todo un caballero, proponiendo una segunda cita, con simpatía acepto y se despidió con un beso en la mejilla.

Pasaron varios días y llego el momento de la cita, así que preparé una gran cena en el balcón de mi apartamento, era noche de luna llena, pensé que sería un detalle muy romántico, y un gran complemento a la sorpresa que tenía preparada para ella esa noche. Aún puedo recordar su vestimenta, llevaba un vestido corto que le hacia notar cada una de sus preciosas curvas, su cintura estrecha, sus piernas esbeltas, me quede estupefacto al tener dicho monumento ante mis ojos. La invite a pasar al lugar de la velada, luego de atrevidos pero románticos comentarios e intercambio de sonrisas, procedí a ponerme de rodillas, sacando así, un pequeño cofre de mi bolsillo, dentro del cual, reposaba una sortija <> una preciosidad hecha con oro de 18 kilates, la mire fijamente a los ojos y le susurré : -¿Quieres casarte conmigo?-
Su primera reacción fue salir del lugar, pero la única puerta de entrada al apartamento estaba cerrada, no era la primera vez que eso me sucedía y debía estar preparado. Mientras ella forcejeaba la perilla de la puerta yo saque mis pequeñas »herramientas» de debajo de la mesa y procedí a amarrarle los pies, las manos y a tapar su boca con cinta adhesiva; después de todo, todos merecemos una segunda oportunidad, y así comenzó el siguiente dialogo:

Yo: Margaret, mi precioso y único amor, yo te quiero, quiero pasar mi vida contigo, te estoy dando una oportunidad, ¿Quieres ser mi esposa? Asiente, ese será el único modo en que podrás responderme.
Sus lagrimas comenzaban a salir mientras ella realizaba intentos fallidos para desatarse moviéndose desmesuradamente, no asintió…

Le agarre un brazo, llevándola hacia mi sótano, o a lo que yo llamo »el camino hacia mi verdadero amor». Le tape sus preciosos ojos, mientras maltrataba sus delicadas manos con mi fuerte tacto. Al llegar, un olor nauseabundo invadió su sentido del olfato, yo ya estaba acostumbrado. Lentamente fui haciendo libre a su vista; pobre, estaba aterrorizada. Por un momento creí que sufriría un desmayo al notar la palidez de su rostro y todo su cuerpo en general, pero no, mi chica era fuerte, o al menos lo necesario. Le enseñe todo mi pasado, mis amores imposibles, aquellos que no dieron fruto, que no progresaron. Así es, entre esas cuatro paredes estaban todas y cada una de mis ex- novias, cada una, asesinada de diferente manera. Mi mejor obra fue hace dos años atrás. Le pedí matrimonio a esta chica en la primera cita, no acepto, fue lamentable, un triste episodio en mi vida. Quería hacer su corazón mio, y no lo dude, lo hice mio. Lo conserve varias semanas en mi refrigerador, lo contemplaba todas y cada una de las noches, hasta que decidí preparar con él una delicia gourmet, fue la cena con mi siguiente enamorada.
Margaret era diferente a todas ellas, estaba dispuesto a dale todas las oportunidades necesarias, pero desgraciadamente mi paciencia tiene limite, un limite muy fácil de sobrepasar. Le pregunté nuevamente:

-Cariño ¿Quieres ser mi esposa? Prometo nunca fallarte, ni hacerte daño- añadí en tono de suplica mientras, con dureza, retire la cinta de sus labios. Pude arrancarle una pequeña parte de ellos.

»Déjame ir, te lo pido, por favor, déjame ir, te lo pido, por favor»- ¿Es todo lo que sabes decir? ¡Jodida puta!- Le dije en tono de reclamo mientras procedí a buscar mi cuchillo, mi único cómplice, aquel que llego a conocer el cuerpo de cada una de mis amadas. Para no alargarles la historia , la asfixie, tuve algo de sexo rápido con su cuerpo ya sin vida, luego hice su corazón mio, y no solo su corazón… También sus vísceras y demás órganos que solo me recordaban su delicada y natural belleza. Ellos permanecerán conmigo hasta el día en que otra mujer me haga sentir algo tan profundo, puro y sincero; así como lo que sentí por Margaret, mi pequeño amor fugaz. Nunca me daré por vencido, se que en algún lugar esta mi alma gemela, todos tenemos una. No importan los malos episodios, lucharé por encontrar a esa mujer que preferirá estar conmigo a estar con el diablo, aunque estoy seguro de que es lo mismo.

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leydimar

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