Búsquennos

Tengo 15 años y este es mi primer relato, por favor, críticas constructivas, quiero aprender. 🙂

Un poco más. Solo un poco más. Faltaban solo unos cuantos segundos para que la puerta del instituto cerrara, pero aún así llegué justo a tiempo. El portero me observó fijamente, tanto que me provocó algo de miedo. Que raro, si tan solo ayer estaba de excelente humor.

Pasé por el corredor, no había nadie más que unos cuantos profesores que no daban clases en nuestro grupo. Uno que otro me lanzó miradas de odio y repulsión. Ignoré dichas miradas y subí las escaleras hasta el segundo piso, rumbo a mi aula. Al entrar, no había nadie. Únicamente había un aviso pegado a la pared que decía: «Chicos, estamos en el auditorio. Búsquennos».

Es extraño, nadie solía dejar esa clase de notas y mucho menos en mi aula. Era extraña la forma en que estaba escrita, parecía como si la persona que la hubiera escrito no podía controlar muy bien su cuerpo. En sí, la frase era extraña. ¿»Búsquennos»? Me parecía extraño. Sin embargo, decidí dirigirme al auditorio. Volví a bajar las escaleras y a atravesar el corredor, pero esta vez solo ví a un chico corriendo por la puerta trasera del instituto. Continúe mi camino como si nada hacia mi destino.

La puerta estaba entreabierta y las luces del auditorio estaban apagadas. El sitio me daba miedo desde el primer día. Sobre la tarima estaba alguien, en una posición extraña, como si hubiera caído desde donde se sostiene el telón. Corrí hacia aquella persona para socorrerla. Lo que vía, me erizó todos los vellos del cuerpo. Era Gregori, un compañero. Su piel era completamente pálida y fría como el hielo. Su ropa estaba rota y tenía rasguños y mordidas de algo que no parecía ni humano ni animal, Sus párpados cubrían el espacio en el que antes estuvieron sus ojos. Bajo el había una sustancia negra que se había mezclado con su sangre… Se me hizo un nudo en la garganta y, cuando me levanté para tratar de pedir ayuda…

– A… Ayu… Dame…

Se movía poco, pero el cuerpo de Gregori me tendió una mano para ayudar a levantarlo. Me alejé y caí de la tarima, impactándome contra el suelo. Como pude me senté y volví a ver al cuerpo de Gregori, sin fuerzas… Sin alma.

Las luces del auditorio se encendieron de pronto. Giré mi cabeza hacia los interruptores y solo vi una sombra que desapareció tras el gran telón. Me levanté como pude, pues la pierna me dolía mucho. Aún con la poca valentía que tengo, decidí ver detrás del telón. Esto no era normal, no era corriente. Seguro estaré soñando.

Justo cuando iba a observar detrás, una voz muy conocida me llamó.

– ¡David! – sonó la voz de Jazmíne, desde la parte superior del auditorio, invisible desde detrás del telón.

– ¿¡Jazmíne!? Oh, gracias al cielo. Apenas entré aquí. está pasando algo muy raro. Ví a Gregori en el piso, justo así como está e iba a pedir ayuda. Ayúdame a sacarlo de aquí por favor.

– No puedo… No.

– ¿¡Cómo puedes decir eso!? Es nuestro amigo… – dije mientras salía de nuevo a la visión de la tarima.

Jazmíne no se veía como lo conocí. Era más corpulenta, tenía los ojos inyectados de sangre, me sonreía violentamente y tenía un cuchillo en sus manos, lleno de la sustancia negra.

– Oh, veo que si leiste la nota del aula.

– ¿Quién eres tú?, ¿Qué pasa? ¡No entiendo nada!

– Te traje aquí porque te tenemos un regalo. Siempre dijiste que querías acabar con todos. Que eran un estorbo, una molestia para ti. Decías que querías verlos sufrir, llorar, gritar por piedad. Simplemente los odiabas… Pues te tengo un regalito.

Las luces se apagaron y al volver a encenderse, Jazmíne y el cuerpo de Gregori habían desaparecido, pero la mancha seguía en la tarima. Decidí correr hacia la entrada, algo impedía que moviera mi cuerpo. ¡No reaccionaba!

Escuchaba sonidos desde arriba. Una gota cayó sobre mi hombro. Alcé la vista.

Mis compañeros… Mis amigos… Todos colgados y con extrañas marcas de rasguños y mordidas por todo su cuerpo. Todos ellos, caía sangre de sus cuerpos, algunos de ellos tenían sus órganos expuestos y parecía como si alguien los hubiera comido. Corrían lágrimas de mis ojos y pude volver a mover mi cuerpo. Corrí hacia la puerta y la traté de abrir. ¡Estaba cerrada, maldición! La luz se apagó y empecé a gritar, esperando que al menos una persona escuchara. Solo había silencio del otro lado. Mi corazón estaba acelerado y me temblaba el pulso. No sabía que hacer, adonde ir o a quien pedir ayuda.

Volteé a la tarima. Jazmíne se acercaba por el espacio entre las sillas, acercándose a mi. Desde detrás del telón empezaron a salir sombras, justo como la que había apagado la luz hace unos cuantos minutos. Todos se acercaban hasta mí.

– Ven, quiero hacerte un último detalle. – decía Jazmíne, ya a unos dos metros de mi.

Todas las sombras y Jazmíne se abalanzaron sobre mi, mordiendome y cortándome. Podía sentir como la sangre salía de mi y no podía luchar, porque de inmediato todo se volvió negro.

Desperté de improviso en mi cama, sobresaltado por lo que pareció una pesadilla. Me senté en el borde de mi cama e intenté calmarme. Fuí al baño y me enjuagué el rostro. Vi en el espejo y grité del terror.

Sobre mi pecho habían mordidas y cortadas. Mi rostro estaba todo lleno de sangre. Corrí del baño a mi habitación y sobre mi cama vi, en un papel ensangrentado un mensaje que decía:

«Chicos, estamos en el auditorio. Búsquennos».

Creación propia.

David D. York

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