Sombras en la oscuridad

Juan iba de camino hacia la taberna que había en su barrio. Había tenido un día malo en el trabajo y, para colmo, al llegar a casa tuvo una discusión con su mujer que había acabado con un cabreo tremendo por ambas partes y con él fuera de casa. «Que me vaya a dormir fuera dice, vaya asco´´. Sinceramente, Juan no se encontraba con ganas de encontrarse con nadie, por lo que tomó el camino que atravesaba un bosque, de camino a una taberna. A pesar de ser un pueblo pequeño, la taberna se encontraba muy lejos de su casa. Como no tenía muchos amigos, siempre acudía a ese lugar si tenía algún problema. Marcos, el tabernero, le caía bien. Era un hombre simpático y sabía escuchar.

Cuando iba por la mitad del camino, escuchó un ruido a su espalda. «Mierda, como sea un atracador, del mal humor que llevo le robo yo a él´´. Se giró en redondo para ver a una rata salir de su escondite. Volvió a retomar su camino, no sin antes darse un golpecito para admitir que se había sobresaltado para nada. De repente, otro ruido. Esta vez no se dio la vuelta, solo miró con el rabillo del ojo para ver que había un hombre con la cara tapada corriendo en su dirección. Se le heló la sangre mientras se daba la vuelta para enfrentarse a ese hombre. Cerró los ojos mientras se preparaba para el impacto pero… No se había producido ningún impacto. Se dio la vuelta buscando al hombre con la mirada, pero no tuvo suerte, solo escuchó una risa que parecía lejana. Esta vez sí, empezó a correr hasta que alguien le empujó y cayó al suelo. Se sorprendió a sí mismo de que el choque contra el suelo no le hubiese dolido, pero se volteó rápidamente y volvió a ver a aquél hombre. Esta vez, el hombre se agacho y le intentó estrangular. Juan reaccionó sacando su móvil y apuntándole con él en la cara, pensando que eso podría deslumbrar al extraño y así aprovechar ese despiste para poder desatarse de su  «abrazo´´ y huir hacia la taberna, la cual estaba ya muy cerca. Entonces, al apuntarle con el móvil, el hombre soltó un chillido terrible y escapó hacia las sombras. «Así que te afecta la luz, ¿eh? Veremos entonces si te atreves a entrar a la taberna.´´- pensó Juan. Empezó a correr y pudo ver la taberna por fin. Cuando salió de la celda una extraña y profundo voz dijo: «Te juro que te atraparé Juan, siempre se dónde encontrarte´´. -« ¿Cómo es que sabía mi nombre?- pensó Juan.- ¿Es qué también sabía dónde vivía? Baah, mejor entrar rápidamente en la taberna y olvidar las penas, que hoy ya he tenido unas cuantas´´. Entró en la taberna y le pidió a Marcos su bebida de siempre, dispuesto a preguntarle todo lo que se le ocurriera sobre el tipo que le había atacado. Pero, antes de que Marcos le trajera la bebida, se inició un barullo en la taberna, con la mala suerte para Juan (cómo no) de que una de las botellas que comenzaron a volar le golpeó en la cabeza y…

Despertó, sudoroso, con un dolor de cabeza terrible. Miró el reloj, eran las 5 de la mañana, al parecer todo había sido un sueño. Se sentó en el borde de su cama y contempló a su mujer, que se encontraba durmiendo a su lado. «Buff, cuando le cuente el sueño que he tenido va a flipar´´ pensó. Se levantó, necesitaba echarse agua en la cara para así poder despejarse. Entró en el baño, encendió la luz, se miró en el espejo que había allí y comenzó a lavarse la cara con el agua fría que salía del grifo. De repente, un apagón lo dejó sin luz. Se tocó el bolsillo y se le calló el alma al suelo al no sentir el agradable tacto de su móvil. Al mirar en el espejo vió una especie de sombra arremolinándose hasta que se convirtió en el hombre de su sueño y, al quitarse la máscara, Juan se vió identificado en ella. Sintió un escalofrío. Su sombra se le acercó riendo de la misma manera grotesca como la risa que había escuchado en el bosque y le dijo al oído: «Te dije que te atraparía´´, mientras le clavaba una botella rota en la cabeza, acabando así con su vida.

Creación propia
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Moskley